Miquel Valls, de 'Espejo Público': «En Madrid no existen los clichés de Barcelona. Madrid es una ciudad de supervivientes»
COLONOS
Pese a las prisas de la capital, no ha perdido el acento. De hecho, habla más catalán aquí que en Barcelona
Funambulista: «Para mí, Madrid nació en acústico, para mí, nació en Libertad 8»
Miquel Valls tiene un catalán agradable en la mañana de primavera. Después de bregar con el directo en 'Espejo Público' se relaja cuando no es él quien tiene que entrevistar. Sonríe cuando ve que el interlocutor es de su quinta y conoce a ... las 'reinas de las mañanas'. Le regalan un aperitivo de croquetas, que no desprecia, aunque como buen hombre de televisión no peca de la gula.
Nació en Mora de Ebro, que él pronuncia con delectación vernácula y tarraconense, y la conversación, indefectiblemente ha de discurrir por las semejanzas o las diferencias entre Barcelona, que es donde se fajó como periodista, y Madrid. Una década en el Foro y ha adquirido la mirada socarrona del madrileño, la de una anarquía dentro de un orden raro, que parece ser que es la esencia de Madrid a juzgar por sus paisanos y lo que han venido a contar en estas páginas.
Su historia es la historia del chico de pueblo que llega a una capital 'formal', en este caso Barcelona, desde un pueblo en el que se sintonizaba la señal de aquella televisión regional que fue Canal Nou, y de aquel programa, Tómbola, que fue un clásico que marcó a toda una generación y sentó las bases de lo que iba a ser la televisión de un tiempo y de un país. Claro que, en perspectiva, ve que el 'asunto' catalán es más político que realmente social. En sus palabras lo deja meridiano: «Al final, ningún madrileño tiene problema en vivir en Barcelona. Y ningún catalán tiene problema en vivir en Madrid».
—¿Qué hace un tarraconense como usted en un sitio como este (Madrid)?
—Pasó que Ana Rosa me llama un jueves, dejo toda mi vida en Barcelona, y me instalo aquí un lunes. Llego a las seis de la mañana, y a las diez ya estaba trabajando. Había nervios, emoción, estaba como perdido en una jungla.
—O sea, que fue todo de sopetón. Su antecesor también es catalán. En el imaginario, ¿traía una visión distorsionada de Madrid?
—Llegué con una imagen distorsionada, sí. Llegué como con miedo a que me señalaran con el «ya está aquí el catalán».
—Y sin embargo...
—Pues eso se diluyó en 24 horas, lo que tardas en tomar una caña en Lavapiés. Además, yo hablo más catalán en Madrid que en Barcelona. Estoy rodeado de catalanes. Mañana tarde y noche, lo juro, hablo más catalán aquí que en Barcelona.
—Se cuenta, en ciertos ambientes, que un catalán en Madrid vale doble.
—Es verdad que la cultura de trabajo en Barcelona es distinta a la de Madrid. Allí la vida es mucho más ordenada. Y vas del trabajo a casa, y si quieres quedar con alguien tiene que ser con anticipación. No existe la improvisación. En cambio, en Madrid los contratos se cierran en los bares y las entrevistas de trabajo en las discotecas.
—Ya una década aquí. Diez años no es nada. O sí.
—En estos diez años, me ha sorprendido que hay muy poca gente nacida aquí. Todos han llegado de pueblos muy pequeños de Andalucía, del País Vasco, de Galicia. Yo, cuando llegué a Barcelona, había veces que me sentía incomprendido porque venía de un pueblo muy pequeñito. Y aquí vas descubriendo que todos vienen de pueblitos pequeños. Y con tu misma historia vital.
—Esta reflexión, no por reiterada en estas páginas, pierde la fuerza. La antropología de ambas ciudades. Y usted, que no es de ni de Madrid ni de Barcelona, en puridad...
—Madrid no tiene vergüenza, Barcelona sí. Puedes ir al supermercado en pijama, que nadie te va a mirar mal.
—Alguna razón habrá.
—A los clichés establecidos por la evolución de los descendientes de la burguesía catalana. Y esos clichés en Madrid no existen. Madrid es una ciudad de supervivientes.
—¿Qué cliché le ha roto Madrid?
—El del 'postureo', al menos a media tarde. Por la noche sí que hay. O lo que decía del trabajo tan cuadriculado. Eso de pasar una reunión de trabajo a un bar es impensable.
—Cruzando el Ebro. Cruzándolo más abajo de su pueblo, desde siempre se nos ha dicho aquello de la Barcelona europea.
—Barcelona dice que es más Europa que Madrid.
—Me interesa ese «dice».
—Muchas empresas se han ido de Cataluña. Los niveles delincuenciales han subido en Barcelona.
—O sea, que blanco y en botella. Pero habrá que arreglar la historia de las dos ciudades.
—Yo creo que todo se arregla terminando con las fantasías políticas que han calado en la sociedad, sobre todo en la catalana. Hay que pisar Madrid, hay que comer en Madrid, hay que salir de fiesta en Madrid. Todo para ver que lo que se cuenta de aquí no es verdad. Mira, las discusiones son más políticas que sociales. Al final ningún madrileño tiene problema en vivir en Barcelona. Y ningún catalán tiene problema en vivir en Madrid. Al final es lo que viene de arriba. Es lo que nos hacen creer. Y la rivalidad existirá siempre.
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—Una canción a Madrid, y no me vale 'Mediterráneo' de Serrat, que alguien que conozco hizo esa 'gracia'.
—La de 'Lady Madrid' de Leiva.
—¿Aquí a la eternidad?
—No, en Madrid para un tiempo. Que hay que desconectar.
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