Bruno Squarcia: «Espiritualmente, Madrid es un sitio que, al llegar, notas que ya has estado»
COLONOS
Ve la ciudad y a sus gentes desde su condición de italoespañol, una perspectiva novedosa de la que es embajador
Miquel Valls, de 'Espejo Público': «En Madrid no existen los clichés de Barcelona. Madrid es una ciudad de supervivientes»

Bruno Squarcia tiene la voz grave, nacionalidad italiana, y la ciudad metida en el corazón desde 1989. Italiano nacido en Albacete en 1963, su infancia es valenciana al calor de la 'cucina', pero también marcada por su otra pasión: el actuar. De alguna ... manera, ambas convergen en su local, Ouh Babbo, en Ópera. Primer jugador del Pamesa Valencia, cantante lírico, «italiañolo», intérprete de 'Al salir de clase', su vista de Madrid es original como pocas. Su historia vital, también. Eso sí, pese a la pasión por Madrid lleva mal, muy mal, julio y agosto. Adora la zona de Ópera.
—La cuestión lleva doble sentido, si usted se lo quiere dar, claro. Arte Dramático y restauración. En Madrid, en cuanto a la gastronomía, ¿hay mucha sobreactuación?
—No, en Madrid puedes comer de maravilla. Puedes combinar lo castizo, lo de toda la vida, lo tradicional con la nueva cocina. La competencia es tal que el que no lo haga bien se cae. Hay una gran variedad. Tienes de todo.
—Ahora, ya, vamos a las interioridades. ¿Me puede puntualizar ese aterrizaje en Madrid en 1989?
—Me vine a vivir a una pensión, con lo cual dejé de trabajar con mi padre, que me dijo que me buscara la vida. Estudié Arte Dramático en Cristina Rota, cuando aún no tenía escuela y era un sótano. Trabajé en la noche como relaciones públicas gracias a un solo contacto para pagarme los estudios y la habitación. De la pensión pasé a alquilar una habitación en casa de una señora, y de ahí a un piso entre tres, otro piso entre dos y otro yo solo. He pasado por todos los escalones y he disfrutado muchísimo de Madrid.
—Los ve con ternura, pues.
—Los primeros diez años fueron maravillosos. Trabajé en la noche como te digo. Hice publicidad. Daba clases particulares de italiano. Me apunté a una agencia de modelos. Nada aburrido. Todo para empezar a vivir como actor. De ahí abrí mi primer restaurante, que tuvo problemas de socios, y después este. Yo no soy un actor que monta un restaurante, sino un apasionado de la gastronomía desde pequeño, desde que era el pinche de cocina de mis padres. Digo que soy 'restauractor'. Conjugo mis dos pasiones.
—Actuar en Madrid, ¿debe ser complicado?
—La profesión de actor es complicada. Como todas las artísticas. Ser el mejor no implica trabajar más. En España, si quieres ser actor tienes que vivir en Madrid, o estar muy cerca. Es el centro neurálgico.
—Dice de usted que es 'italoespañolo'. ¿Cómo se lleva eso en Madrid?
—Tengo la gran suerte de ser de dos países que somos primos. Los italianos son unos españoles con horario europeo. Tengo nacionalidad italiana, pero me va el término 'italoespañolo'. Y estoy superorgulloso de esa confluencia de culturas, que es estupenda.
—Pero, insisto, ¿cómo se lleva en Madrid?
—Intento vender italianidad. Con mi restaurante, con mi bar-tienda.
—¿Cómo ve el madrileño la pasta a estas alturas del siglo XXI?
—Afortunadamente la visión ya ha cambiado. Con Erasmus la gente se ha vuelto más exigente. Me satisface que el público demande la esencia de la cocina italiana en contraposición a las grandes cadenas.
—Al lado de Ópera, un italiano...
—Le llamamos el «restaurante italiano de los artistas del centro de Madrid». Todos los jueves canto con mi banda, monto el espectáculo. Soy el alma de la sala. Junto a mi mujer formamos un buen tándem. Vienen amigos, cantantes de ópera del Teatro Real, con los que he hecho algún dúo.
—El mismo entorno lo favorece...
—Ópera ha cambiado muchísimo. La calle Caños del Peral ha variado muchísimo. Cuando llegamos, la propia plaza de Ópera no estaba peatonalizada. Por Arenal entraba mucho tráfico, mucho bullicio, estaba todo más animado. No elegimos esta zona, yo jugaba al baloncesto, aunque estudié canto lírico. Y encontrarme ahora con los cantantes del Real es lo que más me gusta de esta época.
—Haciendo balance, y aunque intuyo la respuesta, ¿qué ha supuesto Madrid en su vida?
—Me ha aportado, sobre todo, felicidad. Llevo desde el 89 aquí. La época de la noche de los noventa fue gloriosa. Y el carácter del gato es muy acogedor.
—Pero puede llegar a agotar...
—Puede agotar, puede cansar, sobre todo si tienes una vida pública en el centro. En mi caso es escogido. Pero acarrea un punto estresante.
—Mata un poco, dicen.
—Madrid mata un poco, pero menos que muchas ciudades.
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—'Al salir de clase', serie de la juventud madrileña. ¿Qué le viene a la cabeza?
—Tengo unos recuerdos maravillosos. Marcó una época, porque lo que había después de comer eran los famosos culebrones, y 'Al salir de clase' rompió con eso, con la entrada de juventud, la entrada de alegría, de colorido. Le tengo un cariño especialísimo, fue uno de los puntos clave. Ahí conseguí un papel fijo midiendo 1,90 y demostré que no pasaba nada. Fue una escuela maravillosa, con la exigencia de un capítulo diario.
—¿Cómo ha visto evolucionar a la ciudad?
—Madrid es un gran atractivo para venir a vivir. Madrid es un sitio que, espiritualmente, nada más llegar, empiezas a notar que no es la primera vez que has estado.
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