EN CUARENTENA
Rafael
Con el simple movimiento de sus pupilas, su protestación de fe es un gigantesco ejemplo de amor y de compromiso con la vida por más pesada que sea la cruz que ahora debe cargar

A unos metros de los Baños de la Reina Mora, en la capilla del Dulce Nombre, se puede ver con las manos. La Vera-Cruz guía a los invidentes para que contemplen al Crucificado palpándolo lentamente. A la misma hora, en una bocacalle de Afán ... de Ribera, Antonia, anciana y ahora ya impedida, camina con el olfato. Cinco flores de la Virgen de los Dolores perfuman su dormitorio transportándola a los pies del palio para seguir los pasos de la Madre del Cerro, como tantos otros años. Seguirá haciéndolo, aunque de otro modo. Los prodigios y paradojas de Sevilla, donde el Cristo de la Expiración en realidad inspira, no tienen fin. Se mira con los dedos. Se anda con la nariz. Y se habla con los ojos. Hasta se da un pregón con el iris. En un canto inconmensurable a la fraternidad y a la esperanza, lo ha hecho hace unos días Rafael Castejón. Con el simple movimiento de sus pupilas, su protestación de fe es un gigantesco ejemplo de amor y de compromiso con la vida por más pesada que sea la cruz que ahora debe cargar.
Hermano antiguo de San Roque, hace dos años y medio le detectaron una enfermedad degenerativa que ha terminado postrándole definitivamente. El seísmo de la ELA ha anulado la movilidad de todo su cuerpo y le impide tanto ingerir alimentos, algo que hace mediante un orificio directo al estómago, como respirar, función vital que ejecuta una máquina llenando sus pulmones. Tampoco puede hablar y su única manera de comunicarse es un dispositivo conectado a una tableta que genera voz o escritura con el movimiento ocular. Así ha escrito el pregón de la peña Al Relente, que leyó su cirineo, Moisés, mientras él, a través de una pantalla, daba las gracias en un mensaje final y reclamaba, exigía, al emocionado auditorio que disfrute del regalo colosal de la mera existencia. «Vivid cada día. Sed felices. Y acercaos a Dios como yo he intentado acercároslo con mis palabras». Su mirada lo grita en cada momento a pesar del duro camino al Calvario. Lejos de la rabia o el resentimiento, todo en su universo es gratitud. Los 55 años que va a cumplir en unas semanas. La sonrisa de su hijo, Gabriel, que llena de orgullo a su padre siendo ya un hombre. La compañía de su ángel, Maricarmen, sin cuyo aliento dolerían mucho más las espinas de la corona. Su legión de amigos. Cada primavera disfrutada. Cada Domingo de Ramos con el cirio rojo junto al Señor de las Penas. Cada latido. Cada atardecer. Cada Viernes de Dolores como éste, de expectación y alegría. Cada palabra. Cada instante, que vale toda una vida si se completa con la dignidad que lo hace Rafael. Siempre de frente. Su pasión es el espejo en el que mirarnos esta Semana Santa para apreciar lo que de verdad importa.
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