Artes&Letras / Libros
Entre confesiones, la vida cuenta
El zamorano Luis García Jambrina amplía su libro de relatos ‘Muertos S. A.’ en una edición de Reino de Cordelia que suma nueve cuentos a los publicados en 2005

Luis García Jambrina reconoce en el prólogo de esta reedición corregida y ampliada de ‘Muertos S.A.’ sus primeros pasos trastabillados como cuentista en el mundo de las letras, antes de que alcanzara la fama como autor de novela histórica, primero, y de ... otros géneros, después. Sin embargo, y a pesar de su innegable éxito como novelista, para Jambrina, como para Borges o Pereira u otros tantos narradores, patrios o ultramarinos, la escritura de cuentos es una adicción de difícil tratamiento e imposible curación.
Noticias relacionadas
Quizás por esa querencia irresistible haya recaído el autor zamorano, afincado en Salamanca (y en su universidad), en la escritura de nueve nuevos relatos cuya temática orbita alrededor de la muerte , y que se unen a sus nueve hermanos mayores que en 2005 dieron origen a la impresión original que, con el mismo título, viera la luz en el sello almeriense El Gaviero. Aunque, para ser exacto, debería precisar que, a mi modo de entender, tanto el propio prólogo, como el epílogo, constituyen en sí mismos dos cuentos más de fascinante definición y extraordinaria factura, en los que García Jambrina imparte una lección práctica de literatura, en la que marca las diferencias que existen entre la novela y el cuento y ejemplariza su capacidad para combinar realidad y ficción con un resultado más que satisfactorio.
Sin diferencias
El primer detalle que garantiza la calidad del nuevo volumen que llega a nuestras manos es que, como esos vestidos conservados entre naftalina en el ropero y que se restauran años después, sin que se descubran los empalmes ni las costuras, en la nueva versión de ‘Muertos S.A.’ no se aprecian diferencias entre la primera parte, que corresponde a los relatos de la edición primigenia , y la segunda, ocupada por los textos que resultarán novedosos para aquellos lectores que conserven en la memoria los cuentos que ponían en duda la paternidad de Cervantes como autor de ‘El Quijote‘ o pretendían desvelar la identidad del artífice de ‘El Lazarillo de Tormes’ o insinuaban la posibilidad de que Unamuno hubiera sido envenenado para poner fin a sus días, junto a textos protagonizados por personajes anónimos aderezados con evidentes rasgos de humor o de ternura, a los que se unen ciertas pinceladas de realismo mágico que resultan tan agradables como convincentes, dentro de su evidente imposibilidad.
En la hornada novedosa se mantiene esa atemporalidad a la hora de situar las tramas y las escenas ; emplea Jambrina argumentos recurrentes, como las fosas multitudinarias y anónimas, que unas veces se solapan con atávicos afanes de venganza, con heridas que nunca cicatrizan en la memoria de las familias enfrentadas por la Guerra Civil, y otras veces plantean descorazonadores paralelismos con conflictos bélicos más actuales, pero igual de dantescos.
Pero también sobrevive a la muerte el realismo mágico en mecedoras que, como fieles perros guardianes, preservan la integridad de una biblioteca; o circulan sobre las vías de la imaginación trenes donde se producen muertes inexplicables, por mucho que el protagonista trate de justificarlas; o vuelven a aparecer personajes literarios o reales , como Dorian Gray, el compositor Richard Wagner o el pintor cántabro Rogelio de Egusquiza; si bien el autor vuelve a tornear sus biografías y su relación con el desenlace último de la existencia como mejor le conviene.
Y, como no podemos soslayar la cara dramatúrgica del polifacético escritor zamorano, el último relato se convierte en una especie de breve pieza de teatro , desarrollada en tres actos, en los que la muerte, siempre presente, visita a un médico forense en su laboratorio, a un condenado a la pena capital en su celda, y al propio autor, que trata de engatusarla y eludirla como una Sherezade masculina y avispada.
Es en ese último cuento donde pone Jambrina de manifiesto una vez más toda su artillería literaria : su estilo de corte clásico y elegante, su ocurrente capacidad dialéctica, la pureza de su prosa precisa, la nitidez argumental, la carencia de artificios innecesarios, la intensidad narrativa o el ritmo vertiginoso que no da un respiro al lector.
Esperemos que Luis García Jambrina mantenga esa línea y no vuelva a darnos otro respiro narrativo de tres lustros . Ni tenga que apelar entonces a nuevas confesiones para, entre medias, y con la muerte como excusa, seguir contándonos la vida.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete