KUMANO KODO
Este camino de peregrinación también es Patrimonio de la Humanidad
El Kumano Kodo, en Japón, y el Camino de Santiago son las dos únicas rutas de peregrinación avaladas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad

El milenario Kumano Kodo japonés es coetáneo del Camino de Santiago y desde 1998 ambas rutas espirituales, Patrimonio de la Humanidad, han sido hermanadas en lo que ha dado en llamarse ‘Dual Pilgrim’ , una iniciativa que reconoce con un sello a ... las personas que recorren ambos caminos. Naturalmente, son cientos de miles quienes dirigen su andadura cada año a Santiago, y muy pocos los que visitan los tres templos de Kumano, que se levantan en la boscosa y bellísima región de Wakayama.
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De todos son conocidas las historias que caracterizan el Camino español, pero ya anticipo que adentrarse en el espíritu de Kumano es una labor ardua. Sus inacabables leyendas forman capas superpuestas, retazos de una compleja realidad que nunca se desvela del todo, como el propio paisaje, que a menudo aparece velado por jirones de niebla. Kumano es un misterio insondable para quienes lo aproximan solo con los ojos de la razón, pero una realidad viva y latente en el subconsciente colectivo del pueblo nipón. Con razón dicen por allí que «quien entiende Kumano, entiende Japón» .

Los cedros gigantes de Tsugizakura-oyi , con sus ramas creciendo únicamente hacia el sur, parecen mostrar al caminante la dirección del paraíso, donde la diosa Canon le espera en su seno misericordioso. Junto al oyi, una fuente de agua fresca, sacia la sed del peregrino. En este punto ya nos encontramos muy cerca de Mikoshi-tige, la última elevación antes de descender al primero de los tres templos, Hongu. La vista es formidable. Un océano de montañas sucediéndose hasta el infinito entre jirones de blanca niebla. La civilización queda muy lejos. Los bosques son más espesos, más viejos y más puros.
Un punto culminante en el camino es la llegada a Fushiogami-oyi , desde donde se divisa por primera vez, en la distancia, el gran templo de Hongu . Fushiogamu significa ‘arrodillarse para adorar’, y eso es precisamente lo que hacen los peregrinos emocionados. Una ancha cicatriz blanca rompe el verdor del valle. Es el cauce del río Kumano. En el estío es un lajar, una pedrera acumulada por las frecuentes crecidas, por la que culebrean los brazos del río, pero en otoño, tras los frecuentes tifones, se convierte en un formidable torrente de aguas bravas y terrosas, que cubren casi por completo la arbolada isla de Oyunohara , donde se asentaba el templo original hasta que una riada lo inundó en 1889 y se decidió trasladarlo a un lugar más alto y seguro.

En Japón, un templo que se precie es un complejo que consta de diversos pabellones, edificios auxiliares y una campana que los peregrinos tañen sin demora en cuanto llegan para hacer saber a los dioses que ya están allí. A la entrada de Hongu hay un torii gigantesco , una especie de puerta simbólica que separa el mundo secular del espiritual. Es una gigantesca réplica en hierro del torii que marcaba la entrada a Oyunohara, el templo original. Lo más importante, sin embargo, es la soga de paja que pende de lo alto, recordando al recién llegado que entra en territorio sagrado.
Casi todos los caminantes, peregrinos o no, suelen celebrar la llegada a Hongu bañándose en sus gloriosas aguas termales . El más famoso de los ‘onsen’ que abundan en las proximidades es Yunomine, el único del mundo, que uno sepa, declarado Patrimonio de la Humanidad. Su rincón más preciado es Tsuboyu, una pequeña bañera de roca natural cubierta por una sencilla estructura de madera en el centro del pueblo, donde uno puede bañarse en privado o en compañía de otra persona, aunque no gratis desde luego. La etiqueta japonesa impone lavarse concienzudamente antes de entrar en un ‘onsen’ , donde no se puede utilizar jabón ni champú, ni vestir prenda alguna.

A partir de Hongu, no había antiguamente más camino que el río, así que los peregrinos iniciaban aquí el descenso del Kumano hasta Shingu, en la desembocadura, donde se encuentra Hayatama, el segundo de los tres templos que componen el Kumano Sanzan . La ruta sigue la costa del Pacífico hacia el sur hasta Katsuura, un delicioso pueblo de pescadores donde se retoma el contacto con la civilización, el excelente pescado y marisco. La prueba es que los restaurantes de Katsuura están siempre abarrotados de peregrinos para celebrar, si bien anticipadamente, el éxito de su empeño.
Y es que aún queda llegar a Nachi, el último de los templos del Sanzan y, sin duda, el más espectacular. Está muy cerca de la costa, al pie de una cascada que cae a plomo desde más de cien metros de altura, recordando el velo de una novia. La belleza del lugar es indescriptible. Hay quien asegura que, en el espíritu del shinto primitivo , el templo original se construyó en honor de la cascada y su paradisíaco entorno, de la misma forma que se cree que toda la mística milenaria de Kumano proviene en origen de la adoración que los primitivos moradores sentían por el poderoso río.
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