El barrio de Santa Cruz de Sevilla se queda casi sin vecinos, sin comercio y sin niños
Sin supermercados, sólo hay una tienda de desavíos, un quiosco y una panadería; el comercio es sólo de souvenirs
Sevilla bate su propio récord turístico de viajeros y pernoctaciones en el primer semestre de 2023
Aunque no se lo crean, quedan algunos vecinos en Santa Cruz. Son cada vez menos pero haberlos, haylos. Los cálculos de la asociación de vecinos estiman que de cada diez casas, seis son turísticas en el barrio. Y María José Rey, la presidenta de la ... asociación, tiene otro cálculo que da una idea de cómo está la situación. Tiene localizadas a 600 familias que viven en el barrio y a las que escribe cada vez que tiene que comunicarles algo.
Eso no significa que solo haya esos vecinos pero es una muestra que se complementa con algunos datos de la escolarización del próximo curso. En el colegio público San Isidoro sólo hubo 10 solicitudes para 25 plazas. El centro diocesano del mismo nombre, el concertado de la calle Mateos Gago, recibió 11. Su directora, Almudena Abaurrea, corrobora a ABC que están notando desde hace tiempo esa falta de niños y que se debe a la turistificación pero también a la peatonalización. «Esto se ha convertido en un parque temático», explica Abaurrea, también vecina del barrio desde hace años y que cree que el Centro está «perdiendo su identidad».
Uno de los síntomas de que cada vez son menos los vecinos en el entorno de Mateos Gago, la calle Rodrigo Caro, Santa Teresa, Santa María la Blanca y todo el entramado de calles que forman la judería es que apenas hay comercios para cubrir las necesidades de los habitantes del barrio. «Son casi todo tiendas de souvenirs, bares y restaurantes. Ya no puedes comprar en el barrio», explica María José Rey.

El problema es el ruido: el del vidrio, guías y cantaores«
María José Rey
Pdta de asociación de vecinos
Es la pescadilla que se muerde la cola. No hay tiendas porque no se vende mucho y no se vende porque tampoco hay comercio más allá del que ofrece los productos typical spanish. Uno de esos indicios de que el barrio se está quedando vacío es que no hay supermercados.
Antonio Manuel Alonso es el propietario de la única tienda de ultramarinos que queda en la zona, el único que ha resistido y sigue ahí. En la calle Rodrigo Caro, a unos pasos de la Giralda, se ubica Ultramarinos Caliche, cuyo propietario (desde hace veinte años) presume de que la suya es probablemente la más antigua de este tipo de Andalucía.
Es uno de los negocios que está siendo víctima de la gentrificación de la zona y la desaparición de los residentes habituales y que ha ido viendo cómo las ventas han ido bajando cada vez más. «Ahora se vende el 50 por ciento de lo que se vendía en 2008 o en 2010. Nos hemos quedado para desavíos», explica este comerciante. Porque, como recalca, no es lo mismo el melocotón que se lleva el turista que el kilo que se llevaban los vecinos cuando acudían a hacer la compra para la casa.
De hecho en los edificios que hay frente a su establecimiento apenas quedan unos pocos residentes. El resto son apartamentos o viviendas turísticas. Como ocurre en la mayoría de las calles.

«El turista compra un melocotón, el vecino un kilo»
Antonio Alonso
Ultramarinos Caliche
A sólo unos metros de esa vieja tienda de alimentación se sitúa el quiosco de prensa de Antonio Sánchez, que es también el único que queda del gremio. En la calle Mateos Gago está desde hace treinta años y ha sido testigo de la transformación del barrio. De cómo muchos vecinos se han ido muriendo y después sus hijos han vendido las casas o cómo otros se han marchado porque no les resultaba cómodo seguir viviendo allí.
Y ofrece un dato curioso: cuando él llegó a la calle Mateos Gago había unos cinco bares. Ahora son cerca de veinte los que se sitúan sólo en esa misma calle.
Ahora, según dice, vende un veinte por ciento de lo que se vendía antes. Y eso que tiene prensa internacional. En su establecimiento se pueden encontrar ejemplares del New York Times, Le Monde, Financial Times o el Frankfurter Allgemeine Zeitung. De hecho, mientras habla con ABC entran varios turistas a los que tiene que responder en su idioma. «Me defiendo con el inglés», explica.
En una de las dos farmacias que hay en el barrio también están sintiendo la transformación de la zona. Emilia Mesa, de la farmacia La Giralda, también en la calle Mateos Gago, y vecina desde hace muchos años es consciente de que muchos residentes se han ido «por las incomodidades» del acceso en el barrio y porque «cada vez hay menos servicios».
Mesa, en cuyo establecimiento no paran de entrar turistas mientras habla con ABC, es testigo de cómo cada año se van despidiendo vecinos mientras siguen proliferando los apartamentos turísticos. «Es muy incómodo vivir aquí porque no hay supermercados, tienes que descargar las cosas rápidamente, apenas hay parking y una plaza de garaje puede costar 70.000 euros», dice esta farmacéutica.

«Vendo un 20% de antes. Tengo el New York Times, Le Monde...»
Antonio Sánchez
Quiosquero
Pero en su establecimiento siguen vendiendo, aunque sean otros productos. Suelen administrar determinados medicamentos para los síntomas que sufren los viajeros, como fármacos contra la diarrea y también surten de medicamentos a los trabajadores de los bares y establecimientos de la zona o la gente de paso.
Frente a esa decadencia de servicios no sólo proliferan apartamentos turísticos sino también los bares. Uno de los más emblemáticos de la zona y todo un clásico es Las Columnas, en la misma calle Mateos Gago donde sus camareros son conscientes de que la gran mayoría del público que entra en su local es de fuera. «Viene poca gente del barrio», admite José Moreno, uno de los empleados de este establecimiento que señala que, en el caso de ese local, el público llega por el reclamo del nombre que tienen.
La pringá es la tapa estrella y los precios no los han subido mucho para lo que se ve por otros establecimientos de la zona. De momento siguen cobrando la cerveza a 1,50 euros. Ese es uno de los numerosos locales que proliferan por Santa Cruz y que centran algunas de las críticas de los residentes.

«Vendemos a turistas y a trabajadores del barrio. Aquí es incómodo vivir»
Emilia Mesa
Farmacéutica
De hecho el principal problema que tiene el barrio es, según coinciden muchos, el ruido. Unos ruidos que sufren los que tienen uno de esos locales en la puerta. Y que se añade a otros como «los cantaores con guitarra» que rondan por la zona. «Tenemos también los grupos de teatro, la furgoneta del vidrio, el camión que reparte la cerveza y algunos guías turísticos que no llevan audífonos y gritan», dice María José Rey desde la sede de su asociación, un local en la calle Santa Teresa que en unos meses dejarán para trasladarse a uno de los quioscos de los Jardines de Murillo.
La presidenta de la asociación también recuerda que los vecinos tampoco tienen parking por lo que pide que no se desmonte el del Torre de la Plata. Al nuevo alcalde le piden que deje entrar los taxis por Mateos Gago y que se cumplan las ordenanzas para que el tráfico esté ordenado y quepan vecinos y turistas.
«Se ha fomentado demasiado el turismo y esto ha tenido un alto coste», dice otra vecina. «Queremos una solución», dicen ante el temor de que el Centro de Sevilla acabe como el de otras grandes ciudades, pero sin ordenar.
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