Cristian Pérez sale por la puerta grande en la segunda fase de la Copa Chenel

Importantísimo fue toro que abrió plaza, que no paró de moverse, y de moveros bien en los tercios. En la faena de muleta demostró alegría, prontitud, recorrido y, en definitiva, bravura, pidiendo los papeles a un torero tan nuevo. La voluntad y el derroche de amor propio quedaron patentes desde que se hincó de rodilladas en el inicio faena, y después en series largas, aguantando con valor y mucho corazón las acometidas humilladas del de Montealto. Entró muy recto a matar, siendo enganchado por la taleguilla sin mayores consecuencias. El toro demostró también con la espada metida su dureza y casta para doblar. Fue ovacionado en el arrastre un toro de, al menos, pañuelo azul. Oreja para Cristian Pérez.

En cuarto lugar salió un toro de Monte La Ermita con muy buen son, que fue muy bien picado, y mostró temple en sus embestidas en el segundo tercio. En la muleta se pudo ver su excelente condición por los dos pitones. Al torero le pudieron más las ganas a la cabeza, lo mejor del trasteo llegó con la estocada, entrando por arriba y a ley.

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El segundo toro demostró movilidad y ganas de embestir desde que salió. Bien en el caballo, en banderillas echó la cara arriba, como molestado cada vez que veía el bulto cerca, como marcando distancias. En la muleta siguió defendiendo su terreno, y Christian Parejo estuvo acortando terrenos e incomodando la embestida del animal, que protestaba, por lo que es difícil saber la calidad de esa embestida dándole mayor sitio. Lo que fue evidente fueron el valor y las ganas del matador, que recibió golpes y pisotones durante la lidia, sin mirarse ni un momento. Lo mató de buena estocada. Igual disposición mostró ante el quinto, un animal tremendamente atacado de kilos, alto de cruz, basto de hechuras y de comportamiento. Brincos del toro, que no embestidas, y achuchones del sufrido torero.

El tercero, también de Monte La Ermita, salió mucho menos boyante que los anteriores. Tal vez el segundo puyazo no ayudase a mejorar esa condición, y llegó a la muleta con escasísimo recorrido, aún menos por el pitón izquierdo. Alejandro Mora dejó algún muletazo de buen trazo, y una voluntad que no pudo tener demasiado lucimiento. Lo rubricó con una gran estocada.

El último capítulo de la corrida lo cerró un toro de Manuel Sanz, que, por lo menos permitió demostrar a Alejandro sus buenas formas, algo que no pudo hacer con su primero. No obstante, al toro le costaba pasar, su recorrido fue corto, y su sosería inundaba la escena. Sólo al final de la tesonera faena consiguió robarle, de uno en uno, algunos destacables naturales.