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El despegue de la IA se topa con el talón de Aquiles del gasto energético

Encontrar soluciones para rebajar su enorme huella ambiental es el gran desafío de futuro de una revolución cada vez más consolidada

Una conexión descentralizadora eleva a España como gran 'hub' europeo de los datos

María José Pérez-Barco

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La Inteligencia Artificial (IA) ya está por todas partes. Por dar ejemplos: nos ofrece recomendaciones de compra acordes a nuestros gustos, puede decidir cuándo regar un cultivo, hasta selecciona la ruta de vuelo más eficiente para un avión de pasajeros, detecta una fuga de gas ... en miles de kilómetros de tubería y sabe localizar un tumor en una mamografía. La reciente eclosión de la IA generativa (con chatbots como ChatGPT o Gemini) capaz de generar nuevos contenidos, ideas, imágenes y videos; de responder a preguntas de manera natural y de resolver problemas ha elevado a una nueva dimensión una tecnología que ha llegado para quedarse pero que también plantea sus dilemas. Si el planeta camina hacia la sostenibilidad, es también de recibo que las nuevas tecnologías que vayan apareciendo se creen bajo esas mismas premisas. Por eso ha surgido el debate sobre la intensa huella medioambiental que imprime el uso, ya intensivo y extendido, de la IA.

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