Entrevista
Carme Artigas: «Intentar regular todo a priori cuando la tecnología está permanentemente avanzando es un sinsentido»
La Secretaria de Estado de Digitalización explica a ABC los pormenores del desarrollo de la aplicación Radar Covid y defiende la necesidad de «garantizar que los derechos que hemos conseguido como sociedad no los perdamos»

La pandemia ha visibilizado la importancia de la tecnología como catalizador del cambio industrial. El teletrabajo ha mantenido la actividad económica de muchas empresas ante las medidas de confinamiento. El tsunami digital que se ha iniciado hace unos años amenaza desde trabajos hasta otros aspectos ... socioculturales. De cara a establecer nuevas oportunidades, el Gobierno ha elevado a consulta pública la Carta de Derechos Digitales con la que, mediante la ayuda de expertos, busca crear un marco normativo y poner al ciudadano en el centro de las políticas públicas, adaptando derechos actuales al entorno virtual e incorporando nuevos derechos. La secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas (1968, Vilasar de Mar), explica sus pormenores en una entrevista para ABC en la que señala el difícil camino de desarrollar Radar Covid, la aplicación de rastreo de coronavirus.
Este martes se presentó la primera versión de la Carta de Derechos Digitales. ¿Qué pretende este documento?
Pretende iniciar una reflexión acerca de cuáles deben de ser los derechos que queremos preservar en nuestro entorno digital. La tecnología promete unos avances exponenciales. Implica una serie de cambios en la economía, la sociedad y en el propio ser humano. Es la primera vez que la tecnología permite pensar. Y, por lo tanto, estamos en una serie de ámbitos que no habíamos contemplado nunca. Nuestros derechos fundamentales ya los tenemos garantizados por la Constitución, pero hay que revisitarlos y volverlos a analizar en un entorno muy distinto y cambiante. Por primera vez tenemos que hacerlos las mismas preguntas claves «¿Qué somos como sociedad?», «¿Qué queremos ser?». Y eso va a definir de una manera muy distinta la evolución de la tecnología en ámbitos internacionales.
Como la Inteligencia Artificial…
La Inteligencia Artificial no se va a desarrollar de una manera uniforme. El modelo utilizado por Estados Unidos no tiene nada que ver con el de China. Y no va a ser el mismo que utilicemos en Europa porque somos sociedades distintas, con principios y valores diferentes. Es el momento de hacernos las preguntas correctas. Porque si no lo hacemos no podremos adaptar nuestro marco normativo y las leyes que rijan el entorno digital sin pararnos a pensar qué eran las cosas importantes. Las personas tienen que estar en el centro del desarrollo tecnológico. Toda revolución tecnológica termina proporcionando mejor calidad de vida y progreso económico y social. Entre medias, hay generaciones de transición, que están a caballo entre dos revoluciones, y muchas veces los beneficios y los costes no se reparten equitativamente. Ahora es el momento de sentar los cimientos para el futuro que queremos construir. De lanzar a la sociedad un debate sobre cuáles son los derechos del ciudadano en este mundo digital. Tenemos que garantizar que los derechos que hemos conseguido como sociedad no los perdamos.
Construir encima de lo adquirido, ¿no?
Hay cambios generacionales también sobre el concepto de intimidad y privacidad, que cambia mucho de mi generación a la de nuestros hijos que cuentan su vida en Facebook. Hay percepciones que cambian con el tiempo. Lo importante es que estamos impulsando una reflexión del entorno de la opinión pública, elaborado por expertos independientes, que llegan a unas conclusiones de cuáles son los derechos que queremos presevar en el mundo digital para no perder los que habíamos ganado en el mundo físico pero, además, cómo deben extenderse antes nuevos riesgos.
Pero el texto no tiene un carácter normativo directo.
Esta parte no. No ha sido fácil coordinar tantas mentes para producir un documento. Hay muchos países que lo han intentado y se han quedado en un alto nivel. Este texto de debe poner en valor el trabajo que hemos conseguido. El resultado del informe de los expertos es mucho más completo. Aborda una primera parte, que está en consulta pública, pero han trabajado temas como las políticas públicas o las garantías de los derechos y cómo se traslada a un entorno normativo y legal. No tiene sentido reclamar un derecho que luego no puedo garantizar.
¿De qué manera se pueden garantizar el ejercicio efectivo de derechos?
Esto tiene que venir después de habernos puesto de acuerdo en cuáles son los derechos que debemos preservar. Cuando lleguemos a un consenso haremos un análisis normativo de este encaje.
Todavía no está planteado.
Es parte del trabajo. Queríamos separar la Carta primero para que tuviera sustantividad en sí misma, tuviera el foco para la reflexión. Si entramos en diatribas legales eso queda muy alejado de la ciudadanía. Lo que queremos es que la declaración de derechos concite el mayor consenso posible. Luego podemos hacer, y los expertos ya han empezado, la adaptación de como encaja en el marco normativo. Muchas cosas ya existen. No vamos a crear nuevas leyes. Es cómo interpretas las mismas leyes en un nuevo entorno. Luego habrá cosas que, por supuesto, habrá que regular, pero quizás son directivas europeas. La regulación futura de la Inteligencia Artificial escala a un ámbito europeo. Lo que queremos es socializar este texto y tener un liderazgo en España para ir contando esto a nivel europeo. Estamos en contacto con grupos de trabajo como en Chile para introducir, por ejemplo, los neuro derechos. Hay un debate primitivo y España ha hecho un salto muy importante en un texto muy completo para liderar el debate del humanismo tecnológico.
En este debate, que se irán incorporando nuevas ideas, se tiende más hacia una autorregulación como si fuera el mercado publicitario. ¿Es necesario otras medidas?
Es la primera vez que los derechos no están para mermar o para controlar los gobiernos. También para proponer cosas, lanzar retos. El mundo tecnológico no es un entorno estático; es un entorno dinámico. La tecnología tiene unos tiempos que son distintos a los que tienen las legislaciones. Intentar regular todo a priori cuando la tecnología está permanentemente avanzando es un sinsentido. Si sobrerregulas, lo que estás haciendo es limitar la innovación. Y eso se ve muy claro en la Inteligencia Artificial. Hay cosas que podemos pensar: «Yo quiero tener derecho a auditar todos los algoritmos»; es que eso no es ni técnicamente posible. ¿Tengo que regularlo todo o solo aquello que es dañino? Porque si algo es beneficioso para ti y para mí no hace falta que lo regulemos. Estamos entrando en una nueva manera de conceptualizar esos derechos.
Europa se ha inclinado por una mayor regulación de las empresas tecnológicas. Ahora parece que Estados Unidos vuelve a abordar estas problemáticas a medida que han acumulado poder los gigantes estadounidenses. Los emprendedores se quejan de que en Europa se frena la innovación por esa excesiva regulación. ¿Está de acuerdo?
No, porque no ha sido así siempre. Europa fue líder en GSM y en 3G. Entonces, la regulación europea lo permitió mientras que los estadounidenses no podían llamar entre estados porque en los teleoperadores no había «roaming». La regulación no siempre frena la innovación. A veces sirve para ordenar, consensuar, consolidar estrategias y no se dispersen los recursos y crees un sector. Europa ha sido muy buena en hacer eso. Ahora las dinámicas son distintas porque son a escala global y Europa quiere recuperar el liderazgo en lo que ha sido siempre, que es en el sector industrial. No lo hicimos bien en la primera etapa de la revolución digital porque no estamos poniendo el foco donde debíamos, y ahora es el momento de repensar lo que llamamos la soberanía digital. La clave de la reconstrucción económica europea pasa por lo digital. Eso supone redefinir las estrategias industriales. Europa quiere tener su voz propia y no quiere estar a caballo entre unos u otros. Debe tener capacidad propia de desarrollar tecnología y preservar los datos en el espacio europeo. Los datos no son datos personales sino también los industriales.
Europa ha estado entre dos aguas, Estados Unidos y China.
Es la ambición de Europa de tener un rol, pero no un rol cualquiera. No copiar los modelos de otras sociedades. ¿Que esto tiene costes? Pues posiblemente tenga costes. Defender los derechos humanos tiene unos costes. Si el precio que tenemos que pagar es preservar los datos de los europeos es un valor.
¿Qué ha puesto de manifiesto esta pandemia desde el punto de vista de la digitalización?
El tema de los datos de los niños en el entorno digital es un tema que me preocupa especialmente, sobre todo, por lo que ha sucedido en la pandemia. La diferencia entre seguir o no la educación ha dependido de un ordenador y una conexión a internet. Y lo que ha puesto de relevancia son las brechas que tenemos. Queremos avanzar en el progreso tecnológico pero, a su vez, cerrar brechas. Hay 700.000 hogares en España que no tenían ordenador conectado a internet, con lo que sus hijos se estaban quedando fuera de la escolarización.
¿Cree que Radar Covid, la aplicación española de rastreo de Covid-19, ha sido un éxito?
Está siendo un éxito cada vez más. No lo doy por terminado hasta que acabe la campaña que tenemos prevista. Tiene 5,5 millones de descargas. Es un proyecto que tiene tres fases. La primera la esperamos con crees que fue desarrollar la tecnología con todas las complejidades que ello contiene. Fue un éxito. Va a salir un «paper» científico que ensalza a España en su iniciativa en La Gomera (Canarias). Faltaba la segunda y tercera curva. La segunda era la adopción de los ciudadanos, que ha sido paulatina y nuestro «target» es conseguir el 20%. La tercera gran curva era cómo sumamos al sistema sanitario del país esta adopción de tecnología. Y esto no ha sido tan inmediato. Por un lado porque tiene 17 autonomías y distintos sistemas sanitarios y, por otro, porque supone un cambio cultural: el circuito que habías diseñado de manera manual ahora le añades la tecnología. Esto ha costado un poco. No ha sido un tema ni tecnológico ni de voluntad; ha sido una dificultad, no técnica, porque la conexión al sistema nacional era una cuestión organizativa. Los cambios más importantes de la tecnología no son tecnológicos, son culturales. La tecnología la puedes implantar en dos días. Pero el cambio cultural que requiere esa organización para absorber esa innovación y sus beneficios eso tarda más. Lo que ha pasado es que con la crisis de la pandemia el sistema sanitario está saturado y les ha costado rodar el sistema. Ahora estoy satisfecha porque las dos últimas comunidades que nos faltaban, Madrid y Cataluña, se han sumado. Ha habido una gran capacidad de dar códigos en estas últimas tres semanas.
¿La gente ha respondido introduciendo esos códigos o por desconfianza no lo han hecho?
Tenemos 5,5 millones de descargas. Si eso es un 10% de la población, aproximadamente estamos en un 8% de códigos introducidos por PCR detectados. Es decir, se mantiene la proporción. No tenemos localizada a la gente. Ahora las comunidades sí están dando los códigos. Porque lo que ha pasado es que no daban los códigos porque era complejo para ellos manejar si lo daba el médico o lo daba el rastreador manual. Ahí han hecho bastantes prueba y error hasta encontrar el sistema óptimo. Lo que han conseguido las comunidades que funcionan mejor ha sido automatizar el proceso. Si te envío un SMS diciendo que tu PCR es positivo, en el mismo mensaje te pongo el código. Es como quien te da la tarjeta de crédito y el PIN en el sobre. El problema de la Sanidad no es saber si tienes Radar Covid; su problema es distribuir el código. Hemos demostrado que quien tiene la «app» entra el código.
¿Cuántas personas han introducido el código positivo?
A fecha de hoy, tenemos 17.000 códigos introducidos. Es decir, 17.000 personas han notificado su positivo. Esto no tiene sentido sin saber cuántos códigos han llegado a distribuir las comunidades porque eso no lo sé, han de decírmelo. Aunque parezca que esto ha ido lento, no ha ido lento. Cuatro meses para un desarrollo tecnológico de estas características es poquísimo. Y se ha hecho. Pero esto es un camino que empieza para seguir. Y, de hecho, una de las claves de la Agenda Digital es el macroproyecto de salud digital. Es importante que Radar Covid siga para, al menos, garantizar la movilidad de las empresas y sus trabajadores. Y muy importante: la movilidad transfronteriza. Hemos conseguido la interoperabilidad a nivel europeo. Hoy en día ya estamos recibiendo códigos de Alemania, Italia o de República Checa. Si un alemán viene de visita a España no hace falta que se descargue la «app»; la alemana será útil.
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