Concurso de Cante Jondo de Granada: cien años del evento que cambió la historia del flamenco
El primer festival del género, amparado en las figuras de Manuel de Falla y Federico García Lorca, fue un antes y un después en la legitimación social de este arte y sus letras

«La mitad de la gente va perdida entre telones, árboles pintados y fuentes de hojalata y, cuando creen encontrar su cuarto o círculo de tibio sol, se encuentran con un caimán que se los traga». La frase de Federico García Lorca , recitada ... en la conferencia de Poeta en Nueva York, aunque muy posterior, ejemplifica bien lo que el autor universal granadino arguyó junto al músico Manuel de Falla para poner en pie el Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922 . El canto primitivo, popular, esa suerte de pellizco capaz de «tragarse» al público cuando creen ya estar cómodos en sus butacas.
La idealización de este arte por parte de Lorca y Falla llegó lejos. Aunque sin éxito apabullante en el momento entre la crítica, significó un antes y un después para los historiadores flamencos, que posteriormente pusieron en valor , y de qué manera, lo que fue, con todas sus dificultades, el primer festival del género en su historia.
Ahora 100 años después de aquel evento , su efeméride incluso se vende como un atractivo turístico de alto nivel. En Fitur , nada menos, este mismo martes se llevará a cabo la presentación de la programación anual preparada para ello, consagrada como uno de los principales símbolo de este nuevo año en la capital granadina.
El flamenco, arte mayor desde 1922

Sin embargo, poco tenía que ver aquel año 22 con el nuestro. El flamenco no era para entonces considerado un arte siquiera, sino algo más propio del folclore. La amistad de los dos intelectuales, Lorca y Falla, con más de 20 años entre los dos, forjó el compromiso, en su fascinación, por elevar el suelo de la legitimación cultural del género.
Sus salidas a las cuevas del Sacromonte para escuchar el flamenco de los gitanos granadinos, tan relatadas en los libros de historia, podrían significar más una excentricidad que otra cosa en aquel momento. La reflexión poética de Federico en la Conferencia del Duende , sobre todo, aupó luego a otro escrito, el de la 'Proposición del Cante Jondo', elaborada por Manuel, y donde se daban las líneas maestras de lo que fue el evento. Un grito en el desierto en la llamada para revalorizar el flamenco frente a quienes lo veían poca cosa.
Su mayor activo: reunir a las grandes figuras de la intelectualidad española alrededor de esos cantaores, bailaoras y guitarristas, entendiendo su valor escénico y artístico infinito más allá de su peculiaridad antropológica. Nombres ahora negro sobre blanco en historia de la considerada como la Edad de Plata: Ignacio Zuloaga, Santiago Rusiñol, Gómez de la Serna, Andrés Segovia , Fernando de los Ríos, Juan Ramón Jiménez, Joaquín Turina o Ramón Pérez de Ayala asistieron al acto con entusiasmo.
A su lado, en contrapartida, una intelectualidad de la generación del 98 se dedicaba a lo contrario, atacando al mundo flamenco y achacándole poco menos que ser símbolo de los defectos y apatías nacionales. La cosa, eso sí, se giró para los modernos frente a los ancianos, que dirían los académicos franceses.
A partir del año siguiente en otras localidades como Cartagena, Sevilla, Huelva o Madrid el acto tendría su prolongación. A destacar, sobre todo, el celebrado en Córdoba más de 30 años más tarde, 1956, donde se daría un salto cualitativo a la revitalización de estilos en desuso y la aparición de nombres como el de Antonio Mairena. Todo por el germen granadino.
Un «chaparrón» histórico

Aquellos días 14 y 15 de junio de 1922, Los días 13 y 14 de junio la plaza de los Aljibes de la Alhambra albergaría el evento. El ingenioso Ramón Gómez de la Serna sería el encargado de presentarlo . El primer día, con éxito. El segundo, con un chaparrón clamoroso que pasaría a la historia por el dibujo del artista Antonio López Sancho donde las caras de los personajes dibujados retrataban bien la incómoda situación.
Con todo, la competición se celebró. Casi todas las actuaciones con cierta leyenda. El Tenazas de Morón logró las 1.000 pesetas del primer premio . De él se dijo que vino andando desde Puente Genil para poder cantar. La historia, cierta o no, es la que quedó para los anales. A su lado como ganador, un niño de trece años Manolito Ortega, a la postre Manolo Caracol. La misma cuantía se llevó a casa. Mientras él cantaba tocaba, tocaba el insigne Manolo de Huelva, entonces Manolo y Niño de Huelva, que obtuvo un segundo premio de guitarra.
En sus crónicas, divertidas como pocas para los curiosos de la historia, Agustín López Macías, alias Galerín, de El Liberal de Sevilla, relató en buena parte lo que fue aquello. Un acto donde «el triunfo rotundo ha sido para los guitarristas y para la Comisión Organizadora, que ha recaudado más de 6.000 duros» se reía entonces el cronista.
La pelea de Lorca y Falla por guardar las esencias del flamenco evitó que fueran cantaores profesionales, que era en el fondo lo que se pretendía, fue lo que deslució el acto pero resguardó el relato a contar. «El flamenco se ha salvado» señalaba un noticiero granadino irónicamente ante las altas pretensiones de los intelectuales.
Lo que sí consiguió es que hoy por hoy el flamenco sea concebido como un arte internacional, reconocido como pocos. Y que 100 años después ni exista otra posibilidad de conmemorar lo que ocurrió en aquella plaza hace cien años.
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