afganistán
Diez años de guerra en un país imposible
La invasión de Afganistán ha costado hasta ahora 1.700 bajas y 460.000 millones de dólares. La opinión pública cree que no tiene sentido seguir allí
El décimo aniversario del 11-S se celebró el mes pasado con gran solemnidad; los diez años del comienzo de la guerra de Afganistán , lanzada en respuesta a aquel ataque, están siendo recordados con sordina en Estados Unidos. No es tanto por las 1.700 bajas registradas entre el Ejército norteamericano hasta la fecha (en Irak ha habido 4.500) como por el creciente cansancio de una opinión pública que cada vez le ve menos sentido a un conflicto, comenzado el 7 octubre de 2001, que ya ha superado en tiempo a la guerra soviética en el mismo Afganistán. El 60 por ciento de los estadounidenses creen que EE.UU. ya no debería estar implicado militarmente en ese país, y el 56 por ciento reclaman una rápida retirada. Pero quizás el dato más elocuente sea que el 33 por ciento de los veteranos que han participado en la guerra creen que no ha merecido la pena haber invadido Irak y Afganistán, según un último estudio de Pew Research Center.
El consenso entre los norteamericanos, en cualquier caso, se está formando en torno a la idea de que, si bien la primera acción contra el régimen talibán afgano fue necesaria para impedir un nuevo ataque de Al Qaida en EE.UU., ha sido equivocado el deseo de querer construir una sociedad democrática en un lugar donde las estructuras tribales son tan fuertes. La presencia militar en ese país está costando en estos momentos unos 300 millones de dólares al día, el mayor precio desde la invasión (en total, se llevan gastados 460.000 millones de dólares).
«Vinimos a esta región por dos razones: para ir tras Al Qaida y para asegurarnos de que los talibanes no remueven el Gobierno y vuelven al poder», ha indicado esta semana el general John Allen, que ha sustituido al general David Petraeus como máximo mando en Afganistán. En una entrevista con la cadena ABC, el general Allan defendió la validez de ambos objetivos y justificó el que EE.UU. haya querido emplear tiempo en formar las nuevas fuerzas de seguridad afganas.
Otra cosa es que estas vayan a ser efectivas. En caso de que sucumban, entre los estadounidenses se impondrá la sensación de que ha sido una guerra tan inútil como la de Vietnam. También a Afganistán se llegó para un corto tiempo —«en los próximos meses nuestra paciencia será una de nuestras fuerzas», proclamó el presidente George Bush tras el 11 de Septiembre—, y a los diez años, con la situación en el campo de batalla cuando menos incierta, se está produciendo una retirada más rápida de lo que la seguridad podría aconsejar.
Retirada acelerada
El propio general Allen, como la mayor parte de la cúpula militar, recomendó a Obama un repliegue más lento, pero el presidente, alentado por la muerte de Bin Laden a comienzos de mayo, anunció en junio una retirada acelerada. Un total de 10.000 soldados estadounidenses abandonarán Afganistán entre este verano y final de año, y a esa cifra se sumarán otros 23.000 antes de septiembre de 2012. La marcha quedará concluida a finales de 2014 , aunque Obama no precisó qué contingente de los restantes 68.000 soldados —en la actualidad hay 101.000— permanecerá en el país en labores de adiestramiento de las fuerzas afganas y misiones antiterroristas. «Después de esa inicial reducción, nuestras tropas continuarán volviendo a casa a un paso constante a medida que las fuerzas de seguridad afganas toman el mando. Nuestra misión pasará de ser de combate a ser de apoyo. Hacia 2014, el proceso de transición será completado y los afganos serán responsables de su propia seguridad», indicó el presidente.
Desde que se trazó ese plan, la situación en Afganistán se ha complicado más de lo esperado. Agosto fue el mes más mortífero para las tropas estadounidenses desde que comenzó la guerra, y el proceso de conversaciones con algunos líderes talibán no solo apenas ha avanzado sino que en algunos casos ha conocido retrocesos. EE.UU. va a tener que enfrentarse a un peligro agrandadado con el 40 por ciento menos de soldados a finales del próximo año.
Ataques fronterizos
La estrategia, según el general Allen, pasa por concentrarse en la frontera entre Afganistán y Pakistán. Los ataques transfronterizos aumentaron el año pasado en un 500 por ciento, pasando de 60 a más de 300. «Por qué ha ocurrido esto eso es algo que tenemos que preguntarles a los paquistaníes. Mi mandato termina en la frontera», indicó, si querer entrar en la última disputa diplomática sobre este asunto entre Washington e Islamabad. La semana pasada, el hasta ahora jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, general Mullen, acusó públicamente a los servicios secretos paquistaníes de apoyar al grupo talibán de los Haqqani, a quienes se atribuyen los últimos atentados graves contra las fuerzas estadounidenses.
Washington ha tratado después de rebajar la tensión. Ayer Obama reconoció que Pakistán ha sido «ambivalente» en algunas posiciones, pero prifirió tender puentes. «No podríamos haber tenido tanto éxito en Afganistán sin la cooperación del Gobierno paquistaní . Tenemos un gran deseo de ayudar al pueblo paquistaní a fortalecer su sociedad y su propio Gobierno. Sería reacio a castigar negando ayuda a las víctimas de las inundaciones por las decisiones tomadas por sus servicios de inteligencia», declaró. Y añadió en similares amigables términos: «tenemos que persuadir a Pakistán de que le interesa un Afganistán estable e independiente». En su comparecencia en la Casa Blanca, el presidente estadounidense no hizo ninguna referencia al décimo aniversario de la invasión de Afganistán.
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