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007 se bate con Tolstói
El momento crucial en 'Desde Rusia con amor' contiene un episodio altamente significativo. Sucede, ni más ni menos, en el legendario Expreso de Oriente
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El mero rumor en redes sociales —luego desmentido— acerca de que los dueños de la franquicia de James Bond habían acordado con Pixar un primer filme animado sobre la novela 'Desde Rusia con amor', me condujo como un sonámbulo por mi biblioteca hasta ese ... anaquel abandonado de libros ajados que leí a los 14 años y que raramente revisité en mi edad adulta.
La novela de Ian Fleming me capturó con una fuerza y una vivacidad —virtudes a que veces Borges destacaba por encima de la belleza de la prosa— que me sorprendieron: capítulo a capítulo el autor se lanza al vacío, al exceso y al sensacionalismo literario, y lo que en 1957 podía ser considerado vulgar, hoy resuena como un genial uso del kitsch violento. John Le Carré, agente secreto y gran prosista, se indignaba frente a tanta exuberancia y glamurización, y debemos su estilo realista y mesurado a su guerra declarada contra 007, que no jugaba en la liga del realismo sino de la moderna novela de aventuras.
La definición de Fleming era bastante precisa: «Un cuento de hadas para adultos» o dicho en otros términos: «Un 'thriller' que pueda ser leído como arte». Aunque sus influencias reconocidas eran Hammett y Chandler, y su director favorito era Hitchcock (intentó infructuosamente que fuera él quien dirigiera la primera película de Bond: estaba haciendo 'Psicosis'), Fleming vivía acosado por su propia mujer, quien suponía insuficiente crear un mito y tener millones de lectores por todo el mundo: ella consideraba que su esposo estaba para más y debía abandonar la «novela popular» e intentar algo «serio». Ninguno de los dos vivió lo suficiente como para ver que desde Umberto Eco hasta Kingsley Amis, pasando por toda una pléyade de prestigiosos narradores británicos contemporáneos, rescatarían su literatura.
Lo curioso es que el momento crucial en 'Desde Rusia con amor' contiene un episodio metaliterario y altamente significativo. Sucede, ni más ni menos, en el legendario Expreso de Oriente (Agatha Christie), infestado de espías y cruzado de erotismo, y Bond viaja con dos cosas: un apellido falso, Somerset (homenaje a Maugham y al agente Ashenden) y un libro: 'La máscara de Dimitrios' (de Eric Ambler). Durante la última noche, Bond y un presunto enviado de M llamado Nash, que lo acompaña, se disponen a leer en un compartimento del tren antes de dormirse.
Nash lleva 'Guerra y paz', pero sugiere que le cuesta acabarlo. Al despertar, Bond comprueba que Nash es un sicario y que la novela rusa guarda en su interior un mecanismo mortal: de allí parte un tiro que inmoviliza a 007. A partir de entonces se desata un contrapunto: Nash piensa meterle un segundo proyectil en el pecho apenas pasen por debajo de un puente, y Bond se devana los sesos para salvar su pellejo.
Pide fumar y saca una pitillera de metal, e inadvertidamente la deja caer dentro de 'La máscara de Dimitrios'. Es una escena tensa, un pulso psicológico, que finalmente se salda cuando Nash dispara desde Tolstói y Bond coloca el libro de Ambler contra su pecho y logra que la bala no llegue a su corazón. Ese extraño duelo literario explica su tensión artística y también el destino final de Ian Fleming.
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