colarse sin avisar
Alejandro de León: «Encierra a unos niños en una isla desierta y se pondrán a cooperar»
literatura
El emprendedor madrileño es el creador de Tuuulibrería, un espacio en el que el cliente paga lo que quiere por los libros que se lleva
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En mayo de 1983 un tal Rafael Ramírez empezó la lectura de 'La conjura de los necios', de Toole, publicada por la editorial Anagrama. Decidió fijar el momento firmando en la primera página que hoy atestigua una de las manos por las que pasó. Ahora ese libro reside de manera temporal en las estanterías de Tuuulibrería, en la madrileña calle de Padilla, donde cada cliente paga lo que considera por los ejemplares que compra. Muchos son de Austral, pero más, todavía, del Barco de Vapor, montañas de lomos naranjas traídas por madres de treintañeros que ya no requieren a Fray Perico ni a su borrico. Tampoco al Pirata Garrapata. Anne Perry comparte espacio con Agatha Christie. Los relatos de D.H Lawrence están bajo 'La Cartuja de Parma', de Stendhal, editada por Sarpe, y muy próximo a 'La felicidad inminente', de Pedro Salinas, que casi se desmenuza entre mis dedos, luce esbelta en tapa dura una de las últimas aventuras africanas de Javier Reverte.
«Nos hemos encontrado verdaderas historias en los libros que nos donan particulares e instituciones. Flores secas, cartas de amor, números de teléfono…», dice Alejandro de León, quien está detrás de la hazaña. «Una vez abrí un 'Romeo y Julieta' en el que Romero era Pedro y Julieta, Juana. Habían hecho el clásico con sus nombres y dejaban un número de teléfono. Llamé. El número todavía existía y hacía señal. Al principio el hombre se alteró, porque no entendía nada. Luego acabó hablándome de su boda y de los ejemplares que regalaron a los invitados aquel día. Cómo había llegado yo ahí, no se lo dejó de preguntar».
Emprendimiento solidario
Alejandro de León se licenció en Empresariales. Hizo un MBA en el IE, continúo sus estudios en Brown, Estados Unidos, e hizo un máster en Filosofía. A los 22 se marchó al extranjero y a los 27 volvió a España, desde Suiza, para emprender. Tuuulibrería, así, con tres 'u', cuenta con ocho empleados y ha tenido unos 200 voluntarios en rotación. Es uno de los cuatro proyectos que le mantienen ocupado:
«Tengo un holding de empresas sociales. Soluciones económicas a problemas sociales. Se llama Anima y engloba cuatro ejes. Uno consiste en dar créditos a mujeres pobres de Latinoamérica. Otro es un chatbot que ayuda a esas mujeres con dudas generales. Empezó para arrojar luz en materia de créditos, pero terminaron preguntando de todo: sobre la menstruación o la píldora del día después. Y nosotros respondemos casi como si fuésemos Google. El emprendimiento social tiene algo bueno, y es que llegas a mucha gente. Mi padre no se lo cree, pero hemos ayudado a 17.000 mujeres con los créditos gracias a que tenemos una rentabilidad. Sin ánimo de lucro llegaríamos únicamente a unas 1.000. También hemos generado 40.000 puestos de trabajo. La tercera línea es un fondo inmobiliario para gente sin hogar. Compramos casas con el apoyo de inversores y a través de ONGs encontramos inquilinos vulnerables. Y la librería, que fue una de las primeras piedras, funciona como una asociación que trata de facilitar el acceso a la lectura. Hemos tenido más tiendas, pero ahora hay dos: esta de Lista y otra en Embajadores».
En 2012 abrió Tuuulibrería. La idea llegó desde Baltimore, donde descubrió un establecimiento de características similares. Aquella tienda solidaria que le sirvió de inspiración se quemó de manera fortuita. Su proyecto, algo que celebra, ha sido emulado en otros rincones de España y Europa, como un ave fénix que se multiplica. Arrancó con una premisa: «Leer nos hace fuertes. Aquí cada uno paga lo que puede y se asegura así que todo el mundo tenga acceso a la lectura. Además, si por ejemplo estás en situación de desempleo, tienes derecho a siete libros gratis. Todo el mundo gana: la gente que se libera de espacio en casa con las donaciones, los lectores, los voluntarios, que se sienten parte de algo muy potente, y nosotros. Hemos tenido hasta un estudiante de 15 años, al que sus padres le tuvieron que firmar un permiso. Salía del colegio y se ponía a clasificar por géneros literarios. Feliz de colaborar».

'La conjura de los necios' tiene el coste que cada uno estime. Pero 'Juanita la Larga', de Juan Valera, es completamente gratuita. Descansa en la puerta, a pie de calle, y sin siquiera avisar cualquiera podría llevársela, como invita un cartel. Ana, una señora del barrio que lleva años de voluntaria, dice que ella calcula que la mayoría paga un euro por libro, que es muy poco. Belinda, una de las empleadas, más optimista y joven, recuerda que también hay quien paga cantidades muy superiores: cinco, diez e incluso cincuenta, «en el menor de los casos, la verdad».
Por su parte, Alejandro, satisfecho, cuenta la vez que una mujer les dejó 800 euros para no llevarse nada y desaparecer. «La mayoría de la gente es buena. 'El señor de las moscas' es mentira. Encierra a unos niños en una isla desierta y se pondrán a cooperar». En ese instante, un hombre de unos sesenta años se niega a no pagar por la Juanita de Valera, así que la estima en cinco euros y resuelve el asunto. «Ves», sentencia Alejandro. «Esto es la leche. Tuvimos a un sociólogo con una libretita varios meses estudiando el comportamiento de las personas. Casi todas buenas».
Cuando cada cliente se acerca al mostrador con su elección definitiva se produce una conversación que siempre revela mecanismos profundos. «¿Cuanto és?», preguntan. «Lo que usted quiera», responde Belinda, que explica acto seguido el proyecto. ¿Cuatro euros son muchos o pocos por 'El libro de arena', de Borges? ¿Cómo se mide? ¿Al peso, por su encuadernación o su altura literaria? «Pues por lo que cada uno pueda en función de sus ingresos, ya que estás ayudando a que otros también puedan leer. Casi todos lo entienden así», relata Belinda mientras se ajusta unos guantes negros para colocar en la sección de poesía 'El cementerio marino', de Paul Valèry, uno de sus textos favoritos.
Escritores donando sus libros firmados
También hay escritores que han apostado por esta distribución tan altruista como azarosa. «Fernando Savater y Punset donaron libros suyos firmados, así que a veces el lector encuentra verdaderos tesoros por aquí escondidos. Entre las páginas hay dinero. La mayoría, en pesetas. Y también firmas muy destacadas. Tenemos una primera edición de Unamuno firmada por él y otra de Julio Cortázar. De todo puede pasar entre libros. Una amiga vino de visita y se topó con uno de caza descatalogado que había escrito su padre. Su padre tenía ochenta años y lo había escrito con treinta y cinco. Lo compró y se lo llevó, que el hombre ni lo tenía. ¡Casi ni se acordaba!», rememora de León, que hace ya una década que se subió a este alucine del que no ha aterrizado.
La tarde apremia entre solapas mientras unos niños, junto a su madre, celebran la salida del colegio coqueteando con el conocimiento y la aventura. Corretean a espaldas de un hombre en aparente situación de vulnerabilidad que paga algo menos de lo sugerido. «¿Quieres bolsa?», le pregunta Belinda. «Lo que quiero son tres novelas», responde. A la lectura se le han agotado las excusas.
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