Y tú de qué eres, ¿de Thermomix o de crockpot? Cuando la cocina entra en campaña
La polémica sobre el regalo de un robot de cocina a la ganadora de la Carrera de la mujer puso en las elecciones del 28-M esta máquina, que compite con otras que facilitan la vida sin debates de género
La decisión de Daniel Jordà, panadero catalán, sobre el precio del pan en los barrios populares

En 1971 dos conceptos revolucionaron la cocina doméstica. Lo hicieron a ambos lados del océano Atlántico. Ese año, en EE.UU., durante una feria de menaje del hogar de Chicago, se presentó una olla autónoma –solo en la cocción– que permitía cocinar a baja ... temperatura durante horas: la 'Crock-Pot'. La cocina lenta –'slow coocker'– estaba basada en esos guisos tradicionales de legumbres, carnes y verduras que, a fuerza de horas y una temperatura constante sin evaporación, daban como resultado un plato de comida listo en la mesa del día siguiente.
Al otro lado, en Alemania, una 'batidora para sopas' empezaba a acaparar la mirada en los hogares. Era capaz de batir y calentar al mismo tiempo, con un control sobre la temperatura y un temporizador que detenía su funcionamiento. La empresa detrás del prodigio tecnológico se llama aún hoy Vorwerk y el electrodoméstico en cuestión Thermomix.
Un aparato que técnicamente no alcanzó la categoría de robot de cocina hasta los años 80 y que hace unas semanas entró en la campaña del 28-M con un agitado debate con las políticas de género de fondo al ser regalado como premio en la Carrera de la Mujer. La idea fue duramente criticada desde el Ministerio de Igualdad, tildada como machista, al igual que la entrega de productos 0% al resto de participantes.
Lo cierto es que este electrodoméstico no es la primera vez que se cuela en la arena política, polémica en redes incluida. Hace unos años el objeto doméstico salpicó a Alberto Garzón, ministro de Consumo, al aparecer en su cocina, con una Thermomix al fondo, en una foto compartida en sus redes sociales. Las críticas, entonces, no tuvieron nada que ver con debates de género. En aquella ocasión, el robot de cocina fue tildado de lujoso y pretencioso para los valores de la izquierda que representa el ministro –que en la imagen aparecía además con una sudadera 'comunista' de la República Democrática Alemana–.

Solo es un electrodoméstico salpicado por la polarización ideológica. ¿Hay ideología en la cocina? ¿Pueden identificarse máquinas que facilitan la vida doméstica con un determinado género o unos valores morales? La historia de la publicidad y la propia industria han explotado en el pasado todo tipo de atribuciones, construyendo estereotipos completamente caducos que siguen siendo utilizados como argumentos de autoridad.
Asimismo la de la política con casos sonados como el que protagonizó Hugo Chávez en 2010 intentando recuperar popularidad durante los comicios legislativos venezolanos sacando un plan de venta de 300.000 electrodomésticos chinos con grandes descuentos. Al otro lado del charco también, aparatos asiáticos protagonizaron otra historia en Cuba cuando Fidel Castro lanzó su denominada 'Revolución Energética' y pidió a los cubanos entregar sus viejos frigoríficos americanos para cambiarlos por neveras chinas de la marca Haier –para las que difícilmente encontraron después recambios con los que repararlas–.
La religión también cuenta: el origen judío de la 'crockpot'
Desde hace unos años los aficionados a la cocina se dividen –hay quien está en ambos lados– entre la cocina lenta de la 'crockpot' y la cocina fácil de la Thermomix. La primera tiene un vínculo histórico con los judíos, en concreto con los askenazíes que llegaron desde Europa hasta EE.UU. Fue Irving Naxon, en los años 70 del siglo pasado quién presentó el modelo más primitivo de esta olla eléctrica de cocción lenta. La llamó 'Beanery' –'beans' en inglés significa alubias–. Ya venía fabricándolas de forma rudimentaria desde finales de los años 30.

El mundo de los electrodomésticos tiene por aceptada la anécdota de que Naxon se inspiró en cómo cocinaban sus antepasados lituanos un guiso tradicional judío llamado 'cholent' –de alubias y cebada– que cocinaban durante muchas horas a fuego lento. Se empezaba a hacer el viernes para que pudieran comerlo el sábado. Era la forma de no saltarse la norma del 'sabbath': primitivamente cargando de leña en el alma de la cocina para que se cocinara lentamente hasta su extinción el sábado; después con este artilugio eléctrico que hoy está presente en infinidad de hogares. Cabe recordar que la norma ortodoxa impide encender ni apagar el fuego –y otras fuentes de energía como la electricidad–.

El invento en cuestión no era más que un recipiente cerámico con tapa y un calefactor eléctrico con temperaturas que no superaban los 100 grados centígrados. Tuvo tanto éxito que una compañía –Rival– adquirió la empresa de Naxon, amplió el recetario y lo renombró tal y como lo conocemos hoy. En 1971, en esa mencionada feria de Chicago, fue cuando apareció en el mercado como 'crock-pot'. En 1974, hicieron aún más cómodo el artilugio con una gran novedad: hicieron extraíble el recipiente para facilitar su limpieza.
Thermomix: de las sopas calientes a la alta cocina
La crockpot y la Thermomix se asocia popularmente a dos formas diferentes de ver la cocina: la olla de cocción lenta lleva a gala ser un instrumento para ese constructo popular que define la 'cocina saludable' para un público que, generalmente, «sabe cocinar»; el segundo lleva el sanbenito de ser el útil para quienes están en el lado opuesto. Pero lo cierto es que el nivel de ayuda que brindan ambas teniendo en cuenta que su utilidad es difícilmente comparable. De hecho muchos aficionados culinarios ven en ellas un tándem perfectamente compatible.

Las dos sirven a priori para cocinar, pero la primera no deja de ser solo un recipiente en el que controlar temperatura y tiempo. El robot de cocina, con sus sucesivas actualizaciones desde los años 80, ha ido acumulando funcionalidades que lo han llevado no solo a las cocinas domésticas, si no prácticamente a todas las cocinas profesionales y a la alta restauración.
Otra de sus diferencias –y no menor– es su precio. La crockpot más básica cuesta 40 euros y el último modelo del robot de cocina no baja de los 1.400 euros. La primera convive en el mercado con multitud de marcas que han explotado su sencilla tecnología desde hace décadas. La segunda vive en los últimos años la llegada de aparatos que han replicado sus funcionalidades.
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Ya antes de la pandemia, la compañía alemana vio en España como sus ventas caían sustancialmente por la aparición de electrodomésticos similares y muy competitivos en precio. Incluso llegó a denunciar a Lidl por vender un modelo que, sin embargo, no lograron sacar del mercado. La justicia acabó por dar la razón a la cadena.
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