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La nueva era de Erdogan arranca con una oposición rota

El presidente jura su cargo para otros cinco años ante la presencia de decenas de dirigentes llegados de todo el mundo y del secretario general de la OTAN

Stoltenberg y Erdogan hablarán de la incorporación de Suecia a la OTAN

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan jura el cargo durante una ceremonia de investidura en la Gran Asamblea Nacional de Turquía ep
Mikel Ayestaran

Mikel Ayestaran

Corresponsal en Estambul

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Una semana después de obtener la reelección, Recep Tayyip Erdogan juró su cargo en Ankara y será presidente los próximos cinco años, lo que le permitirá sumar un cuarto de siglo al frente de Turquía. En la gran ceremonia de investidura estuvieron presentes 21 jefes de estado y 13 primeros ministros, además del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que espera lograr la luz verde turca para el ingreso de Suecia en la alianza. De momento Ankara se opone y exige a los suecos mayores «medidas antiterroristas» contra los kurdos, pero la posible venta de aviones F16 por parte de Estados Unidos puede ayudar a resolver el problema.

Tras el batacazo en las urnas, la oposición a Erdogan ha saltado por los aires. La conocida como Alianza Nacional se ha disuelto y cada partido seguirá a partir de ahora su camino, según anunció, Bahadır Erdem, número dos del Partido Bueno (Iyi). «Esta alianza fue una unión de fuerzas para lograr la elección del candidato presidencial Kemal Kilicdaroglu, pero pasadas las elecciones los partidos políticos son rivales naturales entre sí y continúan su camino», explicó Erdem.

Pese a las fuertes críticas internas, Kilicdaroglu, quien fuera líder de esa alianza y rival de Erdogan en las urnas, apuesta por seguir al frente del Partido Republicano del Pueblo (CHP) al menos hasta las elecciones municipales de marzo. Es el único miembro de la cúpula de la formación socialdemócrata que se mantiene ya que los 17 miembros del comité central presentaron su dimisión en la reciente Junta Ejecutiva.

La Alianza Nacional estuvo cerca de lograr su objetivo y la suma de sus votos alcanzó el 47 por ciento. El CHP y el Partido Bueno eran los motores de un grupo con fuertes diferencias ideológicas al que unía la posibilidad de echar a Erdogan. Contaban además con dos partidos escindidos del gobernante Partido de la Justicia y desarrollo (AKP), uno dirigido por el anterior ministro de Asuntos Exteriores y primer ministro, Ahmet Davutoglu, el Partido del Futuro (GP), y el Partido de la Democracia y del Progreso (DEVA Partisi), dirigido por el exministro de Economía, Ali Babacan. Las dos formaciones políticas restantes eran el partido islamista de la Felicidad (SP) y el Partido Demócrata (DP).

Demirtas abandona la política

Otra de las victimas políticas de los comicios es Selahattin Demirtas, encarcelado desde 2016 y que ha anunciado a través de una carta que deja la política. El líder kurdo del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), de 49 años, hace frente a varios cargos, desde «propaganda terrorista» hasta «instigar la violencia e insultar a la nación turca». En el discurso de la victoria de Erdogan, Demirtas ocupó un papel central ya que el presidente dejó muy claro que no piensa ofrecerle una amnistía, algo que, según sus palabras, estaba dispuesto a hacer Kilicdaroglu. «Nunca será liberado mientras sea presidente», dijo Erdogan ante una multitud que gritaba al unísono: «¡pena de muerte para Selo!» (alias de Demirtas).

El partido kurdo, que ante la amenaza de ilegalización del HDP se presentó como Partido Verde de la Izquierda, siguió la estrategia de las municipales de 2018 y en las presidenciales respaldó a la oposición para apartar al líder islamista del poder. Este apoyo fue explotado hasta la extenuación por un Erdogan que acusó a su rival de estar a las órdenes de «terroristas» y ha servido para activar a los sectores ultranacionalistas, los grandes vencedores de estas elecciones.

Imamoglu, a la espera

El próximo gran reto de Erdogan son las elecciones municipales en la que espera recuperar el control de las grandes ciudades, sobre todo Estambul. La carrera del presidente arrancó en esta ciudad a orillas del Bósforo en la que fue elegido alcalde en 1994, pero en 2018 su partido perdió las elecciones y ahora el ayuntamiento está en manos de Ekrem Imamoglu, figura de gran carisma dentro del CHP a quien muchos apuntaron como la persona ideal para ser el candidato presidencial en lugar de Kilicdaroglu.

El problema del alcalde es que en diciembre fue condenado a una pena de dos años, siete meses y 15 días de cárcel por «insultar abiertamente a funcionarios públicos del comité electoral». Los hechos se remontan a 2019, cuando Imamoglu calificó de «estúpidos» a los miembros de la Junta Electoral que decidieron anular los resultados de las elecciones municipales que su partido había ganado tras la impugnación del islamista AKP.

Kilicdaroglu también podría seguir el mismo camino ya que no ocupará asiento en el parlamento y al no ser diputado ya no goza de inmunidad. La oficina del presidente del parlamento envió 28 procedimientos sumarios contra el líder opositor al Ministerio de Justicia.

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