Obituario
Muere Lino Patalano: Alborotador de la escena argentina
Productor teatral argentino, representó a Julio Bocca y Les Luthiers, entre otros, e inventó grandes proyectos escénicos
Del carácter generoso de Lino Patalano (1946-2022) da fe el hecho de que, para su septuagésimo cumpleaños, que celebró en su Gaeta natal, en Italia, invitó (es decir, les pagó el viaje y el alojamiento en un hotel de lujo) a medio centenar de ... personas. Así era este productor argentino (llegó al país suramericano con apenas cinco años, y allí se quedó), corpulento y bonachón a partes iguales, enamorado de la vida y del teatro, al que dedicó su vida. La escena bonaerense de las últimas décadas no hubiera sido lo mismo sin Lino Patalano; él fue su gran alborotador de la mano de figuras como Norma Aleandro, Enrique Pinti, Ricardo Darín, Alfredo Alcón, Claudio Tolcachir, Niní Marshall, Nacha Guevara, Les Luthiers, Astor Piazzolla, Mercedes Sosa y, sobre todo, Julio Bocca, a quien Lino prácticamente 'se inventó'. Con el bailarín formó durante muchos años un dúo tan fecundo como inseparable, con logros tan impensables como llenar durante varias jornadas el Luna Park (un recinto con capacidad para quince mil espectadores) con un espectáculo de danza. La calle Corrientes de Buenos Aires le recordaba ayer con su imagen luciendo en los neones de teatros como el Nacional y una simple frase: 'Gracias, Lino'.
Lino se llamaba en realidad Pasquale Cosimo (le llamaban de niño Pasqualino, y de ahí se quedó con el nombre con el que todo el mundo le conocía). Nació el 21 de abril de 1946 en la localidad italiana de Gaeta, de donde sus padres emigraron cinco años más tarde rumbo a Argentina. Primero Lanús, luego Villa Ballester y más tarde Buenos Aires, donde empezó su relación con el mundo del teatro. Fue 'Rinoceronte', de Ionesco, en el Teatro San Martín –que vio invitado por la dramaturga española María Luz Regás– la que decidió al joven Lino a dedicarse al mundo de la escena.
Quiso ser actor y director –los primeros pasos de su carrera los hizo en el café-teatro, en los años 70–, pero pronto encontró su vocación en los despachos y, sobre todo, en los aviones y las habitaciones de los hoteles; le gustó siempre estar cerca de sus artistas, acompañarles, cuidarles, como cuidaba a sus amigos, a quienes gustaba reunir en la quinta que tenía cerca de Buenos Aires, y en la que solía pasar su tiempo libre rodeado de sus catorce perros.
Desde 1986 hasta 2007 llevó la carrera de Julio Bocca. Antes de conocerlo no sabía lo que era el ballet, pero era consciente del potencial de aquel muchacho, que pronto se convirtió en su amigo. En 1994 adquirió el Teatro Maipo, y desde su despacho en la quinta planta hizo de aquel espacio uno de los teatros más activos y atractivos de Buenos Aires. Y hace apenas un par de años abrió otra sala en el barrio bonaerense de San Telmo, Castor y Pólux.
Quería mucho España, adonde viajaba a menudo, y era capaz de descubrir rincones que ni los nativos de la ciudad conocían, y donde pasar veladas, al calor de un buen vino, con el teatro como tema fundamental de conversación.
«Lo digo siempre –escribió en sus redes sociales Lino Patalano–, uno no se muere. Uno cambia de estado y se queda para siempre en todos aquellos a quienes de alguna manera u otroa les hizo sentir que la vida valía la pena».
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