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Los Austria, a escena

COSME MARINA

DON CARLO

Música: G. Verdi. Int .: R. Aronica, A. Raspagliosi, R. Scandiuzzi, V. Stoyanov, M. Cornetti, L. O. Faria. Orq. Sinf. de Bilbao. Dir. musical: R. Frizza. Dir. escena: G. del Monaco. Palacio Euskaduna. Bilbao.

Abrió la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera temporada y lo hizo asumiendo el riesgo que supone llevar a escena uno de los grandes títulos de Giuseppe Verdi, «Don Carlo», obra que bebe en el drama de Schiller y en la que el compositor enfatiza la libertad frente a la opresión política y religosa con el reinado de Felipe II como telón de fondo.

Estéticamente, el resposable escénico de la producción, Giancarlo del Monaco, apostó por un tono escurialense para enmarcar la trama. Sin embargo, un cierto hieratismo dramatúrgico, que se puede achacar a la escasez de ensayos, lastró el resultado final de un montaje que puede y debe dar mucho más de sí porque tiene los aciertos suficientes para convertirse en un acercamiento significativo en un repertorio que el director italiano conoce a la perfección. No ayudó tampoco la fría dirección musical de Ricardo Frizza al frente de una Sinfónica de Bilbao disciplinada pero carente de garra expresiva. A su lectura le faltó ambición poética y le sobró correción. Estamos ante una partitura que requiere algo más que un eficaz acompañamiento.

Como siempre ABAO apostó por un elenco de primer nivel. Sin embargo, pese a los buenos mimbres el resultado no estuvo a la altura que a priori se podía pensar. Brillaron las individualidades en cantantes de alta categoría pero faltó ese valor añadido que debe llegar desde el foso para impulsar la sesión y que no llegó. Roberto Aronica cantó un Don Carlo entregado, en el que buscó y consiguió matices expresivos de calidad. A su lado, Annalisa Raspagliosi fue una Elisabetta di Valois de vocalidad refinada, aunque un tanto justa de volumen, mientras que Roberto Scandiuzzi echó mano de su veteranía para encarnar un Felipe II de fortaleza pétrea, en una intervención muy impactante y segura. El Posa de Vladimir Stoyanov tuvo sus mejores detalles en el cuidado fraseo y en un canto entregado que salta por encima de unos medios no excepcionales, mientras que Marianne Cornetti cantó una princesa de Éboli impecable vocalmente, aunque un tanto fría.

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