Lo que los ingleses no quieren que sepas de la mayor victoria de la 'Royal Navy' contra el Imperio español

La captura en junio de 1743 del Galeón de Manila salvó al británico George Anson de rendir cuentas por un viaje desastroso

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-Captura del 'Nuestra Señora de Covadonga', por John Cleveley ABC

Que no le engañen, querido lector: el viaje que protagonizó George Anson entre 1740 y 1744 alrededor del mundo no fue un camino de rosas. Los datos son demoledores. Para empezar, el británico salió de puerto con seis bajeles armados hasta la toldilla para regresar tan solo con uno: el insignia 'HMS Centurion', de 60 cañones. Y eso, sin obviar que sus hombres padecieron mil penurias –hambre, enfermedades, tormentas...– y que, si bien había sido enviado para meter el dedo en el ojo a las colonias españolas en el Pacífico, se pasó los meses huyendo de una escuadra de la Monarquía hispánica que andaba a la caza.

En los más de tres años que se extendió aquella pesadilla, Anson tan solo obtuvo una alegría: la captura del 'Nuestra Señora de Covadonga', el bajel que recorría la ruta del Galeón de Manila al mando de Jerónimo Montero. Y no se puede negar que fuese como para saltar de júbilo, pues iba bien cargado de monedas. A finales de junio de 1743, y tan solo con el 'Centurion' –poco quedaba del resto de su escuadra–, Anson tendió una trampa a los españoles, esperó a su enemigo a la altura del Cabo Espíritu Santo –entre Argentina y Chile– y se hizo con sus riquezas.

Se conservan una veintena de presuntos diarios de a bordo del bajel británico; y en el más famoso, alumbrado en 1748 y reeditado por 'Espuela de plata' en 2014, aquella contienda a pólvora y sangre cobra vida. Anson, ávido de presas, arribó al encuentro del 'Covadonga' tras haber dado instrucción de combate a sus marineros a principios del verano. «Por fin, el día 30 de junio, se descubrió una vela en el sudeste y una alegría universal se apoderó de todos», explica el documento. Esperaban dos buques, pero se toparon con uno; toda una ventaja, según declaró la 'Royal Navy': «Tiró un cañonazo la galera y recogió sus velas. El 'Centurion' tiró también otro para hacer creer a los españoles que éramos compañeros suyos».

Batalla desigual

Y de ahí, a la brega al abrigo del engaño. Anson andaba escaso de efectivos, así que los dispuso con cuidado. Cuatro tiradores de mosquete en las cofas y un equipo de artilleros por cada dos cañones. La idea era disparar una boca de fuego tras otra, corriendo entre ellas. Cuando se desveló el pastel, el británico maniobró para cortar el camino del 'Covandonga' hacia tierra. Así, el uno y el otro acabaron a distancia de pistola. 'Boom', 'boom'. Los primeros cañonazos silbaron en un combate desigual. Aquello era demasiado para un navío mercante, huérfano de instrucción, mal artillado y sin escolta. La guinda la puso el 'Centurion' cuando se ubicó a popa del español, la parte más débil del navío.

A pesar de todo, no decayó el ánimo en el 'Covadonga', como bien reconocieron los ingleses: «Cuando una bala les arrebató el pabellón, colocaron en su lugar un estandarte, con gran riesgo del que se atrevió a practicar tan honrosa misión». La batalla se extendió durante hora y media, pero nada podía lograr el mercante. «Le hicimos tal descarga de metralla, que en ella perecieron muchos de sus mejores y más diestros soldados», explica el diario. El resultado fue el esperado: victoria británica, con 2 muertos y 17 heridos, y rendición del Galeón de Manila, con 67 y 84 respectivamente. Para colmo, y según explica el historiador Cesáreo Fernández Duro, los de la Pérfida Albión lograron un botín de «más de un millón y medio de pesos de plata».

Fernández Duro, fuente obligada, sostiene que Anson condujo su presa hasta Macao, donde vendió el casco a los portugueses por 6.000 pesos y liberó a los oficiales y parte de los marineros apresados. Ya con un cierto sabor a victoria que ocultaba las derrotas pasadas, que fueron muchas, Anson puso rumbo a Inglaterra en diciembre. Llegaron a su patria el 15 de junio de 1744. «Así concluyó, después de tres años y nueve meses, esta expedición», sentencia el diario de a bordo. Le recibieron como un héroe por el viaje acometido –cierto es que circunnavegó el mundo– y el tesoro capturado. Y, como suele ocurrir al otro lado del canal, olvidaron todos los reveses previos. Cosas de nuestros vecinos.

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Sobre el autor Manuel P. Villatoro

Licenciado en Periodismo y amante del pasado. Coautor de 'Lo que nunca te han contado del Día D' y otros ensayos. Premio APCR de Periodismo 2020 y colaborador de varias revistas especializadas.

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