Draghi, el hombre que salvó al euro y no pudo salvarse a sí mismo
Personaje sencillo, nunca se consideró un salvador de la patria: «Mi destino no cuenta, soy un abuelo al servicio de las instituciones», dijo al ser nombrado primer ministro
«El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro. Y, créanme, eso será suficiente», dijo Draghi el 26 de julio de 2012. Desde entonces, fue conocido como 'SúperMario'. Diez años después, es llamativo que el italiano con más prestigio internacional, ... el más popular del país transalpino después del presidente de la República, Sergio Mattarella, no haya podido salvarse a sí mismo. Por ironías del destino, a un primer ministro que durante 17 meses hizo de contención del populismo de izquierdas (Movimiento 5 Estrellas de Grillo) y de derechas (Liga de Matteo Salvini) lo han echado los populistas. Quedará la advertencia que hizo Draghi en la reciente cumbre del G-7 en Alemania y luego en Roma contra el peligro de los populistas: «Debemos evitar los errores cometidos después de la crisis de 2008. El populismo es a menudo insatisfacción, aislamiento, alienación. Estos problemas se derrotan con una acción gubernamental que responda a las necesidades de los ciudadanos. Sirve una acción del Gobierno que lo haga innecesario». Seguramente, por eso, lo han echado, porque su gestión del Gobierno era aprobada por la mayoría de los italianos, según las encuestas, mientras los populistas del M5E y los de la Liga retrocedía cada vez más.
Mario Draghi (Roma, 1947), expresidente del Banco Central Europeo (BCE) ha sido visto siempre por los italianos como una gran reserva con la que un día podían contar para un cargo institucional de primer orden, incluyendo el de presidente de la República. Por eso suscitó gran esperanza cuando el Jefe del estado, Sergio Mattarella, lo llamó en febrero del 2021 para encabezar un Gobierno de unidad nacional. Se le encomendó una triple misión: salvar a Italia de la emergencia sanitaria y social y relanzar la economía, evitando la imparable decadencia del país tras dos décadas de parálisis económica. Los italianos consideraron entonces que hubiera sido un milagro si Draghi lograba ese objetivo. Hoy, casi 18 meses después, Draghi será recordado, entre otros logros, porque obtuvo una victoria histórica en esos tres frentes: ganó la batalla a la pandemia, aunque aún colea, con una campaña de vacunación ejemplar, relanzó la economía y transmitió confianza a trabajadores y empresarios, con importantes medidas y ayudas, a pesar de la enorme inquietud que origina la crisis energética y la inflación.
Un banquero con corazón
En su adiós a la Cámara de Diputados, Mario Draghi se conmovió ante los aplausos de muchos diputados puestos en pie. «También a veces incluso los banqueros centrales usan el corazón», desmintiendo así el chiste que hace unos días contó en una cena con la prensa extranjera en Roma: «Entre un corazón joven y el de un banquero anciano, el paciente eligió este último. Al ser preguntado, el por qué de tan sorprendente elección, el paciente respondió: 'porque nunca se ha usado'». Sin embargo, Draghi ha mostrado con su sensibilidad y sembrando humanidad en sus discursos y acciones de Gobierno, que ha sido un banquero y un primer ministro con corazón. En sus intervenciones una constante ha sido la preocupación social, por los más desfavorecidos y los jóvenes, con frases como esta: «Es necesario evitar las desigualdades invirtiendo en el futuro de los jóvenes».
A lo largo de su carrera, Mario Draghi ha dado siempre muestras de coraje. A los quince años perdió a sus padres, pero significativamente la palabra coraje la ha usado con frecuencia, incluso de forma muy emotiva en un recuerdo de infancia relacionado con el padre: «A caballo de las guerras, en Alemania, mi padre vio una inscripción en un monumento. Estaba escrito: si has perdido tu dinero no has perdido nada, porque con un buen acuerdo lo puedes recuperar; si has perdido tu honor, has perdido mucho, pero con un acto heroico puedes recuperarlo; pero si has perdido el valor, lo has perdido todo«.
Su mujer, fundamental en su carrera
Mario Draghi, economista, doctorado en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) de Boston, profesor universitario, ejecutivo en Goldman Sachs, expresidente de la Banca de Italia antes de acceder a la presidencia del BCE, observó siempre con suma prudencia y discreción la confusa y caótica política italiana. No se le oyó una sola palabra al respecto. Cuando alguien lo provocaba con una pregunta sobre un posible futuro con responsabilidad en la política italiana, se escapaba con una sonrisa y una respuesta evasiva. Así, en su último encuentro con periodistas en Fráncfort, en la despedida del Banco Central Europeo, Draghi confió su futuro a su mujer: «Preguntadle a ella».
Draghi ha elogiado siempre a su mujer Maria Serena. Hace unos meses al recibir un homenaje, en el que estaba presente su esposa, la elogió públicamente, destacando que ha sido una persona fundamental en su carrera. Reservada, inteligente y elegante. Con estos tres adjetivos se describe a Maria Serena Capello, 74 años. Son coetáneos. Se conocieron cuando tenían 19 años, y hace 47 que se casaron. Serenella, apelativo usado por las personas más cercanas, es experta en literatura inglesa, de origen noble, descendiente de Bianca Cappello, consorte del Gran Duque de Toscana, Francesco de Medici. Tienen dos hijos: Federica, dirigente de una multinacional biotecnológica, y Giacomo, que reside en Londres y trabaja en el mundo de las finanzas.
Contactos con líderes mundiales
Tras dejar el cargo de presidente del BCE y antes de ser primer ministro, Mario Draghi dividió su tiempo entre Roma y su residencia en Città della Pieve, municipio de 7.700 habitantes en la provincia de Perugia, región de Umbría, a 155 kilómetros de Roma. Un par de días a la semana estaba en la capital italiana, en su despacho de expresidente de la Banca de Italia, manteniendo contactos políticos e institucionales. Siempre conservó excelentes relaciones con líderes mundiales. A todos los tiene en su agenda del teléfono móvil y habla con ellos en cualquier momento. Por eso debió herirle profundamente que el líder de Forza Italia, Silvio Berlusconi, no se le pusiera al teléfono el miércoles, una jornada muy convulsa políticamente, con gran confusión en el Senado, donde al final se produjo la caída de su Gobierno. Draghi intentó hablar con él, para obtener una respuesta sobre las intenciones de la derecha, y siempre obtuvo la misma respuesta: «No está disponible».
Educado con los jesuitas, el Papa Francisco lo eligió en el 2020 consejero de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales. Hoy, los italianos lamentan ya que se haya apartado del Gobierno a una persona que se autodefinió siempre como un «servidor público», y que siempre fue considerado como una de las grandes reservas, si no la mejor, que tenía el país. Cuando fue elegido primer ministro, algunos vieron en Mario Draghi un nuevo Cincinato, el legendario personaje de la Antigua Roma, cónsul, general, político y jurista, que fue llamado en dos ocasiones por el Senado, cuando ya se encontraba retirado labrando la tierra de familia, para que salvara a Roma de la disgregación social y política e hiciera frente al ataque de sus enemigos. Personaje sencillo, Draghi nunca se consideró un salvador de la patria ni un nuevo Cincinato. En diciembre pasado, cuando su nombre era el favorito para suceder a Sergio Mattarella como presidente de la República, se limitó a decir: «Mi destino no cuenta, soy un abuelo al servicio de las instituciones». No es de extrañar, que Mario Draghi sea un día llamado para servir a alguna de las instituciones del país o europea.
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