Historias para no dormir de médicos agredidos: «Me dijo que me iba a buscar por el hospital para darme un tiro»
La de doctor es una profesión de riesgo. Tres médicos que sufrieron agresiones dan la cara para contar su experiencia
Los médicos andaluces dicen basta ante la escalada de agresiones: «Nos siguen pegando, insultando y escupiendo y los políticos no actúan»

Ser profesional sanitario ya era heroico antes de que la pandemia del coronavirus los sorprendiera sin equipos de protección ni mascarillas ni respiradores. Los seis años de estudio para ejercer la Medicina y otro más enclaustrado para memorizar el temario del examen de MIR ... tienen como continuación unos contratos precarios hasta que el graduado obtiene como recompensa la ansiada plaza. Pero ahí no terminan las dificultades. Cada vez más doctores sufren en su día a día insultos, amenazas y, en el peor de los casos, lesiones físicas.
Los colegios de médicos andaluces recibieron 138 denuncias de agresiones físicas y verbales en 2024, la segunda cifra anual más alta desde comenzaron a registrar esta estadística en el año 2010. Tres médicos del Servicio Andaluz de Salud (SAS) que han sido víctimas de esa otra gran epidemia en que se han convertido las agresiones a sanitarios dan la cara para contar su historia.
Teresa Valle: «Amenazó con quemar el centro de salud»
Teresa Valle quiso ser médico desde que tuvo uso de razón. A sus 49 años, lleva más de 20 pasando consulta. Catorce de ellos estuvo en las urgencias del Hospital Civil de Málaga, hasta que recibió el zarpazo de esa otra epidemia silenciosa de agresiones que afecta al personal del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Fue en ese momento cuando decidió cambiar de destino y reinventarse como médica de Familia.
La gota que colmó el vaso de su paciencia y que le hizo abandonar las urgencias fue una amenaza de muerte de un paciente iracundo. Ocurrió en uno de esos turnos de mañana con la sala de espera a reventar. Un usuario con una uña encarnada en el dedo de un pie –nada que justificara el uso de las urgencias– había perdido los estribos porque no llegaba su turno. Teresa Valle intentó calmarlo, pero el hombre no atendía a razones y se puso a abroncarla. «Gritaba que iba a buscarme en el hospital para pegarme un tiro mientras el vigilante lo conducía hasta la puerta», narra.
«Una amenaza nunca hay que dejarla pasar», advierte esta doctora que es delegada del Sindicato Médico en Málaga, desde donde combate esta lacra como una batalla personal. Y menos se puede omitir una intimidación como la que ella sufrió porque la mujer del irascible paciente «entraba como Pedro por su casa en el hospital para vender lotería y podría decirle dónde me encontraba», relata. Al hombre le pusieron una orden de alejamiento y una multa en el juicio que se celebró tras su denuncia. Fue una victoria agridulce. «Decidí irme a Atención Primaria con todo el dolor de mi corazón porque tengo marido y dos hijos», lamenta.
«Con todo el dolor de su corazón» cambió las urgencias por la Atención Primaria tras una amenaza de muerte
Poco tardó en darse cuenta de que la anhelada tranquilidad en el nuevo destino iba a ser puro espejismo. En el centro de salud no solo subsiste la inseguridad, sino que se ve agudizada por la falta de vigilantes. El último encontronazo lo vivió en marzo de 2022, dos años después de los aplausos en los balcones de la España confinada. «Una paciente venía a por más recetas de un analgésico opioide. Empezó a tirar cosas de la mesa y a amenazar con quemar el centro de salud. Me dio un empujón en una consulta sin vías de escape, porque es un bajo con rejas. Hay un botón del pánico, pero como no hay personal de seguridad, al final estás a expensas de que un compañero te ayude».
Todo quedó en un desagradable susto, pero el miedo se queda metido en el cuerpo durante mucho tiempo. Para lidiar con él, los sanitarios toman sus propias precauciones: «Pides a tu compañero que te acompañe hasta el coche». Ese es el pan de cada día para una profesión de alto riesgo.
Teresa Valle no halla consuelo a su desesperación: «Nos pega o insulta el agresor y la Administración no pone los medios. No cumple su plan anti agresiones que contemplaba instalar arcos detectores de metal. Así no se puede vivir», clama. Y tanto que no.
Carlos Máiquez: «Se abalanzó sobre mí para intentar golpearme»
Ocurrió una mañana del pasado noviembre que quisiera olvidar. «A la vuelta del desayuno, en la sala de espera me esperaban una mujer y su hijo con una urgencia. Llamé a un paciente que llevaba 25 minutos esperando antes. Desde la consulta escuchaba a la madre gritar que merecía que me pegasen y también la muerte. Ella seguía en el quicio de la puerta cuando llamé a su hijo. Le pedí que no volviera a dudar de mi criterio médico. Entonces el paciente se intentó abalanzar sobre mí. La madre se puso en medio y al segundo intento ambos se cayeron al suelo. Cuando trataba de golpearme con la muleta, aproveché para salir corriendo a la calle tras dejar la consulta por la puerta de atrás».
Lo cuenta como quien revive una pesadilla Carlos Máiquez, médico de Familia en el consultorio del Servicio Andaluz de Salud (SAS) de la localidad sevillana de Burguillos. Con solo 33 años, cinco como especialista, ya ha sido víctima de uno de esos pacientes de mecha corta que increpan, insultan o la emprenden a golpes contra los profesionales de la sanidad para descargar su ira por cualquier motivo. Son cientos los que las sufren. Solo en 2024 el SAS registró 362 agresiones físicas a sus profesionales. Casi una al día.
Máiquez denunció este episodio violento en su centro de salud y ante la Guardia Civil. Hasta abril no se celebrará en juicio. Entre tanto, tuvo que lidiar con una situación incómoda. El abuelo del agresor seguía siendo paciente suyo, por lo que tuvo que pedirle a un compañero que acudiera él en su lugar tras recibir un aviso para que ése fuera atendido en su domicilio. Más vale ser precavido.
Un paciente trató apalearlo con la muleta, pero pudo escapar antes de ser alcanzado. Escribió una carta para pedir empatía a la sociedad
Al día siguiente del intento de agresión, alivió toda la tensión acumulada rompiendo en lágrimas mientras escribía una carta que difundió entre los pacientes y que pretende ser un aldabonazo en su conciencia. «Quiero apelar a la empatía de la gente para que no nos pegue. Me di cuenta de lo vulnerables que somos en nuestro día a día. En ese momento temí por mi integridad física», asegura.
«La próxima vez que tengas que acudir a tu centro sanitario sólo te pido que recuerdes una cosa. Delante tienes a una persona que está dispuesta a ayudarte en todo, pero hace lo que puede con lo que tiene. Mírala a los ojos y plantéate: ¿cómo me gustaría que me trataran a mí? Si nunca pierdes de vista esta perspectiva, quizás podamos construir entre todos una realidad más amable». Así termina la carta de un médico «casi golpeado» que espera no volver a pasar jamás por el mismo trance.
Ariagny Jiménez: «Exigía una receta mientras apretaba los puños»
Ariagny Stella Jiménez sabe que su negativa a prescribir un medicamento podía ser la espoleta que desatara una violenta reacción del paciente que lo demandaba con cara de pocos amigos. El usuario en cuestión apretaba con fuerza sus puños para tratar de amedrentarla con el gesto por si su tono áspero y exigente no resultaba lo suficientemente convincente para hacerle firmar la receta del tranquilizante más consumido en España: la benzodiacepina.
En su historial clínico figuraba que justo el día anterior había comprado en una farmacia este medicamento prescrito por su facultativo de cabecera. Aun así, le debió de saber a poco y acudió a las urgencias del hospital de Jerez de la Frontera para solicitar una nueva receta del psicofármaco un día del pasado mes de diciembre de madrugada. En la sala de Traumatología lo atendió Ariagny Stella, médica residente de 40 años que apenas lleva doce meses trabajando en el centro gaditano. Al parecer –de esto se enteró después– se trataba de un paciente que acude asiduamente al hospital a deshoras por motivos que nada tienen que ver con una urgencia.
Esta médica residente sintió el peligro en la consulta cuando el tono del paciente se tornó más intransigente
«Yo no lo conocía. Me comenta que había tenido una pelea y, de hecho, tenía una ceja con una sutura. Me dijo que necesitaba que le recetara el medicamento. Yo le explico que las urgencias hospitalarias no están para prescribir medicamentos caducados, aunque éste no era el caso. De repente empezó a cambiar el tono de su voz mientras se agarraba los puños y decía que él era boxeador. Sentí el peligro en la consulta. Le pedí que se esperara un momento y me fui a buscar a mi tutor, que me acompañó para indicarle que para esa gestión tenía que acudir a su médico de cabecera», detalla. Los guardas de seguridad lo sacaron después de la sala. Ariagny Stella pudo respirar con alivio. Lo peor había pasado, pero el susto le dejó huella. Estas experiencias «te afectan emocionalmente porque sientes miedo», confiesa.
El curso que realizó en el Colegio de Médicos para abordar situaciones con pacientes potencialmente agresivos le fue de gran ayuda para identificar a individuos que tras un 'no' pueden perder rápidamente los papeles.
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