Frans Hals, el maestro de la risa que cargó con el sambenito de borracho

La National Gallery de Londres dedica una gran antológica al virtuoso y genial retratista, que, junto a Rembrandt y Vermeer, formó la 'santísima trinidad' del Siglo de Oro holandés. Es su mayor exposición en tres décadas

Vermeer Superstar

Frans Hals. 'El caballero sonriente' (1624) The Wallace Collection, Londres

Natividad Pulido

Enviada especial a Londres

Es uno de los mejores retratistas de todos los tiempos. Sus expresivos y originales retratos destacan no solo por la agilidad de sus salvajes pinceladas, por su virtuosismo y excepcional destreza; también por la vivacidad, por las poses y expresiones alegres e informales ... de sus modelos. Pintó a nobles, comerciantes, militares, pescaderas, borrachos, locos, bufones, niños, prostitutas... Sus geniales retratos, sorprendentes e ingeniosos, tienen vida, son 'animados', dan sensación de movimiento. La risa es marca registrada de Frans Hals. Es el maestro indiscutible de la risa. La gente que contempla los personajes que ríen en sus pinturas (algunos hasta enseñan los dientes con sus carcajadas) se contagia. Pintar a alguien riendo es especialmente complejo porque la expresión del rostro cambia en un instante.

Organizada por la National Gallery de Londres junto con el Rijksmuseum de Ámsterdam y los Museos Estatales de Berlín, con la colaboración especial del Museo Frans Hals de Haarlem, es la mayor exposición dedicada a este artista en más de treinta años. La última fue en 1989-90, en Washington, Londres y Haarlem. Del 30 de septiembre al 21 de enero de 2024, reúne en el museo londinense medio centenar de sus mejores obras, con préstamos de señeras instituciones y colecciones privadas. Tras su paso por la capital británica, la muestra viajará a Ámsterdam y a Berlín.

Son muchas las obras maestras expuestas. Como su emblemático 'Caballero sonriente' (1624), que ha salido excepcionalmente de la Wallace Collection de Londres, donde ha permanecido colgado desde 1870. Apenas ha viajado 2,5 kilómetros, de Manchester Square a Trafalgar Square. Destacan, asimismo, 'El tocador de laúd', del Louvre, uno de sus modelos risueños más célebres, y sus retratos grupales, procedentes del Museo Frans Hals de Haarlem, que rara vez han abandonado la ciudad holandesa desde que se pintaran hace cuatro siglos. Es el caso de 'El banquete de los arcabuceros de San Jorge de Haarlem' (1627) y 'Los regentes del hospicio de ancianos' (ca. 1664). Hubo que obtener un permiso especial. Y es que una de las pinturas más preciadas del museo fue enviada a Londres para una exposición en la década de 1950, pero quedó atrapada en una tormenta en el Támesis. Aunque no sufrió daños, el museo decidió dejar de prestar obras. Pero en esta ocasión se ha levantado el veto.

Además de los retratos por encargo, comenzó a hacer pinturas de género, protagonizadas por alegres juerguistas, bebedores, locos..., lo cual acrecentó su fama de borracho. Su biógrafo, Arnold Houbraken, destacaba su afición por el alcohol y que era una mala influencia para sus hijos y aprendices. Gabriele Finaldi, director de la National Gallery, no lo cree así, pues «la intensidad de su pintura requiere una personalidad disciplinada y trabajadora. Seguramente se deba a que muchos de sus personajes están bebiendo. Se bebía mucho en la época».

Leyenda o no, Hals pintó a peculiares modelos como Bárbara, la loca, también conocida como 'la bruja de Haarlem'. Posa junto a un búho, símbolo de la locura. Otro personaje curioso es el que aparece en 'El tocador de zambomba'. Se trata de Boontje, un conocido loco de Haarlem. A su alrededor, un grupo de niños divertidos que le ofrecen monedas. O Pekelharing, un personaje teatral cómico: un bufón glotón cuya dieta de arenque le provocaba una sed insaciable. Los tres están presentes en la muestra.

En este último retrato, explica la cartela que se trata de «un actor blanco no identificado que se muestra con la cara negra. La asociación racialmente prejuiciosa entre negritud y necedad fue recurrente en la cultura escénica europea del siglo XVII». En otro lienzo de Hals que también cuelga en la muestra, 'Grupo familiar en un paisaje', préstamo del Museo Thyssen, aparece un niño negro, que nos mira fijamente y cuyas piernas apenas están esbozadas. En este caso, la cartela reza así: «Su papel en la familia no está claro. La servidumbre forzada era ilegal en suelo holandés, pero es posible que haya llegado al país como resultado de la participación de la República holandesa en el comercio transatlántico de esclavos. Los artistas europeos en este período a menudo representaban a personas negras con rasgos faciales genéricos, pero aquí presenta la personalidad distintiva del joven, retrantándolo con dignidad y humanidad». Finaldi subraya que no se trata de hacer un juicio histórico, sino que es algo meramente descriptivo: recoge los hechos como son.

Retratos de grupo y en solitario Arriba, 'El banquete de los arcabuceros de San Jorge de Haarlem', ca. 1627. Sobre estas líneas, a la izquierda, 'Los regentes del hospicio de ancianos', ca. 1664. A la derecha, 'El tocador de laúd', ca. 1623 Frans Hals Museum, Haarlem/Museo del Louvre

Hay varios reencuentros históricos. El retrato de Pieter Tjarck (Museo del Condado de Los Ángeles) vuelve a reunirse con el de su esposa, Maria Larp (National Gallery de Londres). Ocurre lo mismo con los retratos de Tieleman Roosterman (Museo de Cleeveland) y de Catharina Brugman (Colección privada). Y el 'Retrato de un hombre sosteniendo una calavera' (Instituto Barber de Bellas Artes de la Universidad de Birmingham) se exhibe junto al 'Retrato de una mujer de pie' (Colección del duque de Devonshire, Chatsworth House). Se ha sabido que las dos obras fueron pintadas por Hals en ambas caras de un mismo panel de madera, que fue partido en dos. En un lienzo que acaba de ser restaurado, Hals pinta la figura de la joven, mientras que el resto de la composición (futas y vegetables) son obra de Claes van Heussen.

«En las últimas tres décadas, ningún museo ha intentado explorar su obra en profundidad, por lo que nadie menor de 40 años ha podido familiarizarse, desde una perspectiva global, con la genialidad de uno de los retratistas más importantes todos los tiempos. Es fascinante», dice Bart Cornelis, comisario de la exposición en la sede de Londres. Gabriele Finaldi explica que Hals «fue el contemporáneo brillante, osado e inventivo de Rembrandt, cuyos retratos, de alegres y pinceladas virtuosas, han fascinado a generaciones de pintores, siendo Manet probablemente el más notorio».

Sobre si está a la altura de Rembrandt y de Vermeer, advierte Finaldi que son distintos: «Fue un extraordinario siglo para la pintura». De Hals destaca su «libertad de expresión, su pincelada suelta. Seguro que sabía de Velázquez, pero éste no sabía de Hals. Hay cierta familiaridad en el lenguaje técnico, una extraordinaria habilidad para pintar los colores negros, una vivacidad en sus retratos. Hals sería un huésped bienvenido en el Prado». Explica que su obra «no tiene el peso, ni la profundidad espiritual, ni el drama trágico del ser humano de la obra de Rembrandt», sus temas son mucho más mundanos, pero cree que como pintor, «como manejador del pincel», sí está a la altura de Velázquez y de Rembrandt.

Niños sonrientes Arriba, 'El pescador', ca. 1638. Detalle. Sobre estas líneas, a la izquierda, 'Niño sonriendo con una copa de vino', ca. 1630. A la derecha, 'Niño sonriendo con una flauta', ca. 1630 Museo de Bellas Artes de Amberes/Museos estatales de Berlín/Staatliche Schlösser, Schwerin

Redescubierto en la segunda mitad del siglo XIX, Frans Hals fue elevado a la categoría de héroe, junto a Rembrandt y Vermeer. Fueron los tres grandes maestros del Siglo de Oro holandés. Pero mientras la fama de Rembrandt mantuvo su posición y la estrella de Vermeer crecía espectacularmente, Hals pasó a un segundo plano, perdió su reputación como revolucionario del arte. Fue el crítico de arte francés Théophile Thoré-Bürger quien, al igual que ocurrió con Vermeer, también rescató a Hals. Comparaba Thoré-Bürger a Hals y su extraordinaria pincelada con un esgrimista empuñando su sable.

Muy valorado en vida, su fama crecía como la espuma en el XIX, y también su cotización. En una subasta en 1865 en París, el marqués de Hertford pagó 51.000 francos por 'El caballero sonriente', superando las pujas del barón Rothschild y la National Gallery de Londres. Los precios de sus pinturas eran similares a los de las obras de Rubens, Rembrandt, Van Dyck y Velázquez. Fue tal su éxito que Haarlem se convirtió en lugar de peregrinación para sus admiradores. En 1862 se abrieron dos salas en el Ayuntamiento con ocho de sus pinturas y en 1900 se instaló una estatua de Hals en la ciudad, que hoy cuenta con un museo con su nombre.

Cuentan que en 1902 el gran artista americano James Whistler viajó de La Haya a Haarlem solo para ver las obras de Frans Hals en el Ayuntamiento de la ciudad. A sus 68 años, y convaleciente de una grave enfermedad, se subió a una silla para ver de cerca sus cuadros. Embelesado, dicen que hasta acarició el rostro de una de las ancianas del asilo presentes en uno de los lienzos. Otros pintores, como Manet, Courbet, Singer Sargent, Ensor o Van Gogh también admiraban su trabajo. Para Van Gogh, era mejor que el 'Paraíso' de Dante, el arte griego, Miguel Ángel y Rafael. Se han atribuido muchas pinturas a Hals en el pasado. Pero los dos últimos catálogos de su obra, a cargo de Seymour Slive en 1970-1974 y Claus Grimm en 1989, sólo le otorgan la autoría de 222 y 145 cuadros, respectivamente. La investigación técnica del trabajo de Hals todavía está en una etapa muy temprana, en comparación con Rembrandt y Vermeer.

Bufones, locos, prostitutas Arriba, 'Bárbara, 'la loca', ca. 1640. Detalle. Sobre estas líneas, a la izquierda, 'El tocador de zambomba', ca. 1620. Detalle. A la derecha, 'La gitana', ca. 1632 Museos estatales de Berlín/Kimbell Art Museum, Fort Worth, Texas/Museo del Louvre

Poco se sabe de su biografía, ya que no existen cartas ni diarios. Nació en Amberes a principios de la década de 1580 y tuvo que huir de la ciudad con su familia unos años más tarde, cuando los españoles la invadieron durante la Guerra de los Ochenta Años. Se formó con Karel van Mander y en 1610 se inscribió en el Gremio de San Lucas. Desde 1612 sirvió como mosquetero en la tercera compañía de los arcabuceros de San Jorge. Se casó con Anneke Harmens. Tras la muerte de ésta a los 25 años, celebró un segundo matrimonio con Lysbeth Reyniers. Al parecer tuvo once hijos, de los cuales cinco de ellos fueron pintores. Hals tuvo que hacerse un lugar en el competitivo mercado del arte en Haarlem. Entre sus clientes, miembros de la élite política y económica, incluidos ricos comerciantes de telas y cerveceros. Los dos mecenas más importantes, Pieter Van den Broecke e Isaac Massa, que era embajador. De éste cuelgan tres retratos. En uno de ellos se ha descubierto que en el fondo había pintadas dos figuras alegóricas (la envidia y una calavera), pero fueron borradas en el XVII, no se sabe si por el propio Hals. Se ha decidido dejarlas ocultas.

Los hijos de Hals pudieron servirle de modelos para sus retratos de niños, otro de sus temas más repetidos. En el siglo XVII eran símbolos de necedad y de locura. Los pinta tocando la flauta, bebiendo vino, vendiendo pescado en el mercado de la Gran Plaza de la ciudad... En ocasiones, son enfermos mentales, que hasta entonces nunca o rara vez se habían mostrado en la pintura. Hals conocía bien el asilo de Haarlem porque su hijo Pieter y su hija mayor Sarah fueron llevados allí: él, porque tenía una discapacidad mental; ella, por conducta inmoral. Dio a luz a un hijo ilegítimo.

Algunas de las mujeres que aparecen en sus cuadros también ríen, una actitud inapropiada por entonces. A menudo se representaba a las prostitutas riéndose desmesuradamente. 'La gitana', del Louvre, otra de las joyas de la exposición, probablemente colgó originalmente en la casa de una familia holandesa adinerada, pero se ha sugerido que su destino pudo ser un burdel. Pese a haber tenido una carrera exitosa, Frans Hals, genio o borracho (o ambas cosas, quizás), murió en 1666 casi en la pobreza.

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