El gran corazón rojo que une a Luis, con demencia, y a su hija Fany, con síndrome de Down
Este sistema de comunicación ha sido ideado por Vanesa López Manchón, la psicóloga del centro Casaverde Villa de Catral (Alicante)
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La ansiedad de este progenitor desaparece cuando mira por la ventana de la residencia y localiza el corazón rojo
En cuanto Luis, enfermo de demencia, se asoma al patio de la residencia en la que está ingresado y ve por el patio el enorme corazón rojo que hay pegado en la ventana de la habitación de su hija Estefanía, con síndrome de Down, la ansiedad desaparece.
Este sistema de comunicación ha sido ideado por Vanesa López Manchón, la psicóloga del centro Casaverde Villa de Catral (Alicante), en el que ambos están ingresados desde el pasado mes de junio de 2022.
De esta original forma padre e hija, en situación de dependencia, consiguen establecer comunicación y fomentar su relación. Una relación y unos cuidados que no se habían roto nunca en su domicilio, hasta que llegó un momento en el que los cuidados eran inviable para los otros dos hijos de esta familia.
Solicitaron este recurso y los servicios del centro permitieron que se mudaran los dos a la vez. Él entró en la parte de mayores y ella en la de discapacidad. «Fany era demasiado joven para entrar en la parte de mayores y en el estado en el que estaba el padre, no la hubiera dejado independencia ni le hubiera otorgado la autonomía que ella necesita y que él, cuando estaba en plenas facultades, quería», explica López Manchón.
De primeras, la «pareja» normalizó la necesaria mudanza. « Vinieron como si los llevas de vacaciones». Hasta que los profesionales del centro empezaron a llevar a Fany a llevar a ver su padre, que es algo que necesitaban los dos, y además de forma inmediata. Entonces se encontraron con que el padre, cuando llegaba la hora de recoger a Fany y llevarla a su «casa» al otro lado del centro, lo llevaba muy mal.
Evitar el sufrimiento de ambos
«No entendía la separación», explica la psicóloga. Entonces, prosigue esta experta, «él no entendía por qué se llevaban a su hija. En ese momento se ponía agresivo y como no puede comunicarse correctamente no había manera de hacerle entender que su hija se iba a la otra zona a comer o estar con sus compañeros o sencillamente a descansar».
Viendo este sufrimiento, señala López Manchón, «pensé en lo que podríamos hacer. Había observado que él todavía conservaba la capacidad de la lectura, y se me ocurrió poner mensajes para tranquilizarle».
Dentro de su propia habitación esta psicóloga le puso un cartel donde explicaba que estaba en su nuevo hogar, Casaverde. «Tu hija también vive aquí y si se asomaba en la ventana, puedes verla porque su habitación está justo enfrente». Lo siguiente que hice, prosigue, «fue poner un distintivo para avisarle donde estaba su hija. Entonces se me ocurrió que fuese un corazón, algo que desde que somos bien pequeños asociamos al amor. Y sin lugar a dudas, Fany es el amor de su padre, su corazón».
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«A él le escribí otro cartelito donde se le informaba de que cuando quisiera ver a su hija, solo tenía que avisar a las auxiliares para que estas se pusieran en contacto con los cuidadores de Fany y la asomaban por la ventana. De este modo, él ya sabía que su hija estaba ahí. «Vimos que esto iba mejorando y que esa ansiedad desaparecía», apunta. «Así él pasó a hacer visitas a la parte de discapacidad y a ofrece a ayudar a los técnicos para cuidar a otros chicos con síndrome de Down. No ha perdido ni un ápice de sensibilidad humana».
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