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Universidad para magos en El Escorial

37 alumnos inician el primer programa universitario del mundo dedicado al Ilusionismo

Universidad para magos en El Escorial

alfonso armada

Bajo la advocación de Wenceslao Ciuró, el «gran mago ilusionista español del siglo XX», arrancó el viernes en el Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial, adscrito a la Universidad Complutense, el primer programa universitario de Ilusionismo que se imparte en el mundo. Nada menos que 37 magos o aspirantes a magos, de entre 13 y 70 años, venidos desde Finlandia a Galicia, se han inscrito como pioneros en esta suerte de sucursal de Hogwarts sin Harry Potter en la que a lo largo de tres años una vez al mes ahondarán en las ciencias y las artes de la cartomagia, la numismagia, el mentalismo, la hipnosis, el escapismo, la magia infantil... Setenta materias con variadas dosis de misterio y complejidad bajo la advocación del ilusionismo impartidas por 30 de las mejores varitas del país, como Henry Evans, Yunke, Alan, Iñaki Zabaleta, Jeff Tousaint, Juan Luis Rubiales, Ramón Riobó o Mad Martín.

El claustro, el jardín aromatizado por rosas y otras flores útiles para hacer viajar la imaginación, la cueva junto a la cafetería y los largos pasillos umbríos del Real Centro Universitario Escorial María Cristina, fundado en 1892 por la reina regente y desde entonces encomendado a los padres agustinos, unido por pasadizos secretos y a la vista al propio monasterio de El Escorial, parece el mejor enclave para esta auténtica escuela de magos. A Juan Antonio Herrero Brasas, licenciado en filosofía y filología, experto en el servicio militar, ahora dedicado al estudio de la medicina tradicional china y que ha pasado 28 años enseñando en California, se le debe la idea de hacer del Ilusionismo un curso universitario «dentro de las bellas artes». Para darle forma al programa llamó como adjunto al mago Fernando Arribas, que ha troceado a su mujer en cuatro pedazos «más de una vez» y ha logrado recomponerla sin que ella se quejara ni en su cuello quedara el menor vestigio.

A clase con baraja

A diferencia de otras escuelas, aquí ningún profesor objeta que los alumnos vayan a clase con una baraja, como Juanma, alumno de la escuela de Tamariz, a quien hace un año vio en el Circo Price y decidió dar un giro copernicano a su vida: «Quédate con mi cara», pide al reportero, antes de perderse con sus compañeros en la primera de las intensivas sesiones a las que no se permite que accedan espíritus ajenos al gremio: el truco es una cosa muy seria.

«Fue precisamente que divulgara todo en libros lo que hizo que algunos se lo reprocharan hace años a mi tío». Quien eso dice fue la gran sorpresa (casi un pase de magia) en la inauguración del curso académico: Ramón Ciuró, protésico dental nacido en la localidad catalana de Castelltersol, a 60 kilómetros de Barcelona, patria chica del sacerdote, mago y ventrílocuo Wenceslao Ciuró en quien todos los ilusionistas españoles se reconocen y cuyos libros han leído con aprovechamiento y devoción.

Abrió el acto el padre José Luis Cancelo, doctor en Filosofía y en muchos saberes, que aprovechó para arrimar el ascua a su sardina y recalcar que los magos son «un grupo entrañablemente humano», con su arte «consiguen convertir este valle de lágrimas en sonrisas», y lo hacen además «con elegancia, con delicadeza». Antes de aventurarse en la vida y milagros de San Agustín y de su énfasis «en la magia y el poder de los libros» (desde Ciceron a la Biblia), el padre Cancelo dijo que los ilusionistas «consiguen que la gente se eleve cinco palmos sobre la realidad cotidiana».

Haciendo historia

«Hemos puesto mucha ilusión en este programa». Era como si el fondo de la trama lo impregnara todo, y así quedó señalado en las palabras del director y soñador del curso, Juan Antonio Herrero Brasas, que convocó a la figura protectora de Wenceslao Ciuró con sus cálidas y bienhumoradas palabras en el programa de Televisión Española «Esta es su vida», de la que solo se conserva el audio. «Estamos haciendo historia. Se trata del primer curso universitario de ilusionismo en el mundo, y llegará un día en que la gente se preguntará cuándo empezó todo esto», dijo Herrero Brasas.

Fue un viernes de otoño suave, a la sombra del monasterio de El Escorial, en une edificio como el Reina Cristina, también del siglo XVI, impregnado de la atmósfera del lugar. Conviene recordar que después de treinta años de investigación y estudio, el profesor René Taylor publicó en la editorial Siruela su libro «Arquitectura y magia. Consideraciones sobre la idea de El Escorial», donde sostiene que Felipe II y su arquitecto de cabecera, Juan de Herrera, eran hombres de su tiempo, abiertos a ideas de carácter arcano, de ahí que en las piedras, en los frescos y en la planta del monasterio pervivan significados ocultos, no en vano en la construcción de todo edificio se atesoran también operaciones mágicas.

Al ilusionista Fernando Arribas, director adjunto de este Programa Universitario de Ilusionismo Wenceslao Ciuró, la mole de granito del María Cristina le recuerda al castillo de Hogwarts, la escuela para magos donde se doctoró Harry Potter. Sin embargo, en el desayuno, antes de enfrascarse en una larga jornada de estudio y ensayo («ni un día dejó de pensar en la magia y en practicar», comentaba con cariño Ramón Ciuró a la sombra luminosa del monasterio del arte de su tío), dos magos y una maga de menos de veinte años confesaron que no había decidido dedicarse al ilusionismo por culpa de Harry Potter. Todos había leído sus siete libros (algunos más de una vez) y visto las películas inspiradas en las obras de J. K. Rowling. Parecían decir verdad. Vistos de cerca, los verdaderos magos parecen envueltos en un aura sutil. Como si supieran algo que los demás ignoramos.

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