Los 'invisibles' indispensables del teatro
Iluminan la escena, diseñan y preparan el vestuario de los actores, organizan, acomodan... ABC pone voz y rostro a algunos de estos imprescindibles profesionales anónimos de las artes escénicas que trabajan en Castilla y León
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Cuando vamos al teatro estamos acostumbrados a comprar la entrada, que nos abran la puerta con el suficiente tiempo de antelación para recoger el programa de mano y acomodarnos, y que nos acompañen hasta la butaca para disfrutar del espectáculo. Pero para que esto último ... ocurra no solo hace falta que todo funcione sobre ruedas en el escenario, hay un sinfín de trabajadores anónimos, a veces invisibles a nuestros ojos, que lo hacen posible. Sus nombres no suelen estar en los folletos, ni en los carteles que cuelgan de las fachadas de imponentes edificios como el Calderón en Valladolid o el Juan Bravo en Segovia, pero son «imprescindibles». Técnicos de iluminación y sonido, jefes de sala, acomodadores, especialistas en vestuario... Son muchos los profesionales que sin su empeño el telón no subiría. Dicen que el funcionamiento del teatro es como el engranaje de una máquina. Todas las piezas cuentan, incluso las más pequeñas e imperceptibles. Con motivo de la reciente celebración del Día Internacional dedicado a las artes escénicas , el pasado 27 de marzo, ABC ha querido poner voz y rostro a algunos de esos empleados que ayudan a que todo salga.
1

Javier Yagüe y Fátima González (Jefe de sala y acomodadora en el Teatro Juan Bravo de Segovia)
«Sabemos a la hora a la que entramos pero nunca a la que salimos»
Javier, hoy jefe de sala, llegó al Juan Bravo de Segovia en 1997, recién cumplidos los 18 años, para trabajar de acomodador. Allí conoció a su esposa, Fátima, también acomodadora, entonces «la única mujer» con esa labor. Tres décadas después coinciden en que lo que más disfrutan de su puesto es «el trato directo con el público y las compañías de teatro», así como la «variedad» de su quehacer diario. «No hay un día igual», apunta ella. «Hay semanas que entre ciclos de música, danza, entregas de premios... vamos a bolo diario», añade él, que ha visto como ha ido cambiando el perfil de los espectadores: «Últimamente, hay más gente joven». De todos los intérpretes que han 'desfilado' por el Juan Bravo, Fátima se queda con Emma Penella, «para mí, una de las grandes damas del escenario». Javier elige a Juan Echanove y recuerda una anécdota: «Fue cuando vino con 'El Verdugo'. Hubo un corte general de luz cuando estaba en escena y la manera que tuvo de improvisar y de mantener al público entretenido durante diez minutos sin alarmarse me impresionó». Este jefe de sala tiene claro que quiere jubilarse en el teatro segoviano. Dice que «en gran medida» es por sus actuales superiores: Marco Costa, el director, y José María Bravo, el diputado de Cultura. Y eso pese a considerar su profesión «muy sacrificada»: «Aquí sabemos a la hora que entramos pero no a la que salimos». Sostiene que por ello «me he perdido gran parte del crecimiento de mi hijo». En este sentido, a Javier y Fátima les gustaría que se valorase un poco más su trabajo: «Somos la cara más visible pero la más infravalorada». «La gente piensa que venimos un rato, acomodamos, vemos la función y nos vamos, pero no es así. Hacemos labores de mantenimiento, conserjería, atención al público, estamos formados en soporte vital básico... Servimos para muchas cosas», recalcan.
2

Natalia Esgueva (Diseñadora y técnica de vestuario)
«Somos un engranaje. No podemos fallar ninguno»
Natalia Esgueva estudió diseño de Moda en Valladolid y luego se especializó en vestuario escénico. Actualmente está trabajando de técnico de Vestuario en el Teatro Español de Madrid y su tarea es diversa. A veces confeccionan, aunque normalmente los diseñadores de los montajes ya llevan los trajes. Sobre todo, se encarga de «arreglar prendas y adaptarlas al montaje y al movimiento de los actores». «Cada día hay algo que coser, reforzar...». Otras funciones suyas son las de asistir a los actores para ayudarles con los cambios en la función -«incluso les servimos de apoyo psicológico»- y asesorar a los figurinistas si requieren piezas del almacén del teatro. Entre bambalinas, Natalia se siente parte de «un engranaje» en el que «ningún departamento puede fallar». Como diseñadora ha 'tocado' todos los palos: -danza, teatro, audiovisual...- pero del trabajo que se siente más orgullosa fue el que hizo para 'Arde Ya-La Yedra', premio 'Teatro en confluencia'. Alberto Valcárcel o Pedro Moreno son algunos de sus referentes. A nivel internacional, Collen Atwood, la diseñadora que trabaja con Tim Burton, o Catherine Martin, la figurinista de Baz Luhrman ('Romeo y Julieta', 'Mouline Rouge'). Piensa que la incorporación de cada vez más creadores de moda a la elaboración de vestuario escénico les está dando más visibilidad: «Al final, la prenda es también la que hace al personaje». Opina que hay mucho que mejorar de las condiciones laborales de su profesión como técnico porque «trabajar de martes a domingo una temporada entera sin rotaciones no es viable». También le preocupa la falta de apoyo al sector de su localidad natal, Valladolid, pese a ser 'Ciudad del Cine': «Sería importante generar un 'networking' entre los que nos dedicamos a esto porque hay gente muy buena que se está yendo fuera».
3

José Luis Cesteros (Escenógrafo y técnico de iluminación en Valladolid)
«Cuando el público habla del ambiente, sé que es de mi trabajo»
José Luis Cesteros está acostumbrado a vivir en la cuerda floja. Eligió este mundo consciente de su «precariedad». Siendo estudiante de Artes Escénicas ya hizo sus primeros 'pinitos' como escenógrafo, allá por los noventa. De joven estuvo en el Teatro Calderón de Valladolid antes de su remodelación, donde fue «toda una experiencia» aprender de los «antiguos tramoyistas»: «Tuve la oportunidad de trabajar con compañías locales, nacionales, internacionales...». De su profesión le atrae la «creatividad» que entraña. Siempre parte del texto de la obra. Después, habla con el director para que le explique su planteamiento y él le hace sus propuestas, «discutimos y luego construyo». Esto último prefiere hacerlo una vez empezados los ensayos «porque es cuando se va viendo lo que hace falta». Hay directores con los que tiene confianza y le dan libertad, como Javier Esteban, de Azar Teatro. De esa compañía tiene un especial recuerdo de 'Solitos': «Hicimos una iluminación muy efectiva». Para Cesteros, que su trabajo tenga buenos resultados no depende muchas veces del presupuesto ni de las ideas: «Es la casualidad. Empiezas a coger cosas y vas evolucionando la escenografía según lo que vaya necesitando el espectáculo hasta que las piezas terminan por encajar». ¿Lo más complicado? «La falta de dinero y las prisas... Me gusta tener mucho tiempo para encontrar el material... No solo tengo que pensar en la estética de la escenografía, también que se pueda transportar». No le importa que su trabajo sea 'invisible'. De hecho, piensa que si el público sale hablando de la escenografía o de la iluminación «es porque ha resaltado mucho cuando no lo debe hacer». Le gusta mezclarse entre los espectadores y sabe que «si salen comentando el ambiente que creaban los actores», en realidad están hablando de su trabajo.
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Sara y Marta Izquierda (Jefas de sala del Teatro Calderón y del LAVA)
«¿Lo más complicado? Las malas formas y el móvil. No lo soporto»
Sara Izquierdo Rentería 'desembarcó' con su familia en Valladolid en 2003. Hasta entonces había trabajado en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. A su marido, técnico, le habían requerido primero en un festival y luego para la gira de 'El Caballero de Olmedo' de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Ella sacaría un año después la plaza de jefe de sala y jefa de prensa del Calderón de Valladolid. Su hermana, Marta, obtuvo la suya del LAVA en 2021. Con la gracia y el acento andaluz casi intacto, Sara explica que lo que más valora de su trabajo es «la fidelidad del público de abono. Algunos llevan más de 20 años y sin ellos no seríamos nadie». Le gusta la «sinceridad» de los espectadores infantiles. Recuerda entre risas que una vez, cuando acompañó a un pequeño al patio de butacas, le preguntó si vivía allí «y me dijo que ¡tenía mucho oro!». A Marta, lo que más le gusta es «la relación de compañerismo» que hay en el LAVA. También, ver crecer a su público. Dice Sara que lo más complicado de su día a día con los espectadores es cuando les toca lidiar con «las malas formas, la mala educación, el móvil... ¡No lo puedo soportar!». También, añade Marta, «cuando hay un evento sin entradas hasta completar aforo. A veces la gente pierde las formas si no puede pasar». Del elenco de intérpretes que han pasado por las tablas del teatro vallisoletano, Sara tiene un «especialísimo recuerdo» de Concha Velasco. «Aparte de cariñosísima, es la persona que más me ha facilitado el trabajo con la prensa. Estaba dispuesta siempre a todo». Su hermana tiene predilección por las compañías en residencia porque ve 'crecer' sus montajes. «Un día suele ser absolutamente imprevisible. No hay nada que lleve perfectamente planificado que salga», sostiene Sara sobre su trabajo. Para Marta, es «más sencillo, aunque también llevo la taquilla y tengo que estar pendiente». Están acostumbradas a no saber cuándo van a poder salir. Su madre era pianista y su padre director de orquesta, así que prácticamente han 'vivido' en un teatro. Recuerdan con humor acudir a conciertos a la salida del colegio «y aguantar en el palco pese a tener un sueño horroroso». Con motivo del Día del Teatro, Sara deja este mensaje: «Me sorprende cuando alguien te dice que es la primera vez que pisa el Calderón. La actividad es tremenda y para todos los públicos». Y exclama, entre risas, haciendo alusión a la reciente Gala Nacional del Deporte: «¡Con que vengan todos los que se acercaron a ver a Ilia Topuria me conformo!».
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