Romance anticipado de Santa Ana

Como digo que ese día, si se habla de Triana es para ver qué sacó el PP en la calle Larga y cómo quedó el sanchismo en San Jacinto y la Cava, es lógico, pues, que ahora, ya que está la suerte echada, dedique un romance antiguo, mas de forma anticipada, a lo que El Pali dijera cantando por sevillanas: «Sevilla tuvo una niña/y le llamaron Triana». Mucho más antiguamente, fue nuestro Arrabal y Guarda, por donde vino de América tanto oro y tanta plata, donde Sevilla fue puerta indiana que ampliaba nuestro Imperio al virreinato que llamaban Nueva España, y a todos aquellas tierras descubiertas, conquistadas por el pendón de Castilla, y quiero con tal palabra no referirme a ese Reino, sino a la calle con gracia de donde sale El Cachorro, ese que dicen que exhala el suspiro de la muerte en cuanto que el puente pasa y le falta el aire porque es que le falta Triana.

Y como cantaba El Pali a la puerta de su casa, en la parte de Sevilla que más recuerda a Triana, que le llaman Arenal y tiene de albero una plaza donde se sueña el toreo, donde se sueña la gracia, y donde enseñó Belmonte cómo se templa y se manda. Y como cantaba El Pali, aquella niña que tuvo Sevilla está de Velada. No se lo digan a nadie, pero es por Santa Ana, que es la madre de la Virgen, la Virgen de la Esperanza, y la madre de La Estrella, y aunque la pintan de arrugas, más arrugas que una pasa, y la esculpen como vieja, a su nombre es dedicada nada menos que una iglesia, que es Catedral por la gracia de haber curado al Rey Sabio una enfermedad muy mala.

Y cada año la copla repite con sus palabras lo bonita que estos días de Santiago y Santa Ana está Triana que al puente ponen banderas gitanas. Y todo se vuelve antiguo, con las verdes avellanas, y los muchachos trepando el sebo de la cucaña para coger la bandera, que es la bandera gitana que le pusieron al puente con luces como guirnaldas, como un sueño del pasado por el que el tiempo no pasa. Está Triana bonita porque está antigua Triana, cantes viejos del Zurraque, se atesoran y se guardan. Se reflejan en el río las casetas como estampa, sin que falta la tricolor bandera republicana. No son casetas de Feria, son casetas de Velada: sus traseras dan al río, y Betis se hace más ancha, con olores a sardinas, vivas dan al que las asa, y algunos siguen el rito que aprendieron en su casa de tirar por el balcón huesos de pollo, anda, anda, para que vean que allí no faltó nunca de nada. Al otro lado del río ya mi romance se acaba y le digo al Arrabal, porque me sale del alma: «Viva Triana, señores, y que viva Santa Ana, la que parió a nuestra Reina, Reina, Madre y Capitana, que le puso su Pureza de nombre a la calle Larga».