La factura que pagó Sevilla por proyectos que nunca llegó a ver: 300 millones de euros
El canal Sevilla-Bonanza, la biblioteca de Zaha Hadid o el edificio de Rafael Moneo en el Prado de San Sebastián, el primer proyecto del Metro o el túnel de la SE-40 son algunos ejemplos de infraestructuras que quedaron enterradas tras una fuerte inversión
El millonario recibo del sobrecoste que dejaron las Setas de la Encarnación, el puente del Alamillo y el metro de Sevilla
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La decisión del Gobierno de enterrar (¿para siempre?) los túneles de la SE-40 para cruzar el río Guadalquivir entre Coria del Río y Dos Hermanas no ha pillado por sorpresa a los sevillanos. Aunque las obras para cerrar el arco sur de ... esta ronda de circunvalación se adjudicaron, se iniciaron y ya estaban al 15 por ciento de su ejecución, quedaron en barbecho en 2012. La historia se repite, porque el paso subterráneo por el cauce del río ha pasado a engrosar una lista de despropósitos en la historia de las infraestructuras de Sevilla, en la que se engloban aquellos proyectos que nunca se llegaron a ver pero por los que la ciudad tuvo que pagar una factura.
El túnel de la SE-40 se suma, de esta manera, a proyectos tan emblemáticos como infructuosos. El canal Sevilla-Bonanza, el primer proyecto del Metro, allá por 1968, la biblioteca que la Universidad de Sevilla le encargó a la prestigiosa arquitecta Zaha Hadid para el Prado de San Sebastián, donde también se iba a levantar un edificio de Rafael Moneo, el Auditorio del Higuerón o el barrio de los arquitectos estrellas en los terrenos de la antigua fábrica de Cruzcampo, son sólo algunos ejemplos de la Sevilla que pudo ser y no fue, aunque se pagara por ello. La factura supera los 280 millones.
La ciudad, desde sus dirigentes hasta la sociedad civil, pasando por sus arquitectos, ingenieros y empresarios, preferían que el paso del río Guadalquivir para cerrar el arco sur de la ronda de circunvalación fuera bajo tierra. Pero el Gobierno ha decidido, por una mera cuestión económica, enterrar este proyecto y enterrar los más de 136 millones que ya se habían invertido en él. En concreto, la tuneladora comprada para hacer los túneles costó 42 millones de euros (IVA incluido); el mantenimiento de esta máquina única suponía 1,2 millones de euros al año (así se permaneció durante once años hasta que fue vendida para chatarra); la redacción del proyecto supuso un millón; y las obras ya realizadas hasta ocho millones.
A esto habría que añadir las indemnizaciones a las empresas adjudicatarias: la UTE integrada por OHL, Azvi y Sando, en el caso del túnel Norte, y la formada por Aldesa Construcciones, Copisa y Buresa Construcción, en el caso del túnel Sur. Este daño aún no ha trascendido. Aunque el lucro cesante podría superar los 13 millones. Y no es todo.
Pero esta lista 'negra' podría tener su punto de partida hace casi un siglo con la Basílica de la Inmaculada Milagrosa que soñó Aníbal González. Pero se quedó en eso, en un sueño, en los planos y en los pilares construidos, que desde 2003 sirven para albergar un restaurante, paradójicamente llamado «La basílica» en la avenida de la Buhaira. Aníbal González, en los terrenos cedidos por la marquesa de Tarifa a los jesuitas en la Huerta del Rey de la capital, ideó una iglesia neogótica de dimensiones extraordinarias: una fachada de 45 metros de altura con dos torres de 100 metros de alto, un metro y medio más que la Giralda; una gran plaza exterior de 120 metros de diámetro; diez mil metros cuadrados en su interior. A la muerte del genio sevillano, los planos cayeron en el olvido, como la financiación.

El Guadalquivir se ha erigido en protagonista esta semana con el puente de la SE-40, pero también lo fue hace casi sesenta años con un proyecto de similar relevancia: el Canal Sevilla-Bonanza. El 16 de diciembre de 1964 se publicaba en el Boletín Oficial del Estado la Ley para la creación del canal de navegación Sevilla-Bonanza, con el que se intentaba paliar los problemas de navegabilidad del río y activar la industrialización del Bajo Guadalquivir.
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En 1953 el Ministerio de Obras Públicas encomendó al puerto la redacción de un proyecto de mejora de la vía marítima, cuyo anteproyecto se aprobó en 1954. Su autor fue el ingeniero José Eulogio Prieto Moresi. El objetivo era hacer un canal de 68 kilómetros entre Sevilla y Sanlúcar de Barrameda que disminuyera el recorrido entre el puerto y el mar, evitara la servidumbre de las mareas, y permitiera el paso de buques de hasta 24.000 toneladas. El canal tendría una anchura de 120 metros en la superficie y 90 en la base, con una profundidad de diez metros y contaría con dos malecones exteriores y paralelos como protección ante posibles inundaciones.
Su presupuesto se fijó en 2.700 millones de las pesetas de entonces, de los que unos 500 se destinarían a la construcción de una serie de esclusas necesarias. El frustrado proyecto se adjudicó a Dragados en 1968, pero el Ministerio de Obras Pública se echó atrás. Se le dio carpetazo en 1973. Sólo se ejecutó un pequeño tramo de dos kilómetros en la zona conocida como dársena del Cuarto, que se terminó a principios de los años setenta. En compensación se construyó de la autopista Sevilla-Cádiz. El dinero que se perdió por las obras de la primera fase, las cortas de la Isleta y los Olivillos, fue 1.760 millones de pesetas (10,58 millones de euros, equivalentes a 246,98 millones en la actualidad).
En 1995 los sevillanos ya podrían utilizar sus tres líneas de metro. Eso era el objetivo del Plan de Red Metropolitana aprobado por el Ayuntamiento en 1968. Sin embargo, los sevillanos, en 2024, siguen viajando en una sola línea de metro. Y tendrán que seguir esperando para poder montarse en la segunda, que será la línea 3, algunos años más. En febrero de 1971 se adjudicó el estudio para la elaboración del anteproyecto, que finalizó en septiembre de 1972. Comenzaba a variar el proyecto: una red de 27,1 kilómetros y 36 estaciones.
En abril de 1975 se aprobó en las Cortes la Ley del Metro, que recogía que el coste de la infraestructura correría a cargo del Estado y la gestión sería del Ayuntamiento. El 18 de abril, viernes de feria, el alcalde y los directores generales de Transportes Terrestres y de Obras Públicas anunciaban solemnemente en el Hotel Alfonso XIII que la línea 1 del Metro de Sevilla comenzaría a funcionar en 1980.
Arrancó la construcción del primer tramo de la línea 1, entre La Plata y la Gran Plaza. Pero la historia ya se conoce. Las administraciones, las que mandaban, dijeron que no era rentable, al tiempo que se apuntan «los peligros del proyecto para una ciudad monumental como Sevilla».
El Prado maldito
En 1984 se paralizan provisionalmente unas obras en las que se habían invertido 5.000 millones de pesetas de la época, 30 millones de euros, con 3.600 metros de túnel excavados y seis estaciones construidas. Ni riesgos ni falta de rentabilidad, se orilló porque Sevilla había sido escogida para acoger la Exposición Universal de 1992.

Quizás sean los proyectos más emblemáticos pero no los únicos que se perdieron, como se perdió el dinero invertido. El Prado de San Sebastián es el epicentro de dos de ellos. Está maldito.
Siendo Soledad Becerril alcaldesa de Sevilla presentó, junto al arquitecto Rafael Moneo (autor de la terminal del aeropuerto y el edificio de oficinas de Previsión Española), un edificio para los servicios municipales en el solar del Prado: cuatro plantas en paralelo a la avenida de Carlos V con remate curvo en la esquina que da a la Audiencia Provincial y con una factura de 30 millones de euros. El cambio municipal en mayo de 1999 cuando los andalucistas rompieron con el PP para darle la Alcaldía al socialista Sánchez Monteseirín llevaron al fracaso esta idea. Moneo cobró 1,44 millones por el proyecto, pero renunció a reclamar indemnización.
En 2008 empezaron las obras de la biblioteca que proyectó Zaha Hadid, premio Pritzker, en el parque del Prado de San Sebastián, para la Universidad de Sevilla. Su proyecto estrella. Pero los vecinos se levantaron en contra del que estaba llamado a convertirse en emblema de la Hispalense. El litigio llegó al Supremo. Las obras se declararon ilegales y hubo que demoler lo construido.
Ni el intento de la universidad para aprovechar lo levantado o el aparcamiento subterráneo prosperó. La Justicia fue firme y el Prado debía recuperar su silueta original. En agosto de 2012 las excavadores comenzaron la demolición. Y el sueño de la Hispalense y la arquitecta iraní se esfumaba para siempre. Por el camino se esfumaron también más de nueve millones (9,2 millones en concreto).
La Encarnación ¿15 ó 120 millones?
Una cifra similar tuvo que pagar el Ayuntamiento de Sevilla por el proyecto del arquitecto José Antonio Carbajal y la Gerencia de Urbanismo del PA para la plaza de la Encarnación antes de que la conquistaran las famosas setas de Mayer. El autor del seminario metropolitano en la esquina de la Palmera con Bueno Monreal había diseñado una plaza pública con el mercado en piso bajo y aprovechamiento de los restos arqueológicos que andaba por los 15 millones de euros. El Metropol Parasol del PSOE costó un centenar de millones, aunque la factura se eleva a 120 (sentencias, canon a Sacyr, etc.). En 2004, el Ayuntamiento resolvió que liquidaba dicho proyecto y se vio obligado a abonar esos nueve millones a la UTE formada por Martín Casillas y Ficoán.
Algo menos, tres millones, fue lo que le costó a la Administración local la torre cilíndrica en Plaza de Armas, obra de los arquitectos Antonio González Cordón y Víctor Pérez Escolano presentada en 1990. El Plan General de Ordenación Urbana no permitía edificios con más de seis plantas de altura en el Casco Histórico y dicho proyecto tendría nueve y 30 metros de altura. Sin embargo, el Ayuntamiento y la Comisión de Patrimonio de la Junta, con poder socialista entonces, dieron su plácet. Y la guinda a la gestión llegó en plena Feria de Abril: Urbanismo dio la licencia de obras.
En las elecciones de 1991 la Alcaldía llegó al PP y PA, por lo que el proyecto se dio por finiquitado. El espacio de la torre se cubrió de mármol. El Ayuntamiento se quedó con la parcela donde hoy se levanta el Mercadona a cambio de concesiones a Renfe valoradas en casi 3 millones de euros.
Fue un mercado y no se sabrá qué será en el futuro, pues el Mercado de la Carne es otro de los proyectos malditos de la ciudad. El Ayuntamiento ha tenido que pagar 1.150.000 de euros entre proyectos y otra documentación para que el inmueble siga en estado de abandono perenne tras 25 años cerrado. Fracasó el proyecto de mercado gourmet y el de centro cultural. Los restos arqueológicos hallados encarecían la iniciativa y se paralizó.
Quizás el proyecto más caro para las arcas municipales de los últimos tiempos ha sido el auditorio en el Higuerón. En 2007, el gobierno municipal de Sánchez Monteseirín presentó un proyecto ambicioso: el Higuerón Sur iba a ser un 'Hollywood' a la sevillana, para acoger promotoras audiovisuales y del mundo del cine. De aquella 'Ciudad de la Imagen' sólo se levantó el auditorio. De Monteseirín a Zoido, cuyo gobierno desbloqueó el proyecto en 2011 al encontrar a un promotor interesado, Bogaris.
La inversión total del proyecto alcanzó los 30 millones de euros, la mitad de los cuales fueron destinados a la urbanización. A principios de 2014 se iniciaron las obras del auditorio, que cuenta con un graderío para 500 espectadores, baños y una zona de backstage para las obras que se representasen o los conciertos que pudiera acoger.
Volvió el PSOE al gobierno local y se apagaron las luces de la Ciudad de la Imagen. Juan Espadas abandonó a su suerte este espacio escénico. El auditorio fue desvalijado. Ahora, estos terrenos albergarán las cocheras de los trenes de la línea 3 del metro. 30 millones de euros más para la factura de proyectos que Sevilla nunca vio.
Las estrellas de Monteseirín
Aunque existe, es como si no lo hiciera. La estación de Cercanías de la Cartuja es un fantasma, del que la ciudad y las administraciones se acuerdan cuando hay partido de fútbol o un concierto en el Estadio de la Cartuja. Costó 52 millones de euros.
En este recorrido por la lista de proyectos truncados, pero abonados, de la ciudad de Sevilla se podría añadir el barrio de los arquitectos estrellas en los antiguos suelos de la Cruzcampo, donde Vázquez Consuegra, Norman Foster, Jean Nouvel, y Arata Isozaki iban a idear casi dos mil viviendas. El proyectó quebró, como el sueño de Monteseirín.
En este apartado también se engloba las torres Stirling de Nervión. En junio de 1990, y después de tres años de dimes y diretes, el Ayuntamiento de Sevilla aprobaba el proyecto del arquitecto inglés Stirling, origen del actual Nervión Plaza, junto al estadio Ramón Sánchez Pizjuán, un proyecto muy rebajado finalmente con respecto a las expectativas iniciales: los dos rascacielos para Sevilla.
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