Ryuichi Sakamoto escribe la partitura de su propio réquiem
Un mes después de ofrecer su último concierto y enfermo de cáncer, el músico reaparece con '12'

Ryuichi Sakamoto lleva muriéndose una eternidad. Ayer cumplió 71 años, enfermo del cáncer que le fue diagnosticado en 2014 y que tras reproducirse en 2021 le obligó a someterse a un tratamiento que, lluvia sobre la ventana mojada a la que se asoma en ... sus últimos vídeos, pantalla sobre pantalla, prolongó el encierro domiciliario derivado de la pandemia y acumulado desde el año anterior. Llueve sobre mojado en el cristal que separa a Sakamoto del mundo para el que escribe y trabaja. Durante este tiempo de clausura, preventiva y luego química, el músico compuso y grabó '12', el álbum con el que ahora esboza su enésima despedida, planificada con precisión nipona y extrema sensibilidad desde hace meses.
Tras regresar del hospital en el que fue tratado, «no tenía intención alguna de componer, sólo darme un baño de sonido», cuenta el autor de 'Chasm' sobre el proceso de creación de la que quizá sea su última obra maestra, primer trabajo de estudio en seis años y en el que Sakamoto reúne los apuntes instrumentales -piano, sintetizador y sonidos de campo; a veces mezclados- que grabó durante su convalecencia. Tuvo tiempo para pensárselo.
Naturalezas muertas
Las doce pistas que conforman el disco están identificadas por su fecha de grabación, etiquetas de laboratorio, muestras de carne y espíritu. Solo '20220302' lleva un subtítulo, 'Sarabande', que remite a quienes como Debussy y Satie recuperaron y trastornaron esta forma musical hace ya más de un siglo. A Sakamoto se le escucha respirar con dificultad y una rítmica ahogadiza en '20220201', una de las piezas que incorporan grabaciones -naturalezas vivas o muertas- del exterior del estudio en el que el compositor escribe lo que denomina «diario sonoro». Dice que va a seguir llenando páginas y partituras hasta que pueda.
Hay mucha melancolía, sobre todo en las composiciones en las que Sakamoto coloca el piano en primer plano, y también electrónica de bases lentas y graves en este réquiem a la japonesa, firmado por un autor que seguramente sea recordado por sus obras más populares, encargos de la industria del cine, como 'Feliz Navidad, Mr. Lawrence' o 'El último Emperador', pero que en los últimos movimientos de su carrera prefiere enviar a su público un humilde mensaje de clasicismo (Satie y Debussy están aquí omnipresentes) y también de experimentación, recuerdo y sedimento de sus colaboraciones con Carsten Nicolay o Fennesz. Sobran los tratamientos sinfónicos en este atípico réquiem, hecho y tocado a mano, casi acariciado, sin la solemnidad de un adiós que el músico japonés administra con tacto y distancia.
Silencio y soledad
En estos meses de silencio y soledad nadie ha pasado por alto el deterioro sufrido por el músico de Tokio, ni el inevitable final al que conduce el mal que padece. A Ryuichi Sakamoto lo felicitaron por su setenta cumpleaños el pasado otoño con un notable álbum de versiones -remodelados, según el argot utilizado por sus productores- en el que estaban todos los que un día fueron algo en su evolución musical: no faltaron Alva Noto y Christian Fennesz a la cita, y tampoco David Sylvian, que en octubre salió de su retiro para recitar versos y 'haikus' sobre el óbito y el adiós de la mano de Twinkle3 y Kazuko Hohki. Quizá todo sea casual, y quizá la muerte no sea el final. Por si acaso, '12' se cierra con el tañer de una campana. Amén y zen.
Sakamoto ofreció el pasado 11 de diciembre su último concierto, grabado en los estudios de la NHK, su segunda casa, taller al que tradicionalmente ha acudido para pulir sus grabaciones, y emitido por 'streaming' a un público que adquirió las localidades, no precisamente baratas, de lo que fue su despedida escénica, filmada en blanco y negro y en la que los primeros planos abundaban para subrayar el carácter de retrato de lo que, más que un recital de piano, fue un auténtico cuadro.
El autor de 'Async' se marcha despacio, sin apenas palabras, a través de un largo y meditado ejercicio de introspección y contención emocional -cada uno es libre de interpretar su propia pena- que contrasta con el exhibicionismo 'pre morten' con que se fueron creadores como Leonard Cohen o David Bowie.
Respiración
Si Bowie organizó un juego de indicios, pruebas y engaños en torno a su muerte y el poeta canadiense repetía 'Hineni, hineni' en el estribillo de 'You Want It Darker', oración al Dios del Antiguo Testamento que Cohen entonó justo antes de desaparecer -«Estoy preparado, mi Señor»-, Ryuichi Sakamoto se va con el autodominio que caracteriza a una cultura, la japonesa, que como pocas ha sabido sintetizar, por lo analógico o lo electrónico, el dolor. Todo es muy japonés en Sakamoto, como ha sido la huella -trascendental en el caso de Sylvian- que ha dejado en los compositores con los que ha firmado sus penúltimos ensayos musicales, interrumpidos por el cáncer, primero de garganta y luego de recto.
La BBC cerró 2022, hace apenas unas semanas, con el desafío y la grabación del réquiem laico compuesto por Russell Pascoe, interpretado a todo trapo por el coro de la catedral de Truro y la Orquesta Nacional de Gales. Se pueden escuchar en esta obra versos de Dylan Thomas, Walt Whitman, Rabindranath Tagore o Kakinomoto no Hitomaro, poeta japonés del siglo VII cuyas elegías imperiales aún se leen en las escuelas de su país. No necesita tanto Ryuichi Sakamoto para entonar su canto del cisne.
Al fundador de la Yellow Magic Orchestra se le oye en '12' tomar aire cuando de forma premeditada se acerca al micrófono que recoge su latido y su elegante agonía, retransmitida a un público que desde hace meses sigue los hitos de un adiós que sobrecoge. Cuatro semanas después de su último concierto, aparece el que quizá sea su último disco. Aún respira.
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