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Como tu espanto

Escribir es una forma de relacionarse con la realidad, y como en la realidad, la tragedia forma parte del drama

Salvador Sostres

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Veo a un hombre en Milán, a media tarde, tumbado en la acera entre cartones y harapos. En medio de la acera, tenemos que desviarnos para no pisarle. No duerme, está recostado. La mirada perdida pero consciente, humillada, de no haber estado siempre allí, de ... haberlo tenido todo, o casi, y de haber caído a lo más hondo. No estamos tan lejos de ser profundamente derrotados y si lo olvidas pones tu primer cartón, tu primer harapo. Me aparto para mirarlo con más pausa y pienso en mi vida, en lo rápido que me gusta escribir, en las apuestas arriesgadas, en la sensación como de ingravidez, y en la fragilidad con que todo se tambalea a mi alrededor. En lo a ras que a veces pasa la catástrofe. Veo todo el dolor en este hombre, la herida atravesándolo, discusiones familiares que se le fueron de las manos, malas decisiones, las traiciones, y el momento final de colapso que le tiró del alambre. Veo todo lo que puede salir mal y a pesar de mi vida tan aparentemente distinta, nada en él me parece ajeno ni raro. No le veo nada que en el fondo no se me parezca, nada en lo que no estaríamos de acuerdo si nos sentáramos a conversar. No nos sentamos a conversar. No sé si él hubiera querido. Yo quiero pasar por Armani antes de ir a cenar.

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