visto desde fuera
La silla de Juan
La cosa está chunga porque Espadas Cejas (usemos su Moreno Bonilla en pie de igualdad) encadena derrotas
Juan Espadas se aferra al cargo por haber superado el 30% del respaldo de los andaluces en las europeas y por la baja participación
Juan Espadas, en la manifestación del Primero de Mayo en Córdoba
El lado oscuro de la fuerza —o, lo que viene a ser lo mismo, Susana Díaz y su entorno— ha dado poderes a Durán Sánchez, Juan Pablo, a moverle la silla a Espadas Cejas, Juan, al frente de aquello que fue ... la máquina electoral mejor engrasada que vio ser humano alguno, el PSOE andaluz. Ustedes igual no se acuerdan pero en tiempos hubo un partido político sistémico en esta tierra santísima de tiendas de cannabis. Uno que decía cuándo, cómo, dónde y, sobre todo, cuánto y quién.
La cosa está chunga porque Espadas Cejas (usemos su Moreno Bonilla en pie de igualdad) encadena derrotas pero, sobre todo, es incapaz de rehacer lo que el partido fue: un modo de vida, una cosmogonía que explicaba el mundo para militantes y adheridos. Los populares han ido ocupando espacios institucionales y, sobre todo, salarios públicos. De forma que se ha producido en la parroquia socialista una crisis de subsistencia, una depresión constante, un resquemor malísimo que es la nostalgia por los tiempos pasados. Que todo esto pase después de unas europeas —las elecciones frikis por antonomasia, las de sujétame el cubata—lo retrata todo.
Tiene un problema jodido el PSOE andaluz. Digamos en primer lugar que su política de recursos humanos es manifiestamente mejorable. Como idea, les propongo tomarle la tensión a sus candidatos y portavoces para asegurarse de que no la tienen baja y, en algunos casos, de que están vivos. La segunda es que los andaluces aún no han tomado distancia de los tiempos de la larga marcha socialista de forma que noten diferencia alguna entre aquello y esto, ya sea un centro de salud o los telediarios de Canal Sur. Una tercera importante: el imaginario de latrocinios graves, lo diga Sánchez o su porquero del Constitucional, sigue siendo de su propiedad exclusiva. Aunque en esto, el futuro no esté escrito. Todo acaba llegando.
Uno viene de la época en la que el PSOE de la tierra estaba compuesto de gentes, maestros de escuela y cosas así, que formaban una zapatiesta a poco que les tocasen las palmas. Los comités y las ejecutivas eran sitios vivos, que no el rollazo que dicen que es ahora. El partido era un partido y no la delegación de enviados especiales del Santos Cerdán que toque. Y en contra de lo que la gente opinaba, la interna, que se decía, daba vigor y personalidad. El marido de Begoña, el hombre enamorado, nunca controló la estructura territorial y optó por demolerla. Amigos, con el pecado va la penitencia.
También viene uno de la época en la que Juan Pablo Durán sacó cuatro concejales en las municipales, le dimitió media dirección y le reclamaban la misma renuncia que ahora él le pide a Espadas, que con el Senado va que chuta. No hace falta que aclare que tal asunción de responsabilidad nunca se produjo. Aunque esa, como siempre, sea otra historia.