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Fernando Rojo

Aquellos (ya maravillosos) conciertos de 2008

Vetusta Morla, en el madrileño barrio de Las Letras José Ramón Ladra
Fernando Rojo

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Con la gente que asegura haber asistido a alguno de los conciertos de Vetusta Morla antes de 2008 (como ocurre con los que alardean de haber visto a los Beatles en Las Ventas o con los periodistas que se encontraban en el Congreso el 23- ... F) se podrían llenar varios estadios metropolitanos. Pero la inmensa mayoría no dicen la verdad, y bien lo saben los miembros del grupo, que en sus inicios tocaron muchos días en pequeños locales ante apenas unas decenas de espectadores. No mentiré. No fui uno de ellos. En mi estreno ya había varios centenares. Fue en noviembre de 2008, en la sala Óxido de Guadalajara . Una asociación cultural que editaba un fanzine organizaba un pequeño festival llamado Qubo. La entrada de aquel día me costó 12 euros (la del próximo viernes la compré hace un año por 60) e incluía a otra decena de grupos surgidos en esa época pero que no han tenido ni de lejos la trayectoria de los madrileños. Ya esa noche nos impresionaron a los cerca de 500 asistentes con un directo vibrante y un afán por la perfección (recuerdo el enfado con los problemas de sonido) que los han llevado hasta aquí. No eran el típico grupo amateur que está empezando. Se notaba que había mucho trabajo anterior. «¿De dónde han salido estos tíos? ¿Dónde han estado metidos?», se preguntaba una y otra vez un amigo con el que compartía la primera fila. Mi amigo no halló respuesta. Tras aquel bautismo vetustiano, los habré visto una docena de veces en distintos conciertos y festivales. En algunos de ellos, como el Mad Cool de 2019 , compartían escenario con grupos tan gigantescos como The Cure, y doy fe de que los de Tres Cantos mantuvieron el tipo.Pero la noche más especial fue la de la Caja Mágica. Y no tanto por el aspecto musical, que también, sino sobre todo porque demostraron que ellos podían montar su propio festival, con su promotora y hasta su propia moneda de pago. Aquel pequeño salto mortal, como la primera vez que llenaron el WiZink –el emocionante 15551– quizás fueron apuestas más arriesgadas que la de llenar un estadio. ¿Y qué será lo próximo? ¿La Castellana de arriba a abajo? Visto lo visto, serían capaces.

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