Malí vende su turismo de (pos)guerra
El embajador en España confía en que el norte vuelva a tener visitantes «en diez o doce meses». «Si no hubiésemos venido a Fitur la gente creería que la situación es más grave. ¿Por qué esperar», defiende

Mientras el pasado mes de noviembre la comunidad internacional debatía sobre la mejor forma de actuar en Malí para liberar el norte del control yihadista, el Gobierno del país africano y su Embajada en Madrid discutían sobre la conveniencia de asistir a la Feria Internacional de Turismo en enero. La decisión no fue fácil. «Un país en guerra es un país en crisis. Y un país en crisis ha de llevar una gestión rigurosa de los recursos públicos. Ha habido importantes recortes presupuestarios, sobre todo en lo referido a la promoción turística», explica el embajador, Gaoussou Cissé.
Al final optaron por acudir a la feria, una de las más importantes del mundo, y destinar «un presupuesto pequeño», cuenta Menchu Mendoza, presidenta de Casa de Malí, la asociación encargada de montar el correspondiente stand en Ifema en colaboración con la Oficina maliense de Turismo y Hostelería (Omatho). «Ya se nos ha acabado [el dinero] y algunas cosas las hemos tenido que poner de nuestro bolsillo. Pero lo importante es estar», aseguraba Mendoza el pasado jueves. El embajador argumenta la decisión: «El hecho de no estar habría tenido consecuencias más negativas». «Imagine por un instante que Malí no hubiese venido a Fitur. Esa sería la peor comunicación que podríamos hacer. La gente pensaría: "Si no están es porque es más grave de lo que pensamos"».
Más allá de las dudas sobre si acudir o no a la feria, la incógnita que enseguida surge es la de cómo se promociona el turismo en un país en guerra. «Es muy difícil. Ahora todo el mundo dice "Malí es una amenaza", "Malí es el caos", pero es solo una percepción. Se cree que es así, pero la gente que va cambia de idea». Cissé defiende que el sur del país es seguro y que los problemas se limitan a la mitad norte. «Hoy en día hay en torno a un centenar de españoles que residen de manera permanente en Malí, en el sur. Ayer mismo recibí un mensaje [busca el sms en el móvil, que lee en francés]: "Hola Gaoussou. He llegado esta mañana a Bamako [la capital, en el sur]. Ahora, a casa". Es una persona de Cataluña que ha vuelto a Malí y deja testimonio de que todo va bien allí».
Sin embargo, el embajador es consciente de que el gran atractivo turístico de Malí se encuentra al norte de Bamako, en la mítica Tombuctú, en Gao, o incluso en el llamado País Dogón, más cerca de la capital, pero aún a cientos de kilómetros de distancia. «Ahora no puedes decir a nadie que vaya a Tombuctú. Lo que hay es que desarrollar nuevos intereses turísticos, porque llevará tiempo convencer a la gente de que es seguro viajar allí», comenta Cissé. La idea es diversificar la oferta turística del país y tratar de anticiparse a los acontecimientos: «Tras una guerra siempre hay una recuperación. ¿Por qué esperar a que acabe la guerra para promocionar Malí como destino?».
Recuperar la confianza
Su mensaje coincide con el reciente llamamiento del ministro de Turismo, Yehia Ag Mohamed Ali, a visitar las partes de Malí que son «totalmente» seguras. «Invito a nuestros amigos españoles a seguir viniendo a Malí, a confiar en nosotros. Es la mejor contribución para apoyar al pueblo de Malí en estos tiempos difíciles», manifestaba en un comunicado previo al comienzo de Fitur, en el que también justificaba su presencia en la feria: «La mejor manera de luchar contra el oscurantismo no es mendigar».
Lo cierto es que la ocupación yihadista ha causado un daño considerable al sector turístico en Malí, que a su vez tiene una importancia capital para la economía del país africano. «Antes de la crisis concedíamos unos 15 visados por día y ahora damos, tres, cuatro o cinco», explican el embajador, que insiste en la importancia de revitalizar el sector cuanto antes.«Hay que conocer las preocupaciones de la gente. Si se trata de una cuestión de seguridad, habrá que elaborar un plan de respuesta. Si lo logramos, en diez o doce meses podremos recuperar la estabilidad y la confianza perdida», afirma.
Suena optimista, pero los hay que lo son aún más. El joven Cisse Boubakr, empleado de una agencia de viajes, ha estado promocionando sus productos en el reducido stand de Malí en Fitur. «Soy de Tombuctú y mi familia está allí. Gracias a la intervención francesa, los islamistas se han ido y ahora mismo no hay problema». Cree que el turismo en el norte del país tardará en recuperarse, pero no porque no sea seguro, sino porque «la gente no confía». «Realmente sí se puede ir. En dos o tres meses yo espero estar vendiendo ya para el norte», dice, convencido.
Recuperar la confianza e incrementar la sensación de seguridad, pero no eliminar la amenaza. «Se trata de que el sistema que se implemente reduzca los riesgos lo máximo posible, al menos para volver a la situación anterior», explica el embajador, que insiste en su pronóstico: «Al ritmo que vamos, estoy seguro de que en diez meses se podrá reanudar la actividad turística con normalidad».
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