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Julián Marías: España como ilusión
Todas las constantes de la obra de Julián Marías están en «España inteligible», que Alianza reedita con motivo del centenario del filósofo. Un estudio sobre nuestra identidad colectiva

El 17 de junio se cumple el centenario del nacimiento de Julián Marías , un grande del pensamiento español del siglo XX. Su inmensa obra filosófica, científica y periodística, desde aquella Historia de la filosofía editada en 1941, ha quedado demasiadas veces enterrada bajo la etiqueta de su condición de «discípulo de Ortega». Ciertamente lo fue, como también de García Morente, Zubiri o Gaos, pero su capacidad de proyección intelectual fue mucho más autónoma de lo que los clichés biográficos suelen reflejar.
Estamos ante un intelectual extrañamente independiente. Ni estuvo adscrito a los turiferarios del franquismo ni formó parte de la progresía del sistema. Republicano, pero crítico con la última fase de la República, amigo de Besteiro, sufrió en su propia carne (no fue doctor hasta 1951 y no pudo ser catedrático de la Universidad española hasta los años 80) las consecuencias de la memoria del régimen. Tuvo que escribir mucho para salir adelante, desarrolló buena parte de su vida profesional en las universidades americanas, donde tuvo un prestigio extraordinario, y sólo gozó en nuestro país del reconocimiento merecido muy tarde. Murió a los 91 años.
Marías siempre fue un defensor de la Tercera España
Viejos fantasmas
Su libro España inteligible. Razón histórica de las Españas , publicado en primera edición en 1985, refleja bien tres constantes estructurales de la obra de Julián Marías. La primera es la claridad expositiva de su discurso, la transparencia de su recorrido en el tiempo, la facilidad narrativa. La segunda es la perspectiva cristiana de sus reflexiones. La tercera es su inquietud intelectual y política por España, por el proyecto hispánico y sus avatares. Como ha subrayado Helio Carpintero, siempre fue un defensor de la Tercera España, de la superación de la dramática tendencia de España a la bipolarización, al guerracivilismo.
El libro de Marías, traducido a varios idiomas (la última edición, al árabe), es una disección –dentro del «problema de España», que tanto angustió a los noventayochistas, a la Generación del 14 y a la Generación de 1948– desde la perspectiva de la función del proyecto español en Europa. Marías lo escribió en los inicios de la gestión de la «Nueva España» emergente socialista, en plena escalada europeísta, para fijar bien las metas; también los fundamentos históricos de la misma.
Visto hoy, el lector pensará que Marías era demasiado optimista
El leitmotiv de la obra es el debate sobre la normalidad-anormalidad de España. Marías es un rotundo defensor de la tesis de la normalidad, del desacomplejamiento hispánico. Exorciza para ello los fantasmas de la Inquisición, la «leyenda negra» europea y americana, y el estigma de la decadencia estructural.
La identidad histórica de España se asienta en la romanización; ve a los visigodos no como debeladores de la civilización romana, sino como reconstructores de la misma; se sumerge en los equívocos de la pérdida de España con los musulmanes; cree firmemente en la Reconquista como fidelización de la memoria cristiana; fustiga el imaginario melancólico de la España que pudo ser; ratifica a Castilla como la inventora de España y analiza el salto cualitativo de la nación española a la «supernación transeuropea».
La paz sí fue posible
Pero, sobre todo, Marías replantea el concepto de «leyenda negra» que había acuñado Julián Juderías, no ya como la crítica negativa construida desde Europa o América, sino como testimonio de los problemas de identidad colectiva que arrastramos. Explica la Historia de España en términos de originalidad –homologación, encantamiento y desencanto respecto a Europa, coherencia o incoherencia con valores básicos–. Nunca se deja llevar por el papanatismo europeísta; tampoco asume el esencialismo atávico y solitario español.
Aborda la discordia entre España y las Españas, con los fenómenos de «radicalización inducida», la dialéctica entre «el espasmo y el marasmo» y los naufragios de 1898 y 1936, y apuesta por el liberalismo como alternativa. Defiende, como siempre hizo, que la Guerra Civil fue evitable contra el fatalismo del «no fue posible la paz» de Gil Robles. Su crítica del franquismo no le impidió negar el tópico del «páramo cultural» de la España franquista.
Algunos de los cadáveres que Marías pareció enterrar han emergido
Como reza el título, hace España inteligible y retoma el principio orteguiano de Europa como solución, subrayando las potencialidades hispánicas propias: la capacidad creativa y la voluntad de persistencia del proyecto originario para lograr la «felicidad media» como objeto.
Visto hoy, el lector pensará que Marías era demasiado optimista. El libro fue la avanzadilla de un proceso de «normalización hispánica» que estuvo muy presente en la conciencia colectiva en los 90. Mucho me temo que algunos de los cadáveres que Marías pareció enterrar han emergido de nuevo a la superficie. En cualquier caso, casi treinta años después de la primera edición de este libro, en tiempos de inseguridades y vacilaciones identitarias, constituye un baño de ilusión reconfortante. España no como problema, sino como ilusión de ser y de estar.
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