Vacunas internacionales de contrabando en clínicas clandestinas de China
ABC destapa una red internacional para la administración de vacunas occidentales, vetadas por el régimen por motivos propagandísticos
Ante un crematorio fantasma: China borra todo rastro de las muertes por Covid

«Íbamos a salir al extranjero y queríamos hacerlo con seguridad», explica Andy. Para él y su familia, esa seguridad la proporcionaba una jeringa imposible de conseguir. O no. Durante casi tres años la política de covid-cero convirtió a China en un territorio aislado ... del resto del mundo. En su interior, la vida proseguía ordinaria, al margen del virus y, por tanto, de la realidad, pero esta acostumbra a suponer un hecho innegable.
La estrategia intercambió sus fines sanitarios por los ideológicos cuando el Partido Comunista la elevó a prueba de superioridad de su modelo frente a las democracias liberales. Ante la aparición de nuevas variantes más contagiosas el régimen quedó atrapado en su propia narrativa, con las restricciones asfixiando a la población –de manera literal en trágicas ocasiones– hasta que las históricas protestas coincidieron con un rebrote para entonces fuera de control. Y así, de la noche a la mañana, la política de covid-cero, que había regido cada centímetro de la cotidianeidad, desapareció.
Nada ilustra mejor la primacía de la propaganda sobre la ciencia que el reiterado rechazo a administrar vacunas internacionales, pese a resultar más eficaces que las de producción patria. Tras interpretar la gestión de la pandemia desde una óptica competitiva, el Gobierno de Xi Jinping se negó a asumir la «derrota» que supondría aceptarlas. Entre blindar su imagen o la salud de sus ciudadanos, eligió la primera opción. Muchos de estos, resignados, buscaron amparo por su cuenta y riesgo. ABC ha informado desde Hong Kong cómo decenas de miles de chinos cruzan la frontera en pos de sueros occidentales. También hay otros arreglos, más sombríos.
Este medio ha tenido conocimiento directo sobre una red internacional para el contrabando de vacunas de Pfizer-BioNTech en China, y ha podido hablar con varios de los pacientes que recurrieron a ella para conseguir una dosis. Es el caso de Andy, protegido por un nombre falso, pues los responsables de dicha trama poseen toda su información personal y la de sus familiares.
En secreto
«Mientras nos preparábamos para salir de China, supe que varios amigos se habían infectado al viajar. Nosotros solo teníamos dos dosis chinas, y eso nos llevó a buscar la manera de encontrar vacunas internacionales», rememora. Las soluciones mayoritarias en el país, producidas por Sinovac y Sinopharm, son inactivadas; es decir: emplean el mecanismo tradicional de inocular un virus 'muerto' para inducir la respuesta inmunitaria. Las occidentales de Pfizer-BioNTech o Moderna, por contra, recurren al novedoso procedimiento del ARN mensajero, basado en la inserción de un fragmento del código genético del patógeno.
Estas últimas han manifestado una mayor solvencia a la hora de reducir la mortalidad y otros efectos. Un estudio publicado en diciembre en la revista académica 'The Lancet' a partir de los datos sanitarios de Singapur apuntaba que, en caso de infección, individuos con tres dosis de Sinovac o Sinopharm tendrían casi el doble de probabilidad de padecer síntomas graves que aquellos con sendas inyecciones de vacunas de ARN mensajero. Un porcentaje que cuantifica la preocupación de Andy.
La respuesta llegó en forma de número de teléfono. «Me pasaron el contacto de una doctora alemana afincada en Pekín, varios amigos se habían vacunado con ella». ABC ha podido corroborar su identidad. «Todo sonaba un poco raro, pero nos decidimos a hacerlo», continúa.
«Ella nos citó en un complejo residencial no muy lejos del centro. Caminamos un rato por el recinto hasta que dimos con una especie de edificio de oficinas. Allí estaba su clínica. Todo el proceso fue muy sospechoso». Entraron a una primera habitación, donde un individuo alemán les pidió que rellenaran un formulario del sistema de salud, también alemán, así como el desembolso del precio acordado: 2.300 yuanes por dosis (310 euros).

«Luego pasamos a una segunda habitación, un pequeño cuarto con un escritorio y una nevera. Allí estaba ella. No habló mucho, simplemente nos puso la inyección». De vuelta en la primera habitación, el hombre le proporcionó un contacto al que enviar el número de serie de la dosis inoculada, una copia de su pasaporte y un comprobante del pago. Tras hacerlo, Andy obtuvo de inmediato un certificado de vacunación oficial emitido por las autoridades alemanas, con el cual pudo viajar al extranjero cuando este documento todavía era obligatorio.
Alijo y enigma
Andy no volvió a pensar en ello hasta que, semanas después, un amigo le llamó. Este, que también se encontraba dispuesto a recibir una inyección, lo había consultado antes con su médico de cabecera en un hospital internacional de Pekín. ABC ha confirmado asimismo la identidad de este segundo doctor. «Le urgió a que no lo hiciera. Según le dijo, esta mujer había traído las vacunas a China en un vuelo comercial sin mantener la cadena de frío. Es más, hasta le contó que antes trabajaba en ese mismo hospital, pero había sido despedida».
«La verdad es que no me preocupé demasiado, pues ni yo ni nadie que yo conociera había sufrido una reacción adversa. Para entonces ya había salido de China y, a diferencia de la gente de mi entorno, no me había infectado. Pasó mucho tiempo hasta que contraje el virus, lo que quiere decir que la vacuna estaba funcionando», explica.
«Además, no le doy mucha credibilidad», tercia. «¿Cuántas dosis pudo haber traído dentro de un bolso en un avión? ¿Treinta? ¿Cuarenta? Conozco a decenas de personas que se vacunaron a través de ella». Andy tiene otra teoría. «Creo que era un programa de vacunación extraoficial puesto en marcha por el Gobierno alemán, que involucraba a varias empresas del país con presencia en China como Audi, Mercedes o BMW. Ella debió recibir algunos de los sueros sobrantes». Apoya esta hipótesis el hecho de que sus certificados, a los cuales ABC ha tenido acceso, parecen totalmente legales, lo que sugiere algún tipo de colaboración institucional desde Alemania.
Consultado por este medio, un portavoz de la embajada alemana en Pekín, sin embargo, ha negado tener vínculo alguno, ni siquiera conocimiento. «Ante la posibilidad de que haya algún médico u otras personas ofreciendo vacunas fuera del marco legal, como su pregunta sugiere, la embajada alemana ni lo recomendaría ni lo aprobaría», afirma.
Diplomacia sanitaria
El canciller Olaf Scholz realizó en noviembre del año pasado una visita oficial a China, adonde llegó acompañado de un séquito de empresarios entre los que estaba Ugur Sahin, fundador y director ejecutivo de BioNTech. El mandatario no logró desbloquear el acuerdo para la producción local de dicha vacuna por la farmacéutica china Fosun, alcanzado en diciembre de 2020 pero paralizado por orden del régimen. Tan solo logró arrancar de Xi una raquítica autorización para administrarla a los ciudadanos alemanes residentes en China.
«Desde el comienzo de la primera vacunación el 30 de diciembre de 2022, se han inoculado más de 400 dosis y más de 180 personas se han registrado», detalla la embajada. Y concluye: «La campaña de vacunación no empezó hasta que se alcanzó un acuerdo con las autoridades chinas».
«Creo que ella tenía buenas intenciones. Le sobraban algunas dosis y lo hacía como un favor». Preguntado por su opinión sobre la doctora después de todo lo sucedido, Andy no alberga rencor alguno. «Nunca le pedí explicaciones sobre los rumores. Si las vacunas hubieran estado en malas condiciones alguien hubiera experimentado efectos adversos, pero eso no ha ocurrido», zanja. La doctora, que ha abandonado el país, no ha respondido a los requerimientos de ABC. Aquella extraña clínica donde Andy se vacunó luce ahora vacía. Sus vecinos dicen no haberla visto desde hace meses.
Tampoco queda ni rastro de la política de covid-cero, cuyo desplome sin una preparación adecuada provocó un desastre sanitario con cientos de miles de muertos que el Gobierno chino trató de esconder. A mediados de febrero, no obstante, el régimen declaró la «victoria decisiva» sobre el virus, «un milagro en la historia humana (...) que demuestra cómo el Partido Comunista acertó con su estrategia». Hoy la vida continúa, segura y real, como si nada hubiera ocurrido.
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