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una raya en el agua

Cuestión de desconfianza

La amenaza de Puigdemont es una confesión patética y tardía de haber comprendido que Sánchez ya no lo necesita

La fe de Europa

Los límites del poder

Ignacio Camacho

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Confianza y Sánchez son palabras que juntas componen un oxímoron. No queda nadie que pueda confiar ya en un político al que sólo le falta traicionarse a sí mismo. A estas alturas no hay ninguna persona, institución o partido –salvo quizá Bildu– a los que ... no haya incumplido una promesa, una oferta, una palabra, un compromiso. No cabe, pues, llamarse a engaño, y menos si se trata de Puigdemont, que estaba o debía estar sobre aviso cuando accedió a facilitar la investidura sin cobrar por adelantado la amnistía que exigió a cambio. Ambos sabían que el resultado final de la transacción no estaba en sus manos porque los tribunales no iban a pasar por el aro y ahora es demasiado tarde para que el prófugo se queje del quebrantamiento de un pacto. Sobra el escándalo; cuando alguien se sienta a jugar con un tahúr lo más probable es que acabe desplumado, y eso es lo que le ha sucedido al prófugo de Waterloo.

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