Siluro: el nuevo superpredador que amenaza Doñana
Descubren por primera vez en el bajo Guadalquivir un ejemplar del pez invasor más grande de Europa

No es un pez normal, es una máquina de exterminio para los ríos. De hasta 2,5 metros de largo y 130 kilos de peso, los siluros depredan todo a su paso: otros peces, anfibios, pequeños mamíferos e incluso aves. «Pato que entra ... en el embalse de Iznájar (Córdoba), pato que se lo comen», cuenta el conservacionista Alejandro Ramos. Él fue parte del equipo que constató oficialmente hace una década la presencia del pez invasor en el Guadalquivir, tras haber devastado ya el Ebro, el Duero y parte del Tajo. «Ahora la población es bestial. Hay cientos, miles», relata. Los ejemplares parecían confinados en el pantano, pero hace unos días la captura de un ejemplar 200 kilómetros río abajo confirmó su expansión al último tramo del Guadalquivir. El peligro está a las puertas del Parque Nacional de Doñana.
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Originario de Europa oriental, el pez de agua dulce más grande de Europa es un predador nato. Agresivo, oportunista y voraz, puede vivir 25 años y poner unos 30.000 huevos en cada ciclo reproductor. Ha sido calificado como Especie Exótica Invasora (EEI) en España. Aquí se ha hecho más grande, gracias a la mayor temperatura del agua, y ha desarrollado un nuevo comportamiento, conocido como ‘beaching’, por el que es capaz de ‘saltar’ a la orilla para depredar aves terrestres . Como las palomas que, a la altura del Pilar de Zaragoza, son engullidas cuando osan acercarse a beber del cauce.

«Es muy probable que el siluro llegue a Doñana. En el Delta del Ebro está en todas partes, incluidos los arrozales con agua salobre», apunta Miguel Clavero , investigador de la Estación Biológica de Doñana. Los expertos coinciden en que, desde que apareció en Iznájar, era cuestión de tiempo que se extendiera por toda la cuenca, pero el nuevo hallazgo ha disparado las alarmas. Si se asienta en el bajo Guadalquivir, una zona de gran importancia biológica y además área de cría y engorde de muchas especies comerciales, puede ser una tragedia.
El entorno de las marismas del Guadalquivir es la zona más sensible, donde se encuentran las muy escasas poblaciones que quedan de cercetas pardillas, malvasías, porrones pardos o fochas cornudas, todas ellas aves en peligro de extinción. La expansión del siluro también podría echar por tierra todo el trabajo hecho para salvar la anguila europea, aún en peligro crítico, pese a una moratoria sobre la pesca de angula extendida a lo largo de 10 años.
«La variedad de impactos puede ser gigantesca. El siluro necesita mucha comida», dice Clavero, que también apunta al peligro que correrán otros peces que solo se encuentran aquí, como el salinete, la colmilleja o la boga. En este tramo del río, además, crecen buena parte de los boquerones, sardinas, lubinas, corvinas y lenguados que después se pescan en el Golfo de Cádiz. Y el siluro consume diariamente un 2% de su biomasa. Es decir, un ejemplar no tan raro de 2 metros y 100 kilos consumirá 2 kilos al día de lo que encuentre. «Come lo que haya. Si hay cangrejos, 2 kilos de cangrejo», explica Carlos Fernández-Delgado, catedrático de Zoología de la Universidad de Córdoba.
Petición a la Junta
La semana pasada, tras encontrar el ejemplar pasada la presa de Alcalá del Río (Sevilla), los integrantes del grupo de trabajo sobre agua del Consejo de Participación del Espacio Natural Doñana, incluida la Estación Biológica, decidieron elevar al Pleno del Consejo de Doñana una petición para que la Junta aplique de forma urgente medidas de erradicación y control de la especie, según Ecologistas en Acción.
«Ahora no se sabe qué está pasando», cuenta Fernández-Delgado, que dirige el grupo de investigación Aphanius, dedicado al estudio de peces ibéricos. Su equipo ya está preparando un análisis para la Consejería andaluza de Agricultura. El ejemplar encontrado podría ser solo una avanzadilla aunque, en su opinión, es bastante probable que haya ya una población reproductora en el tramo final del Guadalquivir. Y, una vez asentada, erradicarla de un espacio abierto como el río es prácticamente imposible.
De hecho, el presidente de la Asociación Conservación Piscícola y Ecosistemas Acuáticos del Sur (Acpes), Alejandro Ramos, no ve solución posible. «Lo que aparece es solo la punta del iceberg», cuenta. Los avisos, las fotos y los vídeos de la presencia de este pez en el río corren de móvil en móvil pese a que su pesca está prohibida. Porque si el siluro ha llegado a España ha sido por la mano del hombre. Es una especie muy atractiva para la pesca. «Este pez no coloniza solo. Lo trasladan los pescadores», asegura Ramos. Así fue como llegó por primera vez a la Península, de la mano de pescadores alemanes en 1974 , cuando los arrojaron al embalse de Mequinenza, en Zaragoza, con fines recreativos. Por eso, piden los tres expertos, no solo es necesario tomar medidas drásticas para frenar su expansión, sino también crear una fuerte concienciación.
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