Muere Frank Auerbach, esencial pintor germano-británico
Berlinés, y refugiado del nazismo en el Reino Unido, se convirtió en una de las figuras centrales y más respetadas de la Escuela de Londres
El mercado del arte, en caída libre

En 2019 escribí en estas páginas el obituario de Leon Kossoff, singular pintor de la London School of Painting. Ahora ha muerto allá, el pasado lunes, a los 93 años, su condiscípulo y gran amigo Frank Auerbach, otro miembro relevante de ese grupo de ... figurativos cuya figura más visible fue Francis Bacon, pero al que además de él y de Kossoff, pertenecieron también, entre otros, Michael Andrews, Anne Dunn (nacida en 1929, y la única que sobrevive), Howard Hodgkin, Kitaj, Rodrigo Moinyhan o Paula Rego.
Judío alemán de nacimiento, e hijo del abogado berlinés Max Auerbach, en 1939 el futuro pintor fue uno de los seis niños que, por iniciativa de la escritora Iris Origo, embarcaron en Hamburgo con destino a Southampton. Nunca volvería a ver a sus padres, asesinados en Auschwitz en 1943. Tras estudiar en Kent, en una escuela para alumnos con historias parecidas a la suya, tomó clases con David Bomberg, pasó luego a St Martins, y finalmente en el Royal College of Art. En 1954 se instaló en un estudio en Camden, en el Norte de la capital, que había sido el de Kossoff, y del que él nunca más se movería.
Su primera individual tuvo lugar en 1956, en la Beaux Arts Gallery. Su obra, ya sean lienzos, ya sean portentosos carboncillos, con un punto giacomettiano, la integran retratos de casi siempre los mismos modelos, entre ellos Julia Wolstenholme, su mujer, fallecida el pasado enero; inquisitivos autorretratos; desnudos femeninos; vistas del propio estudio; y paisajes urbanos y suburbanos, especialmente de Camden, incluidos sus parques.
Interrogando obsesivamente esos cuantos pretextos, despliega un sentimiento soberano de la pintura, aprendido en los modernos (fue muy importante para él su descubrimiento, en 1959, de la obra de William De Kooning en la colectiva del MoMA sobre la New York School que itineró por Europa), pero también en los maestros de antaño. Amigo de los colores oscuros, y en ocasiones de auténticas sinfonías de negros, en las que ocupan un gran protagonismo espatulazos hermanos, en abstracto, de los de Poliakoff, Auerbach era también capaz de alegrías casi fauves.
Como Bacon, Kossoff, Kitaj, o Paula Rego, Auerbach perteneció a la escudería de la galería Marlborough, cuya puerta le franqueó precisamente el primero de los nombrados. Hitos importantes en su carrera fueron en 1978 su muestra en la Hayward Gallery; en 1986 el León de Oro, compartido por Sigmar Polke, que obtuvo en la Bienal de Venecia; en 1987, su retrospectiva en el Reina Sofía (con Saura como colaborador de lujo del catálogo); y las de 2001 en la Royal Academy y 2011 en la Tate Britain, esta comisariada por Catherine Lampert, que posó muchísimas veces para él, y que se convertiría en su crítica de cámara. En 2017, figuró obra suya en la muestra que el Museo Picasso de Málaga dedicó a la London School of Painting.
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