Entrevista
El cocinero que alimenta a Pedro Sánchez y a su familia: así se come en La Moncloa
José Roca lleva 44 años trabajando en las cocinas del complejo presidencial. Empezó con Adolfo Suárez y sigue en sus fogones 14 legislaturas después

José Roca es cocinero. No comparte vínculo alguno con la saga de los Roca del Celler, en Gerona, aunque uno de los tres, el célebre Pitu, se llame como él. Sí, el nació primero y le saca seis años. Superada la anécdota que marca ... las primeras preguntas a quien está al frente de la cocina del Palacio de la Moncloa, este José Roca se ha mantenido un discretísimo plano desde que Julio González de Buitrago dejara el liderazgo de los fogones tras dar de comer a cinco presidentes. Miembro del Chefs des Chefs –el club de los cocineros de los jefes de estado y de gobierno que ha celebrado esta semana su cumbre anual en Madrid–, entró en La Moncloa con solo 18 años. Ahora tiene 62 y celebra más de cuatro décadas allí.
Los gustos, confiesa, han cambiado. Pero más que por el paso del tiempo por el paso de los diferentes presidentes del Gobierno y sus respectivas familias. «Cambiamos de personas y cambiamos de gusto, así de simple», resume. Aunque, evidentemente, hoy no se come igual que cuando entró de pinche estando Adolfo Suárez y Amparo Illana –además sus cinco hijos–. Fueron los primeros ocupantes de La Moncloa como sede de la Presidencia del Gobierno, que se trasladó en 1976 del número 3 de Castellana al palacio de la A-6.
«La cocina que se hace hoy es más sana, más ligera en grasas. Eso es siempre importante a la hora de diseñar los menús que se sirven semanalmente al Presidente y a su familia», explica a ABC sobre los gustos actuales. De los pretéritos, gracias al libro que escribió González de Buitrago cuando se jubiló –'La Cocina de La Moncloa'–, se saben algunas cosas: que en tiempos de Suárez no faltaba la crema de legumbres, a Calvo Sotelo le pirraba el 'steak tartar' o que con Aznar no faltaba nunca de postre el helado de café.
«Si un día hay que echar el resto porque vamos a hacer un plato como una fabada, no queda más remedio. Pero intentamos compensar siempre. Intentamos hacer una comida sana y de proximidad siempre», añade Roca. En la línea de sus compañeros del Club Chefs des Chefs, el cocinero hace apología de la cocina patria. Uno de los principios de este selecto club fundado hace 45 años por el francés Gilles Bragard es defender la figura de estos cocineros como embajadores de sus respectivas gastronomías ante el mundo. «Tendemos a hacer cocina española, aunque también meto guiños a otras cocinas extranjeras –incluso 'fast food'–, claro», comenta.
Roca tiene la «libertad» de diseñar el menú semanal para Pedro Sánchez, su mejor Begoña Gómez y sus hijas Carlota y Ainhoa. «Siempre los presento bajo el título de 'propuesta', porque solo es eso: una propuesta. Diseño las comidas y las cenas de todos los días de la semana. Lo mandamos arriba. Ellos lo miran y me devuelven la propuesta con anotaciones a bolígrafo sobre las cosas que desean cambiar o quitar», relata. ¿Quién supervisa el menú? Roca asegura no saberlo –su discreción es máxima, como la del resto de sus colegas, condicionada frecuentemente a contratos de confidencialidad–. «Las esposas siempre tienen un papel muy importante», desliza con elegancia.
Sin entrar en los detalles –una de las normas que rigen al Club Chefs des Chefs en no revelar las preferencias de los jefes de estado y de gobierno–, asegura que en la mesa de Pedro Sánchez se come más pescado que carne. «Eso es porque lo decido yo», presume. Y, sobre todo, incide en que sirve bastantes ensaladas. «Incluso en invierno», matiza. «Sé que es muy frustrante que no podamos contar nada sobre los gustos de las personas para las que trabajamos. La discreción forma parte de mi trabajo. Si buscan en internet mi nombre apenas encontrarán resultados», destaca.
Cuatro fijos a la mesa
Roca cuenta cada día con cuatro comensales fijos en las cenas de La Moncloa –cuando el presidente Sánchez y/o su mujer no tiene actos fuera, obviamente–. «Algún día puede sumarse algún invitado, los padres o algún amigo. La Moncloa, al final, es como cualquier casa. Puede haber imprevistos», explica. «Hay margen para que me cambien el menú diez minutos antes. Estamos preparados para ello, dentro de un orden. Si a ellos les cambian las circunstancias a nosotros nos afecta. Te puedes encontrar de golpe y porrazo con que tenías aprobado un menú muy sencillito para la vivienda y que se presente a comer fulanito. Con lo que había preparado no podemos salir y hay que improvisar», describe.
Otra de las cosas que cambian el paso al cocinero de La Moncloa son lo que define, en sus propias palabras, como los 'si pudiera ser'. «Si pudiera ser esto o si pudiera ser lo otro... Siempre expresado con una gran educación y para nosotros es directamente un 'es' salvo que por tiempo o por falta de algún ingrediente en la despensa no podamos satisfacer ese deseo», comenta con una gran sonrisa.
«Si el presidente quiere unos huevos fritos, pues se los hacemos», comenta siempre en plural mayestático incluyendo a su equipo, otros cuatro profesionales de cocina. «Nos vamos turnando porque en Moncloa se trabaja todos los días y noches. Cuando terminan la cena, nos marchamos a casa a descansar. Por la mañana hay que tener listo el desayuno muy pronto. A las 6.15 horas ya hay gente en la cocina. El presidente madruga mucho», señala.
«Mi trabajo me hace feliz por muchas cosas», asegura sobre un puesto que trasciende los nombramientos y las elecciones. «Yo disfruto con la libertad de poder hacer mis platos. Estar la cocina de La Moncloa es un privilegio. Hay un gran ambiente de compañerismo. Estoy rodeado de amigos, no solo en cocina. También tenemos mucho vínculo con los camareros. Para mi es un lujo estar donde estoy», concluye.
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