Abuelita, ¿cómo lo ves? «¡Yo no soy tu abuela!»
Conversaciones de Mayores
Edadismo y lenguaje: el uso de ciertas palabras, estereotipos e ideas preconcebidas sobre las personas mayores limitan la comprensión de la diversidad y heterogeneidad de la vejez

Muchas personas mayores perciben que el edadismo es una discriminación social por cuestión de edad. Una de las formas más extendida es el uso inadecuado del lenguaje. No son pocas las ocasiones en las que se utilizan palabras que proceden de lo que se piensa o siente por estereotipos y prejuicios hacia este sector de población. El edadismo está relacionado con la manera en cómo entendemos la vejez y el envejecimiento, con nuestras relaciones intergeneracionales y cómo perpetuamos estereotipos e ideas preconcebidas sobre las personas mayores, limitando, de este modo, la comprensión de la diversidad y heterogeneidad de la vejez.
Así lo confirma dentro del programa 'Conversaciones de Mayores' de ABC y Fundación «la Caixa», Pilar Ruiz-Va Palacios, lingüista y profesora universitaria jubilada, aunque actualmente imparte un curso de escritura creativa en Senior-Uned. «En muchas ocasiones se nos da un trato equivocado. Me molesta, por ejemplo, cuando alguien me dice '¿cómo ves esto abuela?', cuando esa persona ni siquiera es mi nieto. Ese tuteo hacia el mayor y ese falso parentesco son grandes errores, una falta de respeto que, además, daña la autoestima y las capacidades de las personas mayores».
Explica, además, que el avance de la tecnología ha creado muchos términos nuevos y formas de actuar que provoca que numerosos mayores piensen «no me entero, no lo entiendo». «Los que deciden pedir ayuda o viven en familia pueden llegar a comprenderlo cuando se lo explican, el problema es cuando estas personas viven solas porque se quedan totalmente discriminadas».
Del mismo modo, Pilar Ruiz-Va Palacios apunta que en los medios de comunicación no se les trata de la forma correcta «y hay programas de radio dirigidos a la población mayor sobre política, cultura... en los que se nos habla como si fuéramos niños de párvulos. Hay muy poca sensibilidad en este aspecto».
Para el periodista y escritor José María Carrascal los medios de comunicación están demasiado enzarzados en la lucha política y no se preocupan de nada más. «A los mayores se les utiliza políticamente como parte de sus protestas o adhesiones, y al final están todo el tiempo en la trinchera. Hay términos, como el de jubilados, que son muy genéricos porque cada uno afronta la jubilación de forma muy distinta: unos están deseando que llegue para hacer cosas mientras que otros no porque no saben qué hacer con su vida. Lo preocupante es lo que se está haciendo con las jubilaciones y la barbaridad de cambiar cotizaciones etc., porque al haber más jubilados que trabajadores no se provoca una lucha de clases, sino de generaciones. Lo importante, al final, es tener una actitud positiva hacia los mayores».
Añade que en prácticamente todas las culturas el respeto a los mayores, siempre con las excepciones que confirman la regla, fue no sólo una teoría, sino también una práctica, «hasta el punto de que las cámaras altas, griegas y romanas eran personas de edad y que la palabra inglesa 'senior', tomada del español señor abarca a todo ese segmento de la población. Cuando yo era joven, hace un montón de años –asegura jocoso–, se empezaba a pertenecer a ella a los 60 años. Hoy se ha extendido a los 80».
«La vejez no ha merecido epítetos agradables, siendo nuestro tiempo bien poco caritativo con ella»
No titubea al asegurar «que la vejez no ha merecido epítetos agradables, siendo nuestro tiempo bien poco caritativo con ella. Pero ocurre con muchas profesiones, empezando por la política y terminando por los educadores, a no ser que seas un auténtico fenómeno". "Pienso, sin embargo, que cada vez hay gente de edad avanzada que demuestra que se hallan en plenitud de facultades. Ronald Reagan sacó a su país de la sima de pesimismo al que le habían conducido los presidentes anteriores, alguno mucho más joven, y fue de hecho quien ganó la guerra fría al ganar el pulso a los rusos cuando un misil disparado en Hawai fue cazado en vuelo por un antimisil disparado en California».
Considera que el mejor medio para lograr algo es el ejemplo. «Los jubilados no sólo se dedican a viajar con el Imserso, que bien merecido lo tienen sobre todo los que trabajaron más de 40 años sin haber salido su pueblo o ciudad, sino que contribuyen a la estabilidad social en programas de ayuda de todo tipo mucho más de lo que la gente cree. La mayoría de esos programas –sea el reparto de comida, visitas a enfermos o personas solas...– son voluntarios que ni siquiera alardean de ello. Seguro que tienen experiencias de todo tipo, que interesan a la población en general. Buscar la forma de que lleguen al gran público en los medios de comunicación ayudaría, primero a reconocer su mérito, luego a ayudar a que hubiera más voluntarios de este tipo. Sin caer nunca en la propaganda o el exhibicionismo, mostrando sólo lo que ocurre a muchos españoles. La consigna pudiera ser «todos seremos un día jubilados».
Añade este reconocido periodista que el lenguaje, la palabra, es lo que ha permitido al género humano alcanzar un desarrollo que, si sigue creciendo al ritmo que va, pone en peligro el planeta mismo. «Estamos ante el instrumento más eficaz para el progreso o la destrucción, según muestra la Historia. Todas las especies vivientes tienen su lengua, que les sirve para comunicarse, sobrevivir y reproducirse. Pero el género humano ha alcanzado en él cotas inalcanzables para el resto de las especies. Piensen en la cantidad de palabras que se crean cada día para designar cosas, actos, personas y actividades nuevas. Y no contento con ellas se permite el pensamiento abstracto, imaginar. Para resumir: es nuestra mejor arma para sobrevivir en los azares de la vida. Y, encima, podemos dejarla escrita para cuando ya no estemos. De ahí que aconseje a todos los jubilados escribir sus memorias».
Pese a todo, Rosa María Ameijeiras Saiz, pedagoga y profesora jubilada especialista en Intervención Social, considera que el edadismo no es propio solo de la población mayor, sino que hace referencia a cualquier etapa de la vida, empezando por la infancia. «Muchas veces nos dirigimos a los niños con un tono infantilizado, con voz alta o repitiendo y remarcando determinadas frases. Eso no quiere decir que estemos en contra de los menores, aunque tampoco podemos pensar que todos los niños son buenos porque no todos lo son. Del mismo modo, tampoco se puede pensar que todas las personas mayores son entrañables porque siempre hay excepciones, pero también hacia ellos hay ocasiones en que se puede utilizar el lenguaje de forma que no es correcta y quizá se les encasille bajo un mismo paraguas. Pero es que desde la pedagogía, la psicología, la filosofía, la medicina... siempre se han hecho clasificaciones por edades, una diferencia metodológica para acotar las circunstancias de cada etapa vital. La cuestión es que en ocasiones perdemos la atención personal y abordamos a las personas de manera global, como un conjunto, y aquí sí puede que exista edadismo institucional».
Esta pedagoga reconoce que en su caso, a veces se aprovecha de ciertas situaciones que fomentan el edadismo, «como, por ejemplo, una vez que estaba en un aeropuerto y había que rellenar una documentación en una aplicación del móvil para poder regresar a España y no sabía cómo hacerlo. Lo logré finalmente porque me acerqué a un joven y le comenté que como yo era mayor era un poco torpe».
Lo que no puede ocurrir en su opinión es que exista un edadismo malintencionado «como que llamen a la puerta de tu casa y al verte mayor se aprovechen para que compres o contrates cosas que no necesitas, te estafen, te roben... Pero del mismo modo que no pueden aprovecharse de un niño».
Ameijeiras añade que «hay que ser capaz de hacer frente a las críticas y al posible edadismo, pero depende de cada persona porque las hay que les califican de torpes por el simple hecho de ser mayor y se vienen abajo. A mí, personalmente, no me afecta. Soy una persona muy activa que acude a grupos de teatro, lectura... y no me siento afectada cuando me llaman abuela (que no lo soy) o vieja. No me ofende. Me ofende el que viene a ofenderme, sea la cuestión que sea, porque se nota».
Considera que en los medios de comunicación se intenta tener cuidado al dirigirse a la población mayor y no saben si llamarles tercera edad o cómo para que nadie se moleste. «Como hay personas que sí sufren con ciertas denominaciones y un cierto uso del lenguaje sí sería conveniente que se tuviera en cuenta para que no se molesten y mejoren su vida».
Para Zulay Barrios de Martínez, economista jubilada, apunta que a ella no le molesta que utilicen ciertos términos como «abuela». De hecho, apunta que ella lo es y le parece una palabra muy bonita. «Lo que verdaderamente me ofende a mis 73 años es el tono intencionado que puedan usar al decírmelo, si lo que buscan es discriminarme o destacar que, obviamente, no tengo la capacidad de una joven. Pero considero que quien habla así a una persona, lo hará a otras del mismo modo, tenga la edad que tenga, porque es más un asunto de buena o mala educación. En otras culturas como la venezolana, a la que pertenezco, se llama viejos a los padres, pero es un término muy respetuoso y afectivo».
Respecto al lenguaje generado por el avance de las nuevas tecnologías, Zulay Barrios de Martínez reconoce que es complicado para los mayores, «pero lo que más discriminación produce es que muchas gestiones ya solo se hacen con aparatos y no con la posibilidad de hablar con personas, como el simple hecho de sacar el ticket para que te atienda el médico en un hospital, lo que impide muchas veces manejarse solos. Nos dan pocas alternativas en este sentido. Yo por naturaleza ante este tipo de situaciones tengo paciencia, me meto, investigo..., pero no todo el mundo lo hace y al final hace que se sientan apartados».
Los efectos del edadismo en nuestra sociedad
Los efectos del edadismo en nuestra sociedad son numerosos:
Las actitudes negativas sobre la vejez limitan la vida, porque no se les ofrecen las mismas oportunidades que a las demás personas.
Se invisibiliza al colectivo de las personas mayores, porque se da por hecho que poco o nada tienen que aportar.
Como no tienen nada que aportar, se les excluye del entorno laboral.
Como se considera que nada se puede hacer, se les limitan cuidados o tratamientos que pueden necesitar.
Asimismo, los estereotipos y prejuicios sobre la vejez y el envejecimiento funcionan como profecías autocumplidoras modulando la manera como envejecemos. Por ejemplo, si se da por hecha la falsa creencia de que la soledad es inherente a las personas mayores y estas tienen que acostumbrarse a ella, nada se hará para ayudar a las personas que sufren soledad a afrontarla.
El edadismo impregna nuestra sociedad y se manifiesta habitualmente como infantilización, despersonalización y deshumanización. Por ello, es importante revisar los comportamientos y los de nuestro entorno:
-El lenguaje que usamos cuando hablamos de las personas mayores.
-El tono que usamos cuando hablamos con ellas.
-El poder que les damos en la toma de decisiones.
-El respeto hacia sus preferencias.
-La empatía con sus dificultades.
Las formas más habituales de edadismo
Infantilización: esta relación hace que las personas no mayores tengan una posición de poder frente al usuario a la hora de interactuar, de responder o de tratar a la persona como si fuera una criatura. Una muestra es el uso del baby talk o el elder speak. Este comporta un tipo de lenguaje que utiliza una entonación exagerada, un tono de voz elevado o el uso de un registro sencillo.
Palabras edadistas que infantilizan: Uso generalizado de diminutivos como viejito o abuelito, o hacer diminutivos con los nombres de la persona.
-Posesivos: nuestros mayores, nuestros abuelos.
-Despersonalización: consiste en no tener en cuenta la singularidad de la persona mayor, sus necesidades y preferencias, y tratarlas a todas de manera homogénea.
Palabras edadistas que despersonalizan: Los jubilados, los pensionistas, los viejos, los abuelos.
MÁS INFORMACIÓN
Deshumanización: se produce cuando se pierde la empatía en el trato con las personas mayores, no potenciando su autonomía, no respetando su privacidad, no permitiendo su participación en la toma de decisiones...
Palabras edadistas que deshumanizan: Carca, trasto
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