La «tensión contenida» del poder
La campaña cruza su ecuador del mismo modo que comenzó: con evidentes signos de tensión contenida entre las «dos caravanas» del PP y pese al cese de hostilidades decretado por Rajoy. Hay un sistema de señales para consignar lealtadas viejas o conversasdel mismo modo que la comenzó pese al cese de hostilidades decretado por Mariano Rajoy y pese a que la oposición se crece ante la perspectiva abigarrada de algunas encuestas: con signos de una tensión contenida y con dos velocidades, acaso divergentes.
Sólo la minusvaloración del contrincante o el abotargamiento del PSOE explica la ligereza con que desde las copas del poder se explicita un sistema de señales de confrontación. Desde el jueves, día en que la coexistencia de las «dos caravanas del PP» se trasladara negro sobre blanco a varios diarios --«El mejor presidente que ha tenido la Comunidad, Francisco Camps...», había presentado en un acto Pedro Agramunt-, tampoco ha habido mayores gestos de distensión que el micromitin compartido entre Zaplana y Michavila el sábado en Alboraya.
Incluso en este mitin hubo quien reseñó que el «juego de las fidelidades» continúa activo: el alcalde de la villa, Manuel Álvaro, se deshizo en un panegírico zaplanista y significó la diferencia semántica entre sus «queridos» Eduardo (Zaplana), Serafín (Castellano), Fernando (Giner)... y su «estimado» José María Michavila.
Los primeros signos de esta suerte de código para consignar a apocalípticos e integrados comienza tal vez con Zaplana paladeando la palabra «lealtad» lo mismo en una entrevista dominical que en el enunciado de un vídeo promocional (Lealtad-Ideas-Dedicación-Emoción-Recuerdos) que sus compañeros le dedicaron la noche de presentación de su candidatura. Hubo en aquel vídeo ausencias o «fugacidades» clamorosas: Zaplana con Rajoy, con José María Aznar, con Vicente Fox, con el Rey, con Mario Vargas Llosa, ¿con Camps?... «¡Ahí!».
No se trata de signos aislados, sino de una calculada elegía que el mismo Rajoy instó a acallar cuando a primeros de febrero asistió a la presentación del Foro de Justicia y Seguridad. Pero es difícil mantener la calma en la práctica funambulesca de los protocolos. Por esa prudencia requerida, y por temor a la «avidez tiburona» con que la prensa consigna ese código subrepticio, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, ha sido agasajada -no sin merecimiento- con dedicación.
Ocurría de nuevo con motivo de la presentación del programa de deportes del PP; Rajoy, consellers y hombres fuertes del PP unidos para la posteridad en las estrecheces de un barco, como adelanto subliminal de los fastos de la Copa América de 2007.
Hubo quien se empeñó en descifrar en los reconocimientos a Barberá halagos elípticos al presidente Camps, pero en el baile de las interpretaciones se cruzan a veces interferencias vocacionales o partidistas. Fue luego el ministro Rodrigo Rato quien recaló en Valencia con motivo de la inauguración de la nueva sede del Colegio de Economistas; ecuánime en sus amabilidades y dedicaciones hacia Camps y hacia el «artífice» Zaplana, si bien otra vez destacó Rita como objeto-sujeto a alabar.
Poco después, la ministra de Medio Ambiente, Elvira Rodríguez, impartía una conferencia sobre el PHN en el Hotel Astoria y el protocolo procuró una imagen apócrifa del portavoz popular en las Cortes, Serafín Castellano, flanqueado por el vacío de dos calvas de terciopelo anejas a la representación ejecutiva.
Juntos sobre la arena
La celebración del Día de Andalucía ofreció tal vez la primera foto oficial de las dos caravanas, textualmente sobre la arena, en un ejercicio evidente de registro de «leales» viejos y conversos: primero Camps rodeado de algunos consellers, colaboradores y compañeros de partido (Alejandro Font de Mora, Vicente Rambla, Rafael Blasco, Juan Cotino) a la vanguardia de las sillas de tijera. Luego que llega el biministro Eduardo Zaplana con Fernando Giner, Serafín Castellano, María Ángeles Ramón-Llin; luego las conselleras Alicia de Miguel y Gema Amor. ¡Las dos caravanas!
Todo este sistema de señales y miradas se articula realmente sobre una poda real, palpable, conocida, en el bonsai administrativo. Son brotes menores los que han saltado por los aires con la reestructuración del Consell, pero no por ello menos importantes que un desplante en un «sarao» público o una omisión en un vídeo-acróstico.
La conversión de la dirección general de Grandes Proyectos en la Secretaría Autonómica de Eventos y Proyectos, con Luis Lobón al frente, despejó a Gonzalo Morell de una «responsabilidad» personalísima para con «Castellón Cultural». Una operación similar se fraguó en el Circuito de Cheste y se está produciendo ahora en la cabina de mandos de la Ciudad de la Luz, donde Aurelio García de Sola y Arriaga pierde el margen de maniobra que logró por el mecenazgo de Pedro Pérez (audiovisuales de Telefónica, Vía Digital...). Acomodados sin embargo García Berlanga, Amadeu Fabregat o García Candau con la nueva partitura del Palau de la Generalitat.
Probablemente sea este episodio u otros pretéritos los que, con su combustión, procuran el fuego del cocido de afinidades y desencuentros que bulle en las interioridades del poder. Probablemente, los Idus de Marzo desvelen los ingredientes y porciones del menú.
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