¿Y si la sirenita no fuera una mujer? La sorprendente interpretación en clave de identidad de género
Benjamin Lacombe ilustra una nueva traducción del original de Hans Christian Andersen y apunta que el autor se fundió con el personaje tras un amor imposible con un hombre

Hans Christian Andersen comenzó a escribir 'La sirenita' el 10 de agosto de 1836. El día que se enteró que Edvard Collin -uno de los hijos de su mecenas Jonas Collin- y Henriette Thyberg se habían casado. Al parecer, le ocultaron deliberadamente la fecha ... y no fue invitado a la celebración. Esta es una de las claves de la interpretación radicalmente diferente de la tradicional que propone la nueva traducción integral de este clásico que publica Edelvives e ilustra Benjamin Lacombe. La lectura más extendida es que Andersen se había representado a sí mismo en la figura del príncipe y la sirenita sería Louise Collin, la hermana de Edvard. Sin embargo, este nuevo análisis señala que el príncipe sería Edvard, Henriette la princesa con la que se casa, mientras que Andersen se identificaría con la sirenita.
Una conferencia de estudios de género de Harvard a la que asistió Benjamin Lacombe fue el desencadenante para el artista francés, que dirige la colección de clásicos ilustrados en la que se incluye esta nueva sirenita. «Hablaba de la idea de la metamorfosis en el cuento. Hay una ablación de la cola, alguien que pierde su voz solo con el fin de convertirse en mujer…». También se mencionaba una historia de amor, pero el ilustrador no lograba encontrar ninguna prueba que la corroborara. «Creo que los elementos biográficos de Andersen han sufrido una manipulación a lo largo de los años, como si no hubiéramos querido ver ni publicar cualquier cosa que arruinara su reputación», argumenta.
Lacombe decidió entonces empezar por el principio y se puso en contacto con Jean-Baptiste Coursand para que llevara a cabo una nueva traducción del original danés. El traductor se trasladó al Museo de Hans Christian Andersen, en Odense, donde se encuentra el manuscrito. El ilustrador le hizo otro encargo paralelo, buscar las cartas que confirmaran esa interpretación entre las más de 14.000 misivas que escribió durante su vida. «Descubre 300 cartas de amor dirigidas a Edvard Collin. Nosotros hemos seleccionado para acompañar al texto las ocho más potentes, pero había muchas más. De hecho, hay frases enteras que aparecen en 'La sirenita'. Hay plena trazabilidad», explica.



Otra pista incide en la importancia que le dio el autor danés a este cuento en concreto. Es el único, de los 172 que escribe, en el que incluye al principio una advertencia. Andersen pone el acento en que se trata de un cuento «cuyo significado profundo solo puede comprender el [lector] adulto. Me atrevo a aventurar que a los niños les gustará y el desenlace como tal, francamente, les sorprenderá». Además, cuando se dirige al crítico de la época le dice que es su mejor cuento y que «es la única obra mía que me conmovió mientras la escribía».
Por todo ello, «para mí la sirenita es él», afirma tajante Lacombe. Y esa convicción impregna toda su obra. Se ha basado en el propio Andersen para crear un personaje andrógino y las tonalidades también refuerzan su teoría. «La historia trata el tema de la identidad de género y quería posicionarme en ese espectro desde la portada. Por eso es equívoca y ya aparecen ahí los colores que luego se replican en todo el libro: por un lado el azul, que se asigna tradicionalmente al género masculino. Es profundo y oscuro, en contraste con el rosa, asociado a lo femenino. Es fluorescente, artificial, porque es el género al que quiere ir, es su reafirmación. Es algo que he intentado reivindicar porque este personaje evoluciona, transiciona entre ambos. Y su cola es violeta, una mezcla de ambos y el color de la identidad transexual», cuenta Lacombe.
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Esta sirenita de Edelvives también incorpora un final escrito por Andersen el 23 de enero de 1837, tachado y no publicado, en el que la protagonista recupera su voz y afirma que será en el más allá cuando se reúna con él. «Es al morir cuando finalmente será amada por el príncipe por lo que realmente es. ¿Qué quiere decir con esto? Que se puede tener una identidad del cuerpo frente a una identidad del alma. Esto en 1837, cuando la palabra homosexual no existía y transexual, mucho menos. Nos permite entender muchos cuentos de Andersen, como el de 'El patito feo', que nace en el lado erróneo y es un incomprendido. La identidad es una clave en toda su narrativa», indica el ilustrador.
Pero, siendo así, ¿por qué decidió entonces publicar un final alternativo? Lacombe lo tiene claro, «el autor le escribe a Collin que las cosas más importantes las había tachado porque son frases que pasan del corazón a la pluma. Además, a uno de los críticos le dice que modificó el desenlace porque este era realmente su final que Andersen quería guardar para él y así distinguirlo del de la protagonista. No lo publica porque revelaba demasiado sobre él».
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