Historia
Los trenes mineros que perdió Sevilla
Desde finales del XIX, la provincia contó con una decena de líneas de ferrocarriles que se fundaron en torno al sector de la minería y algunas perduraron hasta mediados del siglo XX

Desde finales del XIX y hasta el pasado siglo XX, Sevilla se convirtió en una de las provincias españolas donde más líneas de ferrocarriles mineros confluyeron. Eran otros tiempos y este sistema de movilidad no estaba tan enfocado hacia el tránsito de viajeros, como ocurre ... hoy día.
Echando la vista atrás, se puede considerar que la relación de Sevilla con el ferrocarril empieza en el año 1840. A partir de esta fecha, los trenes vivirían su época dorada siendo la minería el sector más proclive para su desarrollo, destacando varias líneas de ferrocarriles cuyos trazados cruzaban varios pueblos sevillanos e incluso varias provincias andaluzas.
Hoy día, apenas queda el recuerdo de lo que fueron esos trenes mineros. Para rescatar su memoria, en la provincia se fundó hace años la Asociación Sevillana Amigos del Ferrocarril (ASAF) y también se crearon varias web especializadas en ferrocarriles españoles, como www.spanishrailway.com
Minas de Cala a San Juan
Hace unos meses trascendió el derribo de la estación de La Rigüela en Guillena, que formaba parte del trazado del ferrocarril de Minas de Cala y que unía desde 1905 la sierra onubense con el Guadalquivir llegando hasta San Juan de Aznalfarache. Surgió de la necesidad de la compañía que explotaba las minas por embarcar el material extraído de las minas, la magnetita, en el puerto de Sevilla y no en el de Huelva.
Esta compañía no sólo se encargó de construir el trazado de 96 kilómetros entre estos dos pueblos, sino que también levantó un embarcadero de minerales en la margen izquierda del río ya en San Juan.
El ferrocarril de Minas de Cala unía desde 1905 la sierra onubense con el río Guadalquivir llegando hasta San Juan
Este ferrocarril contaba además de vagones de pasajeros que estuvieron operativos hasta la década de los años treinta del siglo pasado, mientras que el servicio de mercancías funcionó hasta veinte años después. Discurría por la margen izquierda de la Rivera del Hierro, la Rivera de Huelva para llegar a Guillena, Santiponce y Camas para, desde allí, alcanzar el embarcadero de San Juan. Tuvo dos ramales, uno entre Zufre y Santa Olalla, de 13 kilómetros, y otro entre las localidades sevillanas de El Castillo de Las Guardas y El Ronquillo. El último tramo de la línea, entre Gergal y Camas, se clausuró en 1960.

Minas de Peñaflor
Las 160 hectáreas de las minas de Santa Justa, la Giralda y Las Mercedes en La Puebla de los Infantes fueron explotadas por la sociedad Valenciano-Andaluza de Altos Hornos y Minas de Peñaflor, que se encargó de la construcción, en 1888, de una línea de tren.
Años más tarde, incrementaría sus propiedades mineras con el hierro y cobre de las minas de Conchita, Elvira, San Antonio, Nuestra Señora de las Huertas, Enriqueta, San Baldomero y Baldomerito, que sumaban 367 hectáreas en total, a la vez que registró diversas minas con mineral de plomo y plomo argentífero.
Para acceder desde las minas al ferrocarril se estableció un tranvía aéreo de unos ocho kilómetros hasta la estación de Peñaflor. Por sus vías se transportaban mil toneladas de material al día. La producción de mineral de hierro se potenció en La Puebla de los Infantes a partir de 1908.
Minas de El Pedroso
La compañía de Minas y Fábricas El Pedroso fue la propietaria de las Minas de Cerro del Hierro desde 1872, si bien no contó con un adecuado abastecimiento de carbón con que alimentar los hornos de su fundición, al ser su transporte poco competitivo, por lo que encareció la producción siderúrgica de la compañía, hasta el punto de llegar a paralizar la producción de su fábrica en 1895.
Pero fue a finales del siglo XIX cuando la sociedad Ibarra e hijos obtuvo una concesión para construir un ferrocarril de ancho de vía escocés entre el Cerro del Hierro y Cantillana. Pocos años más tarde concluiría el ramal entre Cazalla-Constantina-Cerro del Hierro donde enlazaba a su vez con la línea Mérida a Sevilla con el propósito de transportar el hierro obtenido hasta el puerto de la capital, si bien los primeros quince kilómetros no se pondrían en servicio hasta 1907.
En 1888 se encargó la construcción de una línea de tren desde las minas de La Puebla de los Infantes hasta Peñaflor
Su actividad fue tan intensa que durante años llegó a tener cuatro trenes diarios a Sevilla. Si bien obtuvo autorización para prestar servicios de viajeros y mercancías, solamente se empleó para el transporte del material de las minas.
Minas de Aznalcóllar
En 1889, fue la compañía gaditana de Minas La Caridad la que constituyó y obtuvo una concesión para construir un ferrocarril que llevase el material extraído de las minas de Aznalcóllar hasta el muelle de Los Gordales, en San Juan de Aznalfarache. Se trataba de un servicio particular de uso público para viajeros y mercancías.
El primer tramo, de 29 kilómetros, entre la mina y la estación de Camas, desde donde se transportaba a vagones de vía ancha hasta San Juan, empezó a funcionar en 1906 y contaba con cinco estaciones. El tren tenía dos coches largos de 12 metros y con pasillo central y balconcillo para los viajeros y furgones de correo.

El tren de los panaderos
No relacionado con la minería, Sevilla también perdió hace medio siglo el tren que hacía la ruta desde Alcalá de Guadaíra a la capital. Con este nombre se conocía la línea que empezó a funcionar en 1873 y que conectaba Carmona, Alcalá y Sevilla, por ser el medio de transporte en el que los panaderos alcalareños acudían a la capital para surtirla de pan.
La mala situación económica de la compañía llevaría en 1930 a la intervención del Estado. Luego, la aparición del automóvil haría el resto. El tramo entre Alcalá y Carmona sobrevivió hasta 1965 si bien diez años más tarde se cerró de manera definitiva esta línea.
El tren de las Marismas
El ferrocarril de Las Marismas, en La Puebla del Río, es un perfecto desconocido, pese a que su extensión de 54 kilómetros. El negocio del arroz propició su creación en 1926 por una sociedad de capital británico, suizo y español, que compró 25.000 hectáreas de terrenos para desecar las marismas del río creando pequeños poblados a los que dotó de carreteras, tendido eléctrico, teléfono y el citado ferrocarril. Pero un desequilibrio entre gastos e ingresos hizo que se abandonara el proyecto una década después.
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