Érase una vez Ana María Matute
El Instituto Cervantes inaugura una exposición para recordar a la escritora en su centenario
Podcast | Ana María Matute, mi madre

Érase una vez, hace casi cien años, que nació en Barcelona una niña que pasaría a la historia de la literatura española con el nombre de Ana María Matute (1925-2014). Criada en una familia típica de la burguesía catalana, pasó su infancia rodeada ... de libros. Ni siquiera la Guerra Civil, que a sus 11 años le volvió el mundo del revés, consiguió sacarla de esa vida de invenciones y fantasías que tan diferente la hacía del resto de niñas. «La literatura ha sido, y es, el faro salvador de muchas de mis tormentas», diría mucho tiempo después, cuando había conocido el éxito, los sinsabores de la vida y un resurgir que ya nadie esperaba. «Ana María es una de las grandes», resume Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, casa que desde hoy y hasta el 19 de enero acoge una exposición que recuerda a la autora de 'Olvidado rey Gudú'.
'Quien no inventa, no vive', se titula la muestra, inmortalizando una cita para la gloria de una escritora que hizo mucho más que literatura infantil. «Le molestaba muchísimo que le consideraran una escritora de literatura infantil. Ella escribía sobre niños, no para niños. Cuando publicó 'Los niños tontos', en una edición tuvo que poner en una faja que eso no era un libro para niños», asegura la filóloga María Paz Ortuño, amiga de Matute y comisaria de la exposición.
La ha dividido en cuatro partes: infancia, juventud, depresión y renacer. En esa infancia, por la guerra, «conoció el cainismo y el odio que están siempre presentes en su obra», y fue en esa época en la que ya tuvo claro que su nombre tenía que aparecer en las portadas de los libros. Con 5 años escribió su primer cuento, 'El duende y el niño', «que curiosamente son dos cosas que van a estar siempre en su obra». Hay en la exposición cuadernos manuscritos con las ilustraciones que ella pintaba con mimo. Era una gran dibujante, y en algún momento dudó si dedicarse a la pintura.
Las letras ganaron la batalla, y con 19 años se acercó a la editorial Destino con un cuaderno escrito a mano con la novela 'Pequeño teatro', con la que más tarde ganaría el premio Planeta. El editor le pidió que lo pasara a máquina y, cuando leyó la obra, la contrató para escribir cuentos en la revista 'Destino'. Así comenzó una carrera de éxito, que entre los años 50 y 60 le granjearon una enorme popularidad. Ana María Matute estaba en todas las salsas literarias y su nombre era conocido también fuera de España. Ganó los premios Nadal, Planeta, Gijón, Nacional de Literatura... Fue traducida al sueco y fue candidata varias veces al Nobel.
Con todo a favor, separada de su primer marido, con quien tuvo un hijo, y viviendo una vida cómoda en Sitges con su segunda pareja llegó la depresión. «El vacío», decía ella. Estuvo veinte años sin escribir. «El mundo literario español la olvidó, en cierta manera», valora María Paz Ortuño. «Solo hizo algunas cosas en México, Estados Unidos o Alemania, donde seguían llamándola y teniendo noticias de ella».
Ese periodo acabó con la publicación de 'Olvidado rey Gudú', el libro de su vida. Es el 'Ave fénix', la cuarta parte de la muestra. «Fue recibido maravillosamente bien, captó a montones de lectores jóvenes. Se recuperó anímicamente, se reencontró con los lectores, empezó a salir, se la volvió a recordar. Fue un renacer completo, tanto personal como de su obra». Y así llegó su nombramiento como académica de la RAE y el premio Cervantes. «San Juan dijo: 'el que no ama está muerto' y yo me atrevo a decir: 'el que no inventa, no vive'», leyó en su discurso. Ella misma dio el pistoletazo de salida a su centenario.
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