Instintos suicidas, guitarras madrileñas y Paul McCartney al micrófono: mitos, verdades y mentiras de la historia de The Doors
El libro 'Set the night on fire' del guitarrista Robby Krieger ofrece una mirada inédita del recorrido de una de las bandas más importantes de todos los tiempos

Resulta increíble la cantidad de leyendas urbanas que se han inventado sobre los Doors. Aun con la banda vivita y coleando, se contaron infinidad de mentiras y medias verdades que incrementaron exponencialmente el aura enigmática del grupo, pero en los cincuenta años que han pasado desde su disolución en 1973, la avalancha de mitos acerca de Jim Morrison y compañía ha sido tan abrumadora que los supervivientes no han querido ni molestarse en ir desmintiéndolos uno por uno… hasta ahora.
El guitarrista Robby Krieger, uno de los dos miembros del grupo que renegó del papel de rock-star (el otro es el batería John Densmore, a Jim y Ray Manzarek sí les ponía la fama), ha echado la vista atrás para biografiar su carrera aclarando numerosos puntos oscuros y ofreciendo, por tanto, una incontestable mirada inédita de la historia del cuarteto californiano.
En su libro 'Set the night on fire' (Alianza editorial), Krieger no hace un exhaustivo recorrido cronológico salpicado de datos irrelevantes, sino que va compartimentando recuerdos en micro-capítulos llenos de anécdotas extraordinariamente reveladoras acerca de la personalidad de sus compañeros y, por tanto, de la verdadera naturaleza e idiosincrasia del grupo. Es una mirada desde dentro, brutalmente sincera, humanizante, desmitificadora y entretenidísima.
Krieger describe de forma magnífica el proceso que convirtió a un tímido y sensible Jim Morrison en un huracán de sensualidad y rebeldía indómita. Fue una transformación radical y veloz, que acabó generando confusión en una mente ya maltrecha por traumas infantiles y que finalmente derivó en la aparición de unos instintos suicidas que desde fuera podrían parecer muy sexis, pero que le hicieron pasar muy malos ratos al hombre tranquilo que siempre fue el guitarrista. «Una noche, cenando en casa de nuestro productor Paul Rothschild, Jim golpeó a la mujer de Paul con todos allí sentados a la mesa. Paul nos llevó en coche de vuelta al hotel, pero Jim se puso a agarrarle del pelo, dimos algunos bandazos y casi nos estrellamos. Tuvimos que forcejear entre todos para llevarlo a su habitación. Pensamos que, si lo metíamos en la cama, se le pasaría y caería en redondo. No obstante, se desnudó y salió de un salto por la ventana».
Krieger recuerda que Jim solía marcarse escenitas parecidas en su chalet de Laurel Canyon para impresionar a las chicas con «una técnica especial que incluía un giro sincronizado para agarrarse a la repisa y quedarse colgado». Pero aquella noche lo hizo en un duodécimo piso, «con el implacable asfalto y el bullicioso tráfico de la calle 58 bajo sus pies», y el guitarrista está convencido de que si no hubiese estado ahí para ayudarle a volver a entrar por la ventana, se habría matado porque estaba borrachísimo: «Siempre ponía a prueba los límites de mi paciencia, y cuanto más pasado iba, más certero era su instinto a la hora de detectarlos. Ahora me hace gracia, pero entonces no se la vi por ningún lado».

Krieger recuerda que cada vez que Jim se metía en peleas -lo cual ocurría a menudo- donde corría la sangre, el cantante siempre, siempre acababa con una sonrisa de oreja a oreja. Lo cual le resultaba extremadamente turbador. Igual que cuando el cantante bromeaba con ser «el siguiente en la lista» tras las muertes de Janis Joplin, Brian Jones y Jimi Hendrix. «No le hacíamos ni caso», dice el guitarrista, «pero Paul Rothchild lo vio con claridad… 'Chicos', nos advirtió. 'Yo que vosotros grabaría con él todo lo que pudiera porque puede que no dure mucho'».
Cuando se pone a desmentir bulos sobre los Doors, el libro se pone muy divertido porque destroza teorías que se han dado por válidas incluso en biografías serias. Como por ejemplo, en el asunto de los sustitutos de Morrison tras su muerte. Krieger reconoce que lo pasaron fatal a nivel personal y creativo cuando su compañero falleció, también que se tomaron «más tiempo del razonable» para entender que sin él no había Doors, y desvela los nombres que barajaron para sustituirle y los que nunca se les pasó por la cabeza a pesar de las muchas historias que cuentan lo contrario. «Lo de Iggy Pop fue más una idea de nuestro amigo y asesor Danny Sugerman, pero nunca llegamos a tomarlo en serio. Otros nombres que sonaron y que tampoco pasaron de ahí fueron Paul Rodgers, de Bad Company, y Joe Cocker. Pensamos en Paul McCartney. Era una opción poco convencional, dado que era muy diferente de Jim y tocaba el bajo. Sin embargo, aquello sólo quedó en una charla ociosa. Al único cantante que recuerdo haber hecho una prueba es a Howard Werth, del grupo Audience. Era un buen tío, y buen músico, pero sabíamos percibir la química, y con él no hubo nada de nada».

El apartado que revienta por los aires el guion de 'The Doors' de Oliver Stone es realmente cómico, porque demuestra que apenas hay una secuencia veraz en la película. «Nunca tomamos peyote en el desierto, así de claro. De hecho, nunca tomamos ácido juntos», escribe Krieger con cierto resquemor. «Jim nunca se subió a un coche en la calle del Whisky A Go-Go y se puso a gritar que era el Rey Lagarto. Nunca oí que Jim encerrara a su novia en el armario y le prendiera fuego. Ni siquiera se pelaron delante de nosotros. Y tampoco se casó en un ritual con sangre. Jim era una persona que se cachondeaba de la astrología, la espiritualidad y la meditación trascendental».
A lo largo de casi 350 páginas con estupendas fotografías en blanco y negro -algunas inéditas-, Krieger también brinda fascinantes revelaciones sobre los orígenes de muchas canciones de los Doors -¡reconocimiento de plagios incluido!-, como 'Spanish Caravan', compuesta con la guitarra Ramírez que su padre le compró en Madrid y cuyo lick principal está sacado de la pieza 'Leyenda' de Isaac Albéniz; o como la que da título a su libro. 'Set the night on fire' hace alusión al último verso del estribillo del clásico que Krieger firmó para la banda, 'Light my fire', al que dedica un interesantísimo capítulo donde confiesa que hoy sigue siendo su gallina de los huevos de oro, ya que ella sola le genera más ingresos al año que el resto del repertorio de los Doors junto. «¿Me he arrepentido alguna vez por no firmarla en solitario?», se pregunta con socarronería. «En absoluto. Bueno… supongo que todos tenemos a veces pensamientos turbios, ¿no?».
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