Lola Herrera: «Me apena vivir en un mundo con tanta falta de empatía y compromiso como el actual»
La actriz vallisoletana interpreta en el teatro Reina Victoria 'Adictos', un texto escrito por su hijo Daniel Dicenta Herrera junto a Juanma Gómez
La dirección es de Magüi Mira y completan el reparto Lola Baldrich y Ana Labordeta
El DNI de Lola Herrera –y ella misma– dice que tiene 87 años, pero se le han tenido que perder varios por el camino; probablemente se los haya olvidado en algún escenario o en algún camerino a lo largo de sus más de sesenta ... años de carrera teatral. Porque resulta difícil de creer que esa mujer que interpreta varias escenas para los fotógrafos y las cámaras de televisión y atiende con tanta paciencia como energía a los medios de comunicación, haya cumplido esa edad. «Es genética», dice sencillamente. ¿El escenario lo cura todo? «Absolutamente –afirma encendiendo el rostro–; allí no te duele nada». Así que, con sus 87 años a cuestas (menos los que se ha dejado en el camino), Lola Herrera ha buscado nuevamente el refugio de los escenarios, y lo ha hecho con una obra 'Adictos', muy especial, ya que lleva la firma de su hijo, Daniel Dicenta Herrera, y de Juanma Gómez. Tras su estreno en Avilés hace casi un mes, la obra desembarca en el Teatro Reina Victoria. Dirige la función Magüi Mira y completan el reparto Lola Baldrich y Ana Labordeta. Lola Herrera encarna a Estela Anderson, una prestigiosa científica embarcada en un proyecto de inteligencia artificial. La obra, dicen sus autores, «surge de la necesidad de abordar una problemática que nos afecta a todos: ¿hasta qué punto estamos sometidos por la tecnología? ¿somos realmente libres? ¿Qué tipo de sociedad hemos construido? ¿Qué panorama nos plantea el futuro más cercano? ¿Realmente nos merecemos el calificativo de 'seres humanos'?»
—¿Se afronta de igual manera un texto escrito por un hijo que un texto de otro autor? ¿Se abstrae de esa circunstancia?
—Yo soy una madre amantísima de mis hijos, como todas las madres... Pero no me ciega la pasión;#en nuestra casa siempre hemos sido muy independientes. Mi hijo, junto con Juanma Gómez, han escrito un texto, del que ellos son los responsables; yo soy una de las actrices y tengo mi responsabilidad como intérprete, pero nada más. Les agradezco, eso sí, que hayan escrito esta historia, porque se lo pedí yo. Hace unos diez años Daniel escribió unos guiones para la televisión que finalmente se quedaron en el cajón por la crisis. Pero a mí me impactaron, y cuando buscaba textos para hacer después de 'Cinco horas con Mario' los recordé. Me llegaron varias funciones, pero no eran cosas que quisiera hacer, ni que tuviera sentido que hiciera. Entonces hablé con Daniel y Juanma –que han trabajado juntos a menudo– y les dije que por qué no convertían aquellos guiones en una función. Mostraron resistencia, porque nunca habían escrito teatro, pero les animé a intentarlo y lo hicieron. Primero escribieron una versión con más personajes, y luego la rehicieron para reducirla a tres. La verdad es que me apetece mucho hablar de lo que estamos hablando, y estoy feliz con Lola y con Ana. Magüi Mira ha dirigido. Se ha convertido en una función de mujeres, y está bien, porque son mujeres con mucha valentía.
«El ser humano ha caído en comprar sin protestar todo lo que le han querido vender; más bien al contrario, poniéndonos muy contentos, y muy rabiosos si no tenemos lo mismo que tiene el de al lado»
—Una función de mujeres con palabras escritas por hombres. Cuando se cuentan cosas que afectan al ser humano da igual si eres hombre o mujer...
—Está claro. Esta función habla de la situación en la que vivimos, del mundo en el que estamos. Y eso nos afecta a todos. Ellos son muy sensibles y muy críticos; mi hijo no es nada consumista ni tiene esas adicciones que tenemos la inmensa mayoría de los seres humanos, a los que nos han metido tantas cosas por los ojos. Han creado una sociedad que llaman del bienestar pero que es una esclavitud total, una dependencia de tantas cosas que así estamos. No es algo futuro, no, estamos en eso. Puede venir algo peor, porque en ese camino estamos desgraciadamente. No soy catastrofista, pero vamos... El ser humano ha caído en comprar sin protestar todo lo que le han querido vender; más bien al contrario, poniéndonos muy contentos, y muy rabiosos si no tenemos lo mismo que tiene el de al lado; si no cambiamos el coche cada año, si no nos vamos de vacaciones... Nos hemos adornado de demasiadas cosas imposibles que nos esclavizan. Hemos cambiado nuestras necesidades, nuestra sociedad nos las ha cambiado, por los intereses de aquellos que se hacen millonarios con esas necesidades que nos han creado.
—¿Y lo mira con pena? Porque son las generaciones más jóvenes las que lo tienen peor...
—Yo no voy a estar aquí cuando esto empeore, que va camino de ello. La cosa está muy mal. A mí, más que pena, me da rabia. Siento pena por la gente marginada, por esos que nos importa un bledo que estén marginados. Esas personas sí me dan pena. Vivir en un mundo donde hay tanta falta de empatía, de compromiso con uno mismo y con los demás. El individualismo en el que vivimos es brutal. Pero ya le digo, siento más rabia que pena; me da rabia que se haya caído en tal estupidez, que esté tan generalizada la memez del quiero más y más y más y más... Me parece algo penoso;#como seres humanos hemos ido hacia atrás. Somos seres pensantes, deberíamos analizar un poquito, las cosas, ¿no? Se dice que hay una juventud que tiene unas creencias pobres, pero es que les están llevando a rastras a una situación lamentable. A mí me lo parece porque a mis años se ve todo de otra manera. Pero ellos, los que están metidos en el cotarro, no lo ven. Y cuando quieran darse cuenta se habrán convertido en otra cosa. No sé hacia dónde va el ser humano.
—Por primera vez, una generación va a vivir peor que sus padres...
—Sí. Pero quiere más cosas. Desde mi punto de vista, desde la observación personal de alguien a quien le preocupa el mundo en el que vive, creo que habría que empezar a reajustar una sociedad desde el individuo. Deberíamos reflexionar sobre lo que realmente necesitamos y no llenarnos de obligaciones, porque eso no es vida; eso es un calvario. Con todos los colores y todas las fiestas que quieran, pero un calvario. A mi modo de ver, el único arreglo pasa por frenar el consumismo. No puede ser que haya dieciocho marcas de, yo qué sé, un sacacorchos... ¿Por qué hay que gastar tanto en eso, si con un sacacorchos te da para toda la vida?
—Ahora quizás no, con eso de la obsolescencia programada...
—Si, claro. Bueno, habrá que hacerlos mejores... Mejorar las calidades y reducir.
—Ha hablado de obligaciones. Para usted, subir a un escenario no lo es...
—No. Es una devoción.
«No quiero acomodarme en nada. He estado toda la vida trabajando, y esta profesión era mucho más esclava que ahora. Pero es una forma de vida, y no se puede cambiar de vida si la has estado practicando sesenta o sesenta y cinco años»
—¿No se ha planteado en ningún momento decir: hasta aquí?
—No. Sí tuve un bajón a los cincuenta y tantos; nos pilló a varias actrices, entre ellas Amparo Baró, y otra compañera que soy incapaz de recordar ahora. Estábamos trabajando juntas y pensamos que si estábamos seguras ahí donde estábamos o tendríamos que buscar otra cosa. Pensamos, de cachondeo, en poner un restaurante... Pero eso nos duró ocho días y nada más. Yo nunca he querido irme de esta profesión.
—Pero ahora podría estar haciendo cosas más cómodas...
—No quiero hacer cosas cómodas. No quiero acomodarme en nada. En nada, se lo digo de verdad. He estado toda la vida trabajando, y esta profesión era mucho más esclava que ahora, con dos funciones diarias, los ensayos... Todo el tiberio que era. Pero es una forma de vida, y no se puede cambiar de vida si la has estado practicando sesenta o sesenta y cinco años. No puedes cambiar de la noche a la mañana y decir: ahora me voy a dedicar a pasear por el campo y a oír a los pajaritos. Qué quiere que le diga, yo creo que los pajaritos, incluso, me molestarían.
—Julia Gutiérrez Caba, ya retirada, decía que ella se activaba a las cinco de la tarde después de tantos años yendo al teatro a esa hora...
—¡Claro!
—'Adictos' es una obra combativa, como lo es su personaje.
—El teatro debe tener ese ingrediente, debe de ser una plataforma desde donde se puedan decir cosas que no caigan en saco roto. Y cuanto más mayor, más conciencia de todo. Y estoy contenta, estoy feliz.
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