'La otra bestia': una relación tóxica y abismal
Crítica de teatro
Ayose y Martret han creado una función tenebrosa, asfixiante, desesperanzada, amarga, hastiada
Ana Rujas: «No es posible resucitar si antes no caes»

Crítica de teatro
'La otra bestia'
- Texto Ana Rujas
- Dramaturgia y dirección José Martret y Pedro Ayose
- Espacio escénico Alessio Meloni
- Vestuario Ana López Cobos y Sara Sánchez de la Morena
- Sonido Sandra Vicente
- Composición musical original Ale Acosta
- Videoescena Emilio Valenzuela
- Cámara en directo Alicia Aguirre
- Iluminación David Picazo
- Movimiento escénico Amaya Galeote
- Intérpretes Ana Rujas, Joan Solé y Teo Planell
- Lugar Nave 10 Matadero, Madrid
La actriz Ana Rujas (Madrid, 1989), que ha adquirido cierta notoriedad recientemente por su participación en series como 'Cardo' o 'La mesías', llamó la atención del público teatral con 'La mujer más fea del mundo', que ella misma escribió (junto a Bárbara ... Mestanza) e interpretó; arrancada de retazos de vida de las propias autoras, se estrenó en el Teatro Pavón y un tiempo después pasó a Matadero, en ambos espacios con aplausos generales. Hace un par de años publicó un libro que es al tiempo desahogo, vómito, sentimiento, confesión, borrachera o insomnio: 'La otra bestia'. El texto (o mejor dicho, los textos) llamaron la atención de Luis Luque, que animó a la actriz a llevarlos a escena.
El resultado es la función homónima que se presenta ahora en Nave 10 Matadero. Los cómplices de Ana Rujas han sido José Martret y Pedro Ayose, que han tejido en torno a los textos -acerados, dolientes, abrasantes, feroces, hirientes, bellos- una dramaturgia: la abismal y salvajemente tóxica relación de una pareja, que agoniza mientras ella trata de salvarse del hundimiento con una relación adúltera con un hombre varios años más joven que ella.
Ayose y Martret han creado una función tenebrosa, asfixiante, desesperanzada, amarga, hastiada. Como hiciera en la fantástica 'La infamia', basada en un libro de Lydia Cacho, une a la escena el lenguaje cinematográfico y una operadora de cámara en directo subraya con primeros planos delatadores los sentimientos de los personajes, pero la fórmula no termina de funcionar y distrae más que apoya a pesar del excelente trabajo de la operadora de cámara.
La función, que desemboca en tragedia -desvelada desde el principio al espectador- no termina de levantar el vuelo, lastrada por cierta endeblez en la dramaturgia, no obstante el vigor de muchos de los textos y el trabajo comprometido y entregado de los tres actores, especialmente de Ana Rujas, que derrocha patetismo en su encarnación de la desconcertante protagonista.
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