La gran fractura
11M: 20 ANIVERSARIO
Los atentados del 11-M agudizaron la brecha entre la izquierda y la derecha y el PP se sumió en una crisis interna tras la derrota electoral
Entrevista al comisario De la Morena: «Desde el primer momento pensé que no era el modus operandi de ETA»
Entrevista con la Policía Cientifica: «Las 26.000 evidencias nos llevaron solo a la célula islamista»
Más artículos de Pedro García Cuartango
-Rlm4jDCP83dhjw6qLVEikCP-1200x840@diario_abc.jpg)
Han pasado 20 años y los ecos de los atentados del 11-M siguen escuchándose en la política española. El clima de confrontación que se respira estos días por la ley de amnistía evoca mucho las tensiones que provocó la masacre islamista. Incluso ... podría decirse que la brecha entre la izquierda y la derecha se vio agrandada por aquellos acontecimientos que todavía gravitan sobre la actualidad.
Si los atentados islamistas sirvieron para unir a las fuerzas políticas en Francia, el resultado fue el inverso en nuestro país. La guerra de los relatos comenzó el mismo día en el que estallaron las bombas en los cuatro trenes y contaminó la primera legislatura de Zapatero, que logró una inesperada victoria electoral. Todas las encuestas realizadas durante la campaña anticipaban la victoria de Rajoy, aunque los 'tracks' anteriores al 11-M reflejaban que el margen se iba ajustando.
Horas después de las escenas de desolación que conmovieron a los españoles, Zapatero lo expresó de forma gráfica: «Si ha sido ETA, perderemos las elecciones. Si han sido los islamistas, las podemos ganar». Así fue. El PSOE sacó el 42% de los votos y el PP obtuvo el 37%. 164 escaños frente a 148. Casi 300.000 sufragios más de ventaja.
Nadie preveía ese resultado a las 7.36 minutos de la mañana del 11 de marzo de 2004 cuando estalló la primera bomba en un tren. En cuatro minutos, hubo otras nueve explosiones. 192 muertos y un país devastado por el dolor. Cualquier ciudadano con más de 30 años se acuerda del momento en que recibió aquella noticia fatídica.
Hoy sabemos que los atentados se empezaron a fraguar a comienzos de 2002 en Pakistán después de que dos aviones se estrellaran contra los Torres Gemelas en Nueva York. Bin Laden y el núcleo dirigente de Al Qaeda decidieron colocar a España en su punto de mira. Y designaron a Amer Azizi como enlace del comando que se iba a crear en nuestro país. El 18 de octubre de 2003, Bin Laden anunció en 'Al Jazeera' que España sufriría un duro castigo por su alianza con Estados Unidos. Parece razonable suponer que los islamistas que llevaron a cabo la masacre de Madrid contaron la asistencia técnica de terroristas adiestrados por Al Qaeda, aunque ello no pudo establecerse en la investigación judicial.
En la misma mañana del 11-M, Aznar llamó a los directores de los periódicos para responsabilizar a ETA de los atentados. Dijo que la banda ya había demostrado su voluntad de provocar una matanza en Madrid. En la tarde de Nochebuena la Policía había encontrado varias maletas con explosivos en un tren en Chamartín. Y unos días antes de la masacre, la Guardia Civil había interceptado un transporte de ETA en Cuenca con 500 kilos de dinamita. «Lo han intentado antes, lo hemos evitado y ahora lo han conseguido», dijo el presidente. Zapatero condenó los atentados, mencionando a la banda.
Otegi negó su autoría
La hipótesis del presidente quedaba reforzada por la declaración del lehendakari Ibarretxe, que había comparecido a primera hora para expresar su indignación. «Son alimañas. ETA está escribiendo su final». Pero no había sido la banda terrorista. Otegi dijo la verdad cuando negó su autoría. Ni Aznar ni Acebes, ministro del Interior, le creyeron. Tampoco dieron crédito a una conversación intervenida entre el propio Otegi y Permach que evidenciaba que ellos no estaban al tanto.
A última hora de la tarde, los medios fueron informados de que la Policía Nacional había encontrado una furgoneta Kangoo con una casete con versículos del Corán, detonadores y restos de explosivos junto a la estación de Alcalá. Era la primera pista que conducía al fundamentalismo islámico como inspirador de la masacre. Al final del día, Al Qaeda reivindicó la acción a través del diario árabe 'Al Quds'. La teoría que apuntaba a ETA se desmoronaba.
Fue esa noche cuando la cadena Ser informó que se habían encontrado cadáveres de yihadistas en los trenes. Era un error. Y fue esa noche cuando apareció la controvertida mochila de Vallecas con un móvil desconectado a una carga de explosivos. La tarjeta del teléfono condujo hasta el locutorio de Lavapiés y los islamistas del comando.
Aznar convocó manifestaciones el viernes por la tarde en todas las ciudades españolas. Se negó a comparecer con el líder socialista para dar una imagen de unidad y optó por crear un gabinete de crisis con sus colaboradores más cercanos. La asistencia a la repulsa popular fue masiva. Pero mientras el Gobierno seguía atribuyendo a ETA la autoría, cientos de asistentes gritaban en Madrid: «¿Quién ha sido?». En Barcelona, Rato y Piqué fueron expulsados del acto.
El sábado 13 fue clave en el esclarecimiento de la responsabilidad de los atentados. El CNI ya sabía que habían sido los islamistas, una tesis que era refrendada por servicios secretos como la CIA. Por la tarde, la Policía detuvo a dos ciudadanos hindús que habían vendido las tarjetas de los móviles y luego a tres islamistas, entre los que figuraba Jamal Zougam, el propietario del negocio que, según la sentencia, facilitó esas tarjetas a los terroristas. Zougam, que sigue manteniendo su inocencia, fue condenado a 42.900 años de cárcel.
Jornada de reflexión
Era la jornada de reflexión, pero ello no disuadió a cientos de ciudadanos a cercar la sede del PP. Acusaban a Aznar de mentir y de ser el responsable de la masacre por su apoyo a la intervención en Irak y el envío de tropas. «Merecemos un Gobierno que no nos mienta», sentenció Rubalcaba.
A medianoche, horas antes de la apertura de los colegios electorales, los islamistas informaron de la existencia de un vídeo, depositado en una papelera junto a la mezquita de la M-30, en el que los islamistas reivindicaban la colocación de las bombas. Muchos españoles fueron a votar con la certidumbre de que los atentados eran obra de los fundamentalistas musulmanes y la sospecha de que el Gobierno había alimentado una hipótesis falsa.
Rajoy encajó deportivamente la derrota y felicitó a Zapatero en la noche del 14-M. En la soledad de su domicilio, pensó en dimitir. Pero sus colaboradores le convencieron de que era preferible seguir en el cargo para no ahondar en la crisis que provocó la derrota. El PP estaba sumido en una mezcla de perplejidad y desconcierto.
La primera decisión de Zapatero como presidente del Gobierno fue retirar las tropas españolas de Irak, como había prometido. La oposición le acusó de irresponsable. Pronto quedó en evidencia que la relación entre el PSOE y el PP estaba rota. El Pacto Antiterrorista, suscrito en 2000, se quedó en papel mojado tras un cruce de acusaciones y reproches de las dos formaciones.
Guerra de relatos
Dos meses después de la cita electoral, los partidos acordaron crear una comisión de investigación en el Congreso sobre el 11-M. Aznar, Rajoy y otros dirigentes del PP comparecieron, al igual que los mandos policiales y Zapatero y Rubalcaba. La comisión concluyó sus trabajos con una serie de recomendaciones. El PP se negó a votar a favor y a admitir que se había producido una falta de previsión. Sus dirigentes cuestionaban la investigación judicial y sugerían que el suicidio en Leganés de los miembros del comando impedía averiguar la verdad.
La guerra de relatos afloró en el macro juicio contra los islamistas en la Casa de Campo en 2007. Gnaoui, Zougam y Trashorras, el hombre que había entregado los explosivos robados en Mina Conchita, fueron condenados por su implicación en la masacre.
Mientras Zapatero empezaba a gobernar con gestos que le distanciaban de Felipe González, como el repudio de la guerra sucia contra ETA, el PP acometía un debate interno que se manifestaría en su congreso de octubre de 2004. En él afloraron algunas tibias críticas a la gestión de la crisis de la masacre. El partido de Génova se hallaba más solo y aislado que nunca tras el Pacto del Tinell, por el que el PSOE, ERC y la rama catalana de Izquierda Unida se habían comprometido a no llegar a ningún acuerdo con los populares. Aun así, Rajoy salió elegido presidente con el 98% de los votos de los 3.000 compromisarios.
Segundo fiasco
Rajoy hizo una oposición sin concesiones, apoyado por Acebes, Zaplana y el núcleo duro de Aznar, que cerraron filas con el candidato derrotado. Pero si la debacle del 14-M dejó un poso de amargura y sembró las dudas sobre el liderazgo de Rajoy, las elecciones del 9 de marzo de 2008 fueron un nuevo y más doloroso fracaso del PP. Zapatero mejoró sus resultados y obtuvo 169 diputados, mientras que Rajoy se quedaba en 154. Era su segundo fiasco consecutivo.
El rostro del líder del PP en el balcón de Génova, abrazado a su esposa con lágrimas en los ojos, era todo un poema la noche electoral. Muchos interpretaron por sus palabras y sus gestos que iba a dimitir. Y no hay duda de que lo volvió a sopesar. Pero decidió volver a postularse como presidente del PP en el Congreso de octubre de 2008. Esperanza Aguirre amagó a presentar una candidatura alternativa, pero no dio el paso.
Rajoy ganó el Congreso de Valencia con un 85% de apoyos y un 15% de votos en blanco. Fue en ese momento cuando decidió renovar la cúpula del partido y promocionar a personas como Soraya Sáenz de Santamaria y Dolores de Cospedal. El cambio de estrategia de Rajoy provocó una sangría interna con salidas tan significativas del aparato del partido como la de Acebes, Zaplana y María San Gil. Mayor Oreja volvió a encabezar las listas para el Parlamento Europeo.
Confrontación
La vieja guardia de Aznar se desmarcaba progresivamente del proyecto, mientras la relación entre Rajoy y su predecesor se deterioraba hasta llegar a la animadversión personal. El PP tendría que esperar hasta finales de 2011 para recuperar el poder. Zapatero tiró la toalla y no se presentó. Rubalcaba sufrió una humillante derrota a la que no fue ajena la crisis económica. El candidato de Génova gobernó durante seis años, imponiéndose a Sánchez en 2015.
MÁS INFORMACIÓN
Han transcurrido dos décadas desde aquel fatídico 11-M. Todos los líderes que estaban en la escena política aquel día ya no desempeñan cargos públicos. El país ha cambiado. Pero el clima de confrontación y cainismo entre los dos grandes partidos ha sobrevivido como si una maldición gravitara sobre la política española. De aquellos polvos vienen estos lodos. Nada de lo que pasa hoy podría entenderse sin los sucesos de aquel aciago día.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete