Los Novísimos siguen siendo Novísimos
El Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento y la Universidad de Zaragoza ha reunido desde ayer y hasta el sábado a un selecto grupo de poetas en torno al congreso «Poéticas novísimas. Un fuego nuevo», que servirá para constatar que la poesía, digan lo que digan, sigue viva, y que aquellos novísimos aún siguen siéndolo hoy.

ZARAGOZA. Hace treinta años surgía un grupo heterogéneo de poetas que se enfrentaba a la «pesadilla estética» del realismo (estética y pesadilla que no han dejado de acompañarnos, aunque bajo otros nombres experienciales). No tenían mucho que ver unos con otros excepto por la edad y aún así su antólogo, Josep María Castellet, los dividía entre «seniors»: Manuel Vázquez Montalbán (1949), Antonio Martínez Sarrión (1939) y José María Álvarez (1942); y «la coqueluche», una manera cariñosa de señalar a los más tiernos: Félix de Azúa (1944), Pere Gimferrer (1945), Vicente Molina Foix (1946), Guillermo Carnero (1947), Ana María Moix (1947) y Leopoldo María Panero (1948). No tenían mucho que ver unos con otros, afortunadamente, pero les unía un cierto aire de época, no en vano hoy sabemos que la impronta del 68 fue algo más que una tormenta de verano (aunque el agujero de ozono se haya llevado los olores de la tormenta).
Castellet inventó una marca que tuvo éxito: los «Nueve Novísimos». No tenían mucho que ver unos con otros, pero eso lo sabemos hoy; por entonces les unía el cine, el jazz, la generación beat, el rock y el pop, el Ché y Mao, la cultura de los medios, algo de Mac Luhan y de Umberto Eco, cierta voluntad iconoclasta, un nuevo modernismo y, sobre todo, el amor por la poesía (que es lo que a fin de cuentas sobrevive).
Viejas poéticas renovadas
Durante cuatro días los protagonistas de aquella antología y otros poetas contemporáneos no menos consagrados -Marcos Ricardo Barnatán, Antonio Carvajal, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, José Luis García Martín, Ángel Guinda, Clara Janés, Jesús Munárriz, Andrés Sánchez Robayna, Jaime Siles, Jenaro Talens y Jorge Urrutia- se reúnen, convocados por Túa Blesa y Elena Pallarés, en el Auditorio de Zaragoza. Ayer inauguraban este encuentro de «Poéticas novísimas. Un fuego nuevo» Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix y Guillermo Carnero. A juicio del primero, lo que les unía era «el deseo común de volver a la generación del 27, es decir, de recuperar la tradición poética hispánica que había quedado interrumpida en la posguerra» y que había sido superada por una generación, la de los años 50, marcada por el trauma de la guerra civil. Se trató de «un pacto con los abuelos al margen de los padres» para recuperar el tiempo perdido y saltar por encima de la censura política: «Fue un punto de partida, una respuesta a un momento de estancamiento y fosilización» de la poesía y de la vida literaria. Y, aunque todos los que formaban aquella grey han seguido por caminos distintos, al mismo tiempo «siguen manteniendo la misma relaci ón con la palabra».
De su poética, Gimferrer afirma haber vuelto al «punto de partida para utilizar de nuevo y mucho la rima y la poesía sin puntuación». Por su parte, Carnero reconoce que en su poética original había «algo coyuntural: una respuesta a la poesía social imperante; y algo de frivolidad. Lo que al fin queda no es otra cosa que el enorme deseo de libertad cultural que teníamos, de leer y escribir toda clase de literatura, de prolongar el yo poético que ya estaba en Bécquer y que con el paso del tiempo no ha perdido vigencia».
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