Centenario de la escritora
Carmen Laforet, puntos de vista de una chica rara
Sus artículos en 'Destino', publicados por primera vez, revelan el carácter independiente de la autora de 'Nada'

Ni en sus mejores sueños imaginaron los organizadores del premio Nadal que la elección de Carmen Laforet como primera ganadora, aquella noche de Reyes de 1945 en el Café Suizo de la Rambla, iba a tener un eco tan perdurable. De la noche ... a la mañana, un panorama literario encorsetado por la propaganda del franquismo se afrancesó, y quien abanderó ese giro fue una joven de 23 años que nadie conocía. El éxito de 'Nada' fue formidable, pero la ruptura que suponía la novela no evitó que en las muchas entrevista que le hicieron le preguntaran sobre su vida familiar: «¿Qué prefiere usted: su vida familiar o sus novelas?».
En aquella época, y así siguió siendo durante décadas, por muy buenas que fueran las escritoras eran ante todo mujeres de su casa. No es de extrañar que cuando los editores de 'Destino' –promotores también de la editorial y del Nadal– le propusieron a Laforet escribir en el semanario titularan la sección con el epígrafe 'Puntos de vista de una mujer' . Es probable que la dirección de 'Destino' le sugiriera que centrara sus artículos en la temática femenina, pero en su primer artículo ella dejó claro que escribiría desde la más absoluta libertad y sin atender a convenciones.
«Yo quisiera escribir para mujeres sobre temas nuestros, de mujeres. Lo malo es que yo no voy a hacer un apartado de recetas culinarias, de charlas de puericultura o sobre la mejor manera de fruncir una cortina, cosas todas que deben interesarnos a las mujeres forzosamente, pero que es tarea para la que yo no me siento capacitada, quizá porque cuando escribo me gusta descansar de ella», escribió en 'La fiesta de la moda', que en noviembre de 1948 estrenó la sección. Por algo Carmen Martín Gaite la bautizó como la «chica rara».

Las hispanistas Ana Cabello y Blanca Ripoll han recopilado en el libro 'Puntos de vista de una mujer' (Ediciones Destino, 2021), con prólogo de la periodista de ABC Inés Martín Rodrigo , los artículos que la autora nacida en Barcelona escribió hasta febrero de 1953, su época de mayor actividad, en la que pese a su alergia a las camarillas literarias y su tendencia a retraerse compaginó la escritura de estos textos con la publicación de novelas como 'La isla y los demonios' (1952) y 'La mujer nueva' (1955).
«Aunque el título de la colaboración y algunos de los temas se dirijan de lleno a una lectora potencial, en su conjunto trascienden esos límites, los superan, y se dirigen a un lector que quiera escuchar, independientemente de su identidad, género o ideología», explican las editoras del libro. Laforet escribía en un tono conversacional, ya fuera con hombres o mujeres, pero sin duda sus interlocutoras ideales eran las chicas raras, señalan Cabello y Ripoll, «mujeres que leían, escribían, participaban en tertulias, tenían opinión propia y hasta decidían separarse de sus maridos».
Así lo expresó Laforet en enero de 1950: «Ser mujer es estar entre la marea de los años, de los hijos que crecen, los amores que quieren irse o que quieren volver […]. Pero yo esta tarde me canso con este juego, y quiero marcharme, como se marchan los años, irme y no pensar más en lo que quede. Escaparme, como se escapan los adolescentes, hacia la vida distinta. Aprender cosas, no porque la marea de la vida venga a mí, sino porque yo vaya sorteando alegremente esa marea. Esta tarde de principios de año yo no quiero ser una cosa tan responsable, tan seria como es una mujer».
La publicación de esta antología inaugura la celebración del centenario del nacimiento de Laforet , que incluirá una exposición en la Biblioteca Nacional de España dedicada a una de las escritoras más enigmáticas de la literatura española; la Salinger española, como dice su biógrafo Israel Rolón Barada . Después de esos primeros años de intensa exposición pública, las tormentas familiares y un bloqueo narrativo que se fue cronificando la llevaron a un punto de no retorno, hasta no dar por bueno ninguno de sus manuscritos. Dejó de conceder entrevistas y se apartó del foco público. Fue el lanzamiento del epistolario con Ramón J. Sender , en 2003, lo que devolvió a Laforet a las estanterías de novedades.
Con 'Puedo contar contigo' llegaron las reediciones de las obras que publicó durante los años cincuenta e incluso autorizó que fuera a imprenta 'Al volver la esquina' (2004), que escribió en los sesenta y nunca terminó de corregir después de enviarla a galeradas. Era la segunda parte de una trilogía inacabada que comenzó con 'La insolación' (1963). Este largo silencio editorial explica que sus artículos periodísticos no hayan sido explorados debidamente. Su escritura en periódicos, como le dijo a Sender por carta, la ayudó a superar el miedo al folio en blanco: «Escribo ahora un artículo diario y en forma de 'diario'. Esto ya no es el trabajo penoso e imposible; es algo que me ayuda a remontarme, a volver a sentirme yo misma y a vivir: y ahora podré escribir la novela… sin romperla».
Este 'diario' al que se refiere lo escribió en las páginas de ABC entre 1971 y 1972, pero también colaboró con otros medios. «Sabemos que existen trabajos en proceso sobre su obra periodística y eso es una gran noticia: las diversas colaboraciones de Laforet en medios como 'Informaciones', 'España' o 'Pueblo' merecen ser sistematizados, estudiados y editados –apuntan Cabello y Ripoll–. En su presencia en periódicos se observa la compleja proyección de su imagen pública, así como sus principales preocupaciones: la libertad y la independencia, los arquetipos de género impuestos por la sociedad franquista, sus lecturas y las redes culturales que habitó».
En las páginas de 'Puntos de vista de una mujer' expresó la soledad que sentía ante su mesa de trabajo y el «extraño miedo» que la invadía cuando frente a la máquina de escribir era observada por los libros alineados de su estantería. En ella, y sobre ellos escribió, había autores como Dante, Pardo Bazán, Woolf, Galdós, Faulkner, Delibes o Carmen Conde . La escritura y la lectura son dos de los temas que más trató. «Jamás se me ha ocurrido inquietarme por lo que pudiera haber sido de mis héroes predilectos en la literatura, una vez cerrado el libro que me gustó –dijo, sobre un tema de plena actualidad–. ¿Por qué ese afán de confundir vida y literatura, en una mezcla tan curiosa y confusa?».
La preferencia de Laforet por los grupos de amigos reducidos, esa «pereza» o «falta de sociabilidad», también está presente en el libro: «Mi soledad –cuando nadie me exige un cuidado– es desordenada, saboteada por preocupaciones de orden práctico, acalorada por libros y periódicos que, sin saber cómo, vienen a echarse a mis pies como molestos perros». La autora de 'Nada' se contaba entre «los vagabundos de ocasión» que buscaban aire fino en la montaña o en el campo: «Sí, me parece malo todo lo que he escrito últimamente, y pienso que lo mejor será dejarlo por unos días y marcharme al campo. Esta solución del campo me la doy a mí misma porque soy mujer, me imagino, muy parecida, en sus raíces, a las demás mujeres».
Poco amiga de las multitudes, Laforet le reconoció a Sender que ella vivía cómoda lejos los pequeños reinos de Taifas, y «una persona que no está declaradamente en ninguno de estos reinos belicosos, a la fuerza se la considera como enemiga de todos; o tonta, o malvada, o lo que sea». Ella no era luchadora ni trabajadora, decía, y por eso otros se han pasado décadas trabajando por ella para interpretarla. Ese es el enigma Laforet: el de un gran talento ensombrecido por una sensibilidad vulnerabilísima.
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