Kazuo Ishiguro: «La literatura debe ser un reflejo honesto de lo que siente el escritor»
El autor británico presenta en España su esperada nueva novela, 'Klara y el Sol', la primera tras recibir el Nobel de Literatura en 2017

Está claro que Kazuo Ishiguro (Nagasaki, Japón, 1954) se lo pasa pipa cuando decide jugar, literariamente, con la ciencia ficción. Ya lo demostró en la soberbia 'Nunca me abandones', llevada al cine, con bastante tino, por Mark Romanek. Y lo ha vuelto a evidenciar ... con su esperada nueva novela, 'Clara y el Sol' (Anagrama), la primera que publica tras recibir, en 2017, el premio Nobel de Literatura . Pero, en esta ocasión, el escritor británico ha optado por humanizar a un robot hasta hacerlo parecer más de carne y hueso, por su extrema sensibilidad y su preocupación por el cuidado del prójimo, que las personas que lo rodean, y a las que debe contentar, pues de ello depende, en parte, su ficticia vida.
El robot es Klara, un AA (Amigo Artificial) que se entrega en cuerpo y alma, sin tener lo uno ni lo otro, a la niña que, un buen día, la escoge en la tienda en la que está a la venta, pese a los recelos de la madre de la pequeña, a la que, al principio, no termina de entrarle por los ojos el prototipo, por anticuado. Así, sin pretenderlo, o quizás buscándolo, porque sólo los grandes autores son conscientes del sentido de su escritura, Ishiguro entrega una brillante fábula sobre nuestro mundo, el que nos ha tocado habitar.
Sentado en un amplio salón de su casa, en el norte de Londres, el rostro de Ishiguro parece transmitir la tranquilidad de saber que sí, que, una vez más, ha conectado con sus lectores. Decenas de ellos le escuchan, ahora como periodistas, al otro lado de la pantalla, en España y Latinoamérica, pendientes de todo lo que tenga que decir sobre ‘Klara y el Sol’, la tecnología, la escritura, la sociedad, las democracias liberales... Una clase magistral en toda regla, de dos horas de duración.
Origen
A Ishiguro «siempre» le han «fascinado» los libros infantiles, y en ellos está el origen de esta novela, que terminó antes de la pandemia y de la que ya llevaba escrita una tercera parte cuando fue galardonado con el Nobel. El premio no afectó en nada a la escritura del libro, y confía en que así siga siendo en el futuro. «Al volver de Estocolmo, esperaba que hubieran desparecido todos mis problemas... Pero no, todo estaba como lo había dejado, era como si el Nobel me lo hubieran otorgado en otro planeta y, al regresar a casa, volviera a ser quien era».
Si bien la memoria es un tema recurrente en su obra, en ‘Klara y el Sol’ la preocupación de Ishiguro era otra: el futuro que nos espera. Porque si hay algo que al Nobel le interesa son sus congéneres. «Miro a los seres humanos a través de los ojos de esta máquina. En la novela, Klara se convierte en una metáfora de los impulsos humanos y, en algunas ocasiones, se acaba pareciendo a un padre o una madre. Los seres humanos, cuando se trata de cuidar a nuestros hijos, somos como máquinas programadas».
Así era la madre de Ishiguro, que murió hace unos años y a la que el escritor dedica este libro, en el que está muy presente a través de los pensamientos de Klara y hasta en la manera en la que habla. El robot tiene, también, esa «inocencia, esa fe infantil en lo bueno que hay en el mundo» que su madre nunca perdió, ni siquiera cuando falleció, a los 92 años, en una residencia, «en paz y tranquilidad», sabiendo que «había cumplido con su misión».
Ese impepinable paso del tiempo, la obsolescencia, aunque sea «una palabra demasiado fuerte», humana, siempre le ha interesado a Ishiguro y, de un modo u otro, ha ido surgiendo a lo largo de toda su trayectoria. «El hecho de que unos seres tengan que dejar paso a otros... esa es la obsolescencia. La vida es corta, y realmente eso es algo que me sorprende: cometes un error grave y no tienes tiempo suficiente para enmendarlo. A veces, sólo puedes aceptar que tu vida ha sido así, y eso me parece muy triste. Es una idea emocional muy profunda que está en mi obra».
Otro tema de tremenda actualidad planteado en ‘Klara y el Sol’ es cómo vivimos, cada vez más, en un mundo en el que los datos y la tecnología han invadido nuestra vida cotidiana. «Los iPhones saben más de nosotros que la persona que está a nuestro lado cuando nos despertamos. Todo eso tendrá un impacto en la idea de que tenemos un alma que nos hace especiales». Y llegaremos a plantearnos preguntas que, de hecho, ya se formulan en la novela, como «qué significa que un ser humano quiera a otro o si somos únicos, si somos irremplazables».
Eso sí, por mucho que, en el futuro, pueda haber máquinas que hagan el papel de amigos, o de mascotas, «los seres humanos siempre van a necesitar a otros seres humanos». Entretanto, lo que Ishiguro no tiene muy claro es si estamos, o no, avanzando hacia una sociedad más humanizada. «Uno de los problemas que tenemos es que el modelo de negocio de las grandes empresas no favorece al bienestar de los seres humanos. Depende de la sociedad encontrar la manera de controlar a las grandes tecnológicas. Hay un desajuste entre el interés de la sociedad y el de estas empresas, y necesitamos que se alineen, porque si no sufriremos las consecuencias».
Grandes desafíos
Lo dice poco antes de reconocer que, en los últimos años, se ha vuelto «más optimista», sin abandonar el realismo. «Me siento más optimista respecto a los seres humanos, aunque quizás lo soy menos respecto a los sistemas políticos y a cómo organizamos nuestras sociedades. Me preocupa la fortaleza de las sociedades democráticas liberales. El análisis izquierda/derecha ya no funciona». Él, que siempre ha creído «en algún tipo de revolución, he sido de izquierdas», es ahora consciente de que «las generaciones más jóvenes deben plantear nuevas ideas que contengan algo de humanidad en su centro. Nos enfrentamos a grandes desafíos por los cambios radicales en la ciencia y en la tecnología». Y uno de nuestros «grandes problemas», tal vez el que más preocupa a Ishiguro, es el «desempleo masivo», «un tema mucho más urgente que si los robots van a conquistar el mundo».
Y, en esa disyuntiva en la que estamos varados, ¿qué puede hacer la literatura? «La literatura debe ser un reflejo honesto de lo que siente el escritor, y eso será, hasta cierto punto, un reflejo de lo que la sociedad siente. El mundo es difícil, es duro, y es importante encontrar esperanza. Y, para eso, necesitamos pequeños oasis en los que la gente pueda intercambiar bondad, decencia, amor». Oasis como los que uno encuentra, siempre, al pasar las páginas de los libros de Kazuo Ishiguro.
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