Cien años del eterno Karol Wojtyla, el «Papa del mundo» y «hombre del milenio»

Aquel cardenal «desconocido» que en 1978 rompió la tradición de casi medio milenio de Papas italianos contribuiría decisivamente a derribar el comunismo y se convertiría en el primer «Papa del mundo»: referente moral para todas las religiones y casi todos los líderes del planeta, como se pudo ver en la asistencia masiva a su funeral.

Desde hace dos siglos, el ritmo de la historia se acelera. Juan Pablo II contribuyó a ese fenómeno rejuveneciendo desde dentro la Iglesia católica, viajando sin cesar a todos los continentes y dinamizando para bien las relaciones internacionales.

En toda actividad de gobierno se dan aciertos y errores. San Juan Pablo II corrigió muchos de sus 263 predecesores revisando la condena de Galileo o pidiendo perdón en el año 2000 por los pecados de la Iglesia .

En cambio, fue lento en afrontar el abuso sexual de menores por parte de sacerdotes, y se dejó engañar por delincuentes como Marcial Maciel o Theodore McCarrick. La canonización no confirma ausencia de errores en la vida, sino un esfuerzo heroico por evitarlos o por corregirlos.

Un Papa es, ante todo, un líder espiritual, y Karol Wojtyla llevaba dentro, desde su época universitaria, una llama interior cuya fuerza se notaba en diálogos personales o en encuentros masivos de fieles como los tres millones de la Jornada Mundial de la Juventud del año 2000 en Roma o los cinco millones de la misa de 1995 en Manila.

Como capellán de universitarios de Cracovia, aquel joven sacerdote atraía por su capacidad de escuchar, su amor a la literatura, su profundidad psic ológica y su capacidad para las actividades clandestinas. Disfrazaba como excursiones a montañas y lagos jornadas de espiritualidad para chicos y chicas que siguieron unidos a él toda su vida.

Más tarde, como obispo en un país comunista, destacaría por su prudencia para evitar enfrentamientos que «justificasen» la violencia gubernamental. Pero también por su coraje para organizar una resistencia cultural fuerte y visible.

Juan Pablo II llevaba todo ese bagaje en sus maletas cuando se asomó por primera vez al balcón de la basílica de San Pedro y se ganó, con muy pocas palabras, el corazón de los italianos y del mundo entero, sorprendido por la imagen de un Papa joven y sonriente.

El 13 de mayo de 1981, las balas de un pistolero turco estuvieron a punto de matarle en la plaza de San Pedro. Ali Agca, asesino a sueldo, logró arrancarle parte de la salud , pero no la fuerza interior, y Juan Pablo II mantuvo su tremendo empuje desbaratando un «record» tras otro hasta aquel último anochecer del 2 de abril de 2005.

Con 26 años y medio, su pontificado fue el tercero más largo de la historia. Pero en intensidad y logros, sin duda el primero. A los dos meses consiguió evitar una guerra entre Argentina y Chile. Al año siguiente viajaba a su Polonia natal cuanto todavía era un país comunista. Abierta aquella primera brecha, continuaría visitando su país y apoyando a Lech Walensa hasta lograr la caída del comunismo en Polonia y contribuir a derribar el «telón de acero»” que dividía a Europa. Después viajaría a países del antiguo Pacto de Varsovia, empezando por Rumanía en 1999, y de la desaparecida Unión Soviética, empezando por Ucrania en 2001.

Fue el primer Papa que visitó una sinagoga, la de Roma, y una mezquita, la de Damasco. Y que se reunía frecuentemente con responsables de otras religiones. En 1986 presidio en Asís -la ciudad símbolo de la paz- el primer encuentro de plegaria de líderes de todas las grandes religiones, una cita que repetirían él mismo en 2002, Benedicto XVI en 2011 y Francisco en 2016 . Pontífice significa «constructor de puentes». Juan Pablo II los construía entre países pero también entre religiones.